- El tamaño muestral. Según datos de la ONU, México es el décimo país más poblado del mundo con alrededor de 129 millones 163 mil habitantes. Actualmente para los estudios de opinión pública y preferencias electorales se está tomando una muestra de alrededor de 1,000 casos. Más allá de la representación estadística nos encontramos con qué no se consideran los niveles socioeconómicos en la misma proporción en los que se comportan a nivel nacional. Además de ese criterio la muestra debe distribuirse geográficamente y hacer ejercicios de aleatorización en la selección de candidatos para que se tenga representación estadística.
- La empresa contratante. Curiosamente el cliente que difunde la encuesta cuenta con las preferencias en los resultados. No es coincidencia que las encuestas que no cuentan con un patrocinador se apegan más a la realidad. Es importante considerar casas encuestadoras y medios de comunicación objetivos si nos queremos dejar manipular por informadores que desinforman. En más de una ocasión se ha vendido el concepto de “voto útil” basándose en los resultados de una encuesta poco confiable.
- La metodología. La aplicación de encuestas se puede hacer mediante diferentes herramientas ya sean cara a cara, telefónicas, online u otras. Lamentablemente no todas son incluyentes ya que elegir una sola técnica relega a parte de la población. Por ejemplo, aplicar encuestas exclusivamente online implica dejar fuera a más de un 60% de la población mexicana clasificada como no usuarios Web. De igual manera aplicar telefónica relega a todos los que nos tienen acceso a un número fijo y finalmente las encuestas personales dejan fuera a las personas que están poco tiempo en la calle.
- La manera de preguntar. Este punto es muy delicado ya que una pregunta mal planteada nos puede dar un resultado totalmente distorsionado ya sea de manera voluntaria o involuntaria. La secuencia en qué se manejan las preguntas en un cuestionario, el orden que le damos a las opciones de cada pregunta e incluso la redacción provoca que se carguen los resultados hacia ciertas respuestas.
¿A quién creerle en las encuestas electorales?
Las encuestas electorales se han vuelto un medio propagandístico que refleja la corrupción imperante en nuestro país. Las estadísticas son la mejor forma de manipular a la población.
Aunque muchos sostienen que las estadísticas no engañan, otros sostienen que se puede construir un mundo de mentira basándose en puras verdades. Si bien es cierto que las matemáticas son una ciencia exacta también es un hecho que la manipulación de datos se da cuando la información se presenta de manera distorsionada o incompleta. Como diría Henry David Thoreau: “Las matemáticas no mienten, lo que hay son muchos matemáticos mentirosos”.
Un claro ejemplo de esta situación lo tenemos con las casas encuestadoras en nuestro país, que se han dado a la tarea de fungir como empresas de publicidad y propaganda para los aspirantes presidenciales y no como verdaderos agentes de información veraz y útil para la población. Con los comunicadores pasa lo mismo ya que los medios son manejados por los intereses de los empresarios y poco saben y poco les interesa la opinión pública.
Maureen Malanchuk, especialista en manejo de información declara: “La información que tenemos no es la que queremos. La información que queremos no es la que necesitamos. La información que necesitamos no está disponible”.
A continuación, te presentamos los criterios a seguir para que puedas evaluar si la información es confiable o no y puedas formarte una opinión objetiva: