El crimen organizado acecha Acapulco. Están actuando para tratar de mitigar los daños económicos que les produjo la disminución de la actividad económica y el derrumbe del turismo. 

Como son estructuras parasitarias, lo primero que hicieron fue participar en el robo de combustible. Una parte de huachicoleo, en los primeros días del paso del huracán Otis, fue impulsado y controlado por células de bandidos. 

Otro tanto hicieron en los saqueos a las tiendas y almacenes, donde una parte de lo robado son productos suntuarios que se irán revendiendo en su momento y que, para que ello fructifique, se tiene que acudir a los mercados ilegales. 

Van a incidir en los esquemas de seguridad, continuando con la extorsión, pero trasladándole el costo a los vecinos que tienen que custodiar los pocos bienes que les quedaron.

Pero quizá la perla de lo corona será el proceso de reconstrucción, porque ahí pueden incidir en diversas de sus variables, de modo particular el derecho de piso, aprovechando la displicencia que suele imperar en el gobierno local respecto a la seguridad pública. 

Desde hace algunos años, los cárteles de las drogas diversificaron sus actividades y empezaron a incidir en la utilización de los presupuestos para obra pública. Esto en Michoacán y Morelos ha sido notorio, aunque con vaivenes en el tiempo.

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Guerrero es una de las entidades más violentas del país y en Acapulco y en Coyuca de Benítez, dos de las concentraciones urbanas más afectadas por el huracán, no han salido de la crisis de inseguridad que ya es crónica.

Esto implica desafíos que no parece que se estén aquilatando. La experiencia indica que en zonas devastadas y con instituciones débiles, la delincuencia organizada puede asumir los roles que las autoridades abandonaron debido a los problemas que las abruman o a la negligencia simple y pura. 

Por desgracia, debido a la densidad criminal que impera, los riegos no se atenuarán solamente con la construcción de cuarteles de la Guardia Nacional, en colonias que superen los 10 mil habitantes, ya que se requiere que la actividad económica se reanude.

En el plan de ayuda para Acapulco no hay herramientas para que se recuperen los hoteles y restaurantes, aunque ya hayan sido conminado a reanudar sus actividades en abril del año próximo, y la cancelación del cobro de impuestos, y en particular del ISR, es una falacia o una ilusión, porque no había forma de recaudarlos, ya que no existen actividades lucrativas en este momento.

La clave para la recuperación de Acapulco es el empleo, pero no se percibe que esta sea la prioridad mayor del gobierno, porque ellos están empañados en el mantenimiento y el embarnecimiento de las redes clientelares.

Las estructuras criminales son resilientes. Tienen amplias capacidades de adaptación y detectan con relativa facilidad las áreas de oportunidad. El caos que ahora impera, si no se toman las medidas de seguridad adecuadas, puede significar un control social mayor al que ya tenías y que se expresó, apenas hace unos meses con las protestas azuzadas por el crimen para demostrar que cuenta con bases entre la población.

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