Por Norbert Monfort* Como relata Homero, la Guerra de Troya tuvo tales dimensiones que llegó a durar 10 años. Esto nos ayuda a comprender el cansancio padecido por toda la escuadra griega, empecinada en derribar los muros de la ciudad de Troya, la impaciencia de los generales, la frustración de los líderes, las añoranzas de los guerreros por volver a casa. Es que, claro, los reyes movían a sus grandes ejércitos con tácticas o estrategias militares… pero, antes que nada, ¡movían personas! ¿Cuántas veces nos habrá pasado en nuestras organizaciones? Nos encontramos en medio de proyectos inmensos, con múltiples objetivos, que se remontan a varios meses y no logramos llegar adonde queríamos. Nuestros directivos nos mueven de área en área y nos piden que insistamos hasta conseguirlo. ¿Nos detenemos a reflexionar las situaciones personales de los involucrados? ¿Cómo superar los conflictos que esto puede generar? Hay una historia dentro de la larga Guerra de Troya que no es, quizá, tan conocida. Recordemos que estamos en el año noveno de la guerra. Ocurrió que, luego del saqueo de Crisa, ciudad vecina de Troya, los griegos se repartieron el botín. Una muchacha llamada Criseida, hija del sacerdote troyano Crises, tocó en el reparto al rey Agamenón, líder supremo de toda la expedición, en calidad de esclava. Crises, ante esta situación, se presentó, suplicante, ante las naves griegas, portando no sólo las insignias sacerdotales para inspirar respeto (todo el mundo, sin importar las rivalidades, respetaba a los dioses) sino también una cuantiosa recompensa que ofrecía como rescate. Existía una ley sagrada y no escrita entre los griegos sobre el respeto a los suplicantes, y todo el mundo entendía que ésta debía cumplirse. Todavía más, si se trataba de un sacerdote. Pero Agamenón no sólo se negó al pedido, sino que (ante el estupor de todos) reaccionó con violencia, en un acceso de ira desmedido, incluso amenazando al propio Crises si éste no se retiraba… A partir de ese momento, la suerte se inclinó hacia el lado de los troyanos. Sobrevino una gran peste entre los griegos, y nada parecía poner fin al suplicio. Los años de guerra pesaban sobre los cansados guerreros y las esperanzas se iban desvaneciendo. En el fondo, todos conocían la causa del conflicto, pero… ¿cómo dirigirse al líder? ¿Cómo mediar y negociar sobre una materia tan sensible? Al final, fue otro héroe, Aquiles, quien decidió poner fin a la querella, al convocar una junta de todos los líderes y requerir la figura de un mediador, el adivino Calcas o Calcante. Si bien, todos sabían que el culpable era Agamenón, necesitaban una persona externa que, frente a todos, así lo manifestara. Calcas, tras meditar sus palabras, por fin admite que la causa de la peste es el ultraje inferido al sacerdote, por no devolverle la hija ni admitir el rescate. Aquí se produce un episodio singular: Aquiles, el héroe más grande y poderoso, quiere superar el conflicto y seguir con la guerra dejando en evidencia a Agamenón, que no ha sabido cumplir su rol de líder. Agamenón, en su calidad de rey supremo, también quiere superar el conflicto, pero no quiere hacerlo a costa de Aquiles, a quien ve como una amenaza a su autoridad. Como hemos mencionado en otro artículo, la gesta de Troya puede verse también como un choque de egos. ¿Nos puede ocurrir que, ante un mismo conflicto, con la finalidad de alcanzar los mismos objetivos, encontremos motivaciones y egos opuestos? Al fin y al cabo, lo que todos quieren es avanzar. ¿Cómo saber cuándo parar, cuándo ceder? Reconocer los errores, comunicar de modo adecuado y escuchar, son valores en peligro de extinción en muchas empresas y organizaciones. Agamenón fue un rey cuyo ego se interpuso mucho a lo largo del desarrollo de la guerra, pero no era menor el ego de los que lo rodeaban… La historia nos cuenta que, en este episodio particular, cedió (en la asamblea) y devolvió a Criseida, y así la peste llegó a su fin. ¿Victoria? En realidad, no, pues aún faltaban otras ego-batallas que librar. Pero, al ceder en este punto, Agamenón destrabó un conflicto y se pudo avanzar. ¿Podemos decir lo mismo? *Norbert Monfort es CEO de Monfort Ambient Management y profesor del ESADE.   Contacto: Twitter: @monfortnorbert Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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