Es posible que los alemanes estén siendo precavidos de no convertirse en una amenaza para sus vecinos y mucho menos para los Estados Unidos. Alemania es hoy una hegemonía regional en términos económicos, aumentar de manera apresurada sus atributos de poder, podría disparar el dilema de seguridad.     La mayor crítica que se le hace a la canciller alemana Ángela Merkel es lo que algunos consideran su inexistente política exterior, se le tacha de timorata, de negligente, se le acusa incluso de falta de carácter, algo absurdo si consideramos que es la mujer más poderosa del planeta, la más votada de la historia y la que más gobernará en una democracia. Todo porque Alemania se niega a asumir, dentro del concierto internacional, el liderazgo activo como potencia emergente Pero el pecado no es de Merkel. No es la primera vez que Alemania se ‘abstrae’ de la política internacional para concentrarse en lo doméstico. En el último tercio del siglo XIX tras desmontarse el sistema de Viena, surgió un actor clave en la llamada paz armada europea, el mariscal Bismarck, quien con la misma habilidad que Von Clausewitz planteara la guerra sobre el campo de batalla, estableció diversas alianzas internacionales con el fin de darle estabilidad al Reich, sin importar las coincidencias ideológicas y políticas, sino ponderando el interés nacional: fueron los años de la Realpolitik. El sistema funcionó de manera eficaz desde 1871 hasta que en 1890 Bismarck dimitió ante las presiones de Guillermo II, quien dos años antes se había proclamado Káiser y reclamaba mayor participación de Alemania en los asuntos internacionales. Así pasaron de la política de equilibrio a la Weltpolitik que llevó a una serie de enfrentamientos que culminaron con dos guerras mundiales, la derrota y ocupación de Alemania y su eventual separación. Hoy es obvio que no existen las condiciones en Europa para que suceda algo similar, de hecho el sistema político alemán (que es la mar de complejo) es lo suficientemente plural como para evitar que cualquier individuo o partido lleve al país a una conflagración bélica. Además la sociedad alemana al igual que sucedió con la japonesa –los dos grandes perdedores de la segunda guerra– se volcaron al pacifismo. De igual manera los nacionalismos radicales son cosa del pasado a pesar de existir grupos neonazis y ultranacionalistas. Por otro lado Alemania es hoy día la locomotora que tira de Europa (la comunitaria y la que no). Al final logró en la era del liberalismo lo que no pudo en la del imperialismo colonial. Pero eso también corresponde a la forma en que hoy está organizado el sistema internacional y sobre todo Europa donde se encuentra más avanzada la práctica de las ideas del liberalismo y la interdependencia compleja, que pugnan por la creación de instituciones internacionales y dejar sueltas a las leyes del mercado. De hecho, ni siquiera Estados Unidos que es la mayor potencia militar de la historia  de la humanidad, ejerce su poder ‘imperial’ como lo ejerció Gran Bretaña en el siglo XIX o España mucho antes. Hoy Alemania tiene el control económico del continente y sus fronteras no están amenazadas. Francia (y de alguna manera Gran Bretaña, aunque ellos siempre con un pie dentro y otro fuera) se ha erigido como el brazo armado de la UE, mientras que la OTAN cada vez es más europea y menos pro EU (país que dicho sea de paso cuenta con 57,000 soldados en Alemania). En el flanco oriental, Polonia es el muro de contención frente a los Rusos. Así que las motivaciones alemanas para tener un mayor papel, sobre todo en términos militares, no son muchas. En septiembre 2012 el entonces ministro de exteriores de Polonia Radek Sikorski y su homólogo alemán Guido Westerwelle publicaron un artículo en The New York Times, donde se decían cansados de escuchar las historias recurrentes de que la Unión Europea atraviesa una crisis insuperable. Ambos ministros señalaban que la solución para esto es una reforma económica y monetaria, que comprende ampliar las competencias de la Unión en éstas materias así como controlar el gasto presupuestal, en materia política, pretende ampliar la fortaleza de Parlamento Europeo al tiempo que se le vincula con los  parlamentos locales a través de una comisión permanente. En otras palabras la solución que proponen pasa por pedirles a los Estados que relajen todavía más su soberanía westfaliana. Así que no se trata en realidad de Merkel. Se trata de la estructura de las relaciones internacionales y el rol histórico que ha jugado Alemania, aunque muchos con una visión de lo inmediato piensen que ese país surgió después de la caída del Muro de Berlín y su historia política inicia con el gobierno de Helmut Kohl. Por otro lado es posible que los alemanes estén siendo precavidos de no convertirse en una amenaza para sus vecinos y mucho menos para los Estados Unidos. Alemania es hoy una hegemonía regional en términos económicos, aumentar de manera apresurada sus atributos de poder, podría disparar el dilema de seguridad –la seguridad de un país es una amenaza para otro que tenderá a aumentar sus capacidades ofensivas y defensivas–. Así la política exterior de Alemania es consistente con los nuevos tiempos y cumple con la idea de que todo estadista se mueve por un interés que se traduce en poder, más allá de las posturas personales, sean estás ideológicas o morales. Alemania hoy es un país poderoso y su canciller también.

 

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