Llega la presentación del primer Aniversario de gobierno de la Cuarta Transformación, la expectativa se apodera de los ciudadanos que el 1 de julio votaron por Andrés Manuel López Obrador, y de los que no votaron también. ¿Cómo vamos? He ahí la cuestión. AMLO fue tajante con las políticas que regirían las relaciones exteriores del país. A diferencia de Enrique Peña Nieto, el presidente ‘viajero’, solo superado por Echeverría en su época dorada, el expresidente priista dedicó gran parte de su gobierno para reforzar lazos con naciones como China, Reino Unido y no nos vayamos lejos, con Estados Unidos. El lema que instauró desde el inicio AMLO fue: “la mejor política exterior es la política interior”. Pero, en algunos casos, esa aplicación ha sido selectiva. México contaba con una política tenía una postura significativa en asuntos internacionales, Peña Nieto siempre marcaba asistencia en Cumbres, Foros, y hasta ratificó la Alianza del Pacífico con Colombia, Perú, Chile. El país era un referente en política exterior y porque no, un modelo a seguir para países vecinos en cuanto a manejo de relaciones diplomáticas. Entrando en contexto, López Obrador marcó una barrera (en sentido figurado) con el exterior. Con la austeridad republicana tocando a la puerta, el mandatario designó a su mejor hombre para hacerse cargo de una secretaría vital para la imagen internacional del país, la de Relaciones Exteriores. Y el elegido fue Marcelo Ebrard, ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, conocido por ser una de las mentes detrás de la polémica Línea 12 del Metro, ¿le suena la línea dorada? Ebrard llegó al cargo con una lista de retos y desafíos por sortear. Primero, un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, pendiendo de un hilo. Segundo, una oleada de migrantes llegando en caravanas desde Centroamérica y generando más tensión con el vecino del norte. Tercero, la crisis de Venezuela. El canciller tenía una misión indispensable: representar al país y ser la voz del presidente a donde quiera que fuera, pero ¿consiguió cumplir a cabalidad su tarea? A continuación, haremos un recuento de las acciones, avances, logros y pendientes de Marcelo Ebrard, es decir, de las relaciones internacionales de la 4T:

Migrantes:

migrantes

Foto: EFE

Las caravanas migrantes dieron inicio en octubre de 2018, en las que miles de centroamericanos dejaron sus países, por culpa de la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades para labrarse un mejor porvenir en Estados Unidos. Hasta ahí, todo bien. Pero México tendría que servir como punto de tránsito de estos migrantes, por lo que el gobierno decidió ofrecerles refugio, apegados a la ley que adjudica a la capital mexicana como ciudad santuario. Ciudad Deportiva se transformó en un campamento de migrantes temporal para dar asilo a estos visitantes de Guatemala, Honduras y El Salvador.

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Poco a poco fueron llegando más y más caravanas, mismas que se encontraban con el ‘muro’ de Trump al norte de México. Y entre más migrantes, más tensión se creaba entre Estados Unidos y el gobierno mexicano, al punto de recibir amenazas de aranceles que descontrolaron el tipo de cambio y llenaron de incertidumbre los mercados, devaluando el peso. Ebrard logró conciliar con los americanos y nivelar las aguas, pero ¿a qué precio? Reforzando el patrullaje de la Guardia Nacional en las zonas fronterizas para evitar el paso masivo de los migrantes, entre otras medidas.

T-MEC:

Foto: Twitter @Fco__Guzman

Las negociaciones se han extendido por más de un año, las empezó Peña finalizando su gobierno y AMLO las ha llevado desde el inicio de su mandato. La industria automotriz, el sector farmacéutico y los derechos laborales son los tres puntos que falta por afinar para que se ratifique y pueda entrar en vigor el nuevo tratado. Con todo y la presión de los republicanos, además de las negativas de los demócratas, liderados por la senadora Nancy Pelosi, que con su actitud renuente ante la implementación del T-MEC demuestran que no es más que una estrategia para obstaculizar la posible reelección del presidente Trump, Marcelo Ebrard ha seguido adelante con las negociaciones y el gobierno mexicano es optimista con el resultado de esta relación comercial.

G-20:

Foto: @g20org.

“De una vez les adelanto, no voy a ir a la reunión del G20, pero sí les voy a mandar una carta sobre los problemas de la desigualdad en el mundo, que para eso deben ser las reuniones. Esas son las reuniones que hacen falta”, afirmó AMLO, en aquél entonces. Y no fue. Entonces, envió como representante a Marcelo Ebrard, quien según el mandatario podría ir en nombre de México a la cumbre que reúne a las 20 economías más importantes del mundo. Un año después, López Obrador sigue sin realizar un viaje internacional, pues, argumenta que su gobierno ha optado por llevar una política de no intervención en asuntos internacionales. ¿Un presidente a la antigua? AMLO asegura que su determinación no es nueva, se está rigiendo por la doctrina Estrada, un principio que evita la intervención y la injerencia en los asuntos internos de otros países. Aplicada en México de 1920 al 2000. Y sí, es una realidad porque Peña Nieto en sus primeros seis meses de gobierno ya llevaba 10 viajes oficiales.

Crisis venezolana:

Foto: Cortesía Juan Guaidó

Estalló un golpe de estado en Venezuela. El mundo se unió en una sola voz para exigir la renuncia del Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez, y dictador de esta república bolivariana. Más de 54 países reconocieron a Juan Guaidó como presidente encargado, pero ni esto fue suficiente para acabar con el régimen chavista. ¿Y México? No, el gobierno mexicano se hizo a un lado y no tomó partida. Únicamente realizó una declaración invitando al diálogo entre las partes afectadas. No estaban con Maduro, pero tampoco estaban en su contra. En un comunicado, la SRE argumentó su posición argumentando su respeto a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, en la cual se estableció que “el Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el beneplácito de ese Estado”. En pocas palabras, México ignoró la petición de Guaidó sobre el reconocimiento de su gobierno. Reacción contraria a la de muchos de sus aliados comerciales como Estados Unidos, Canadá y Colombia.

Evo Morales:

Evo-Morales

Evo Morales en su visita a México en la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador. Foto: Fernando Luna Arce / Forbes México

El 11 de noviembre del presento año, el canciller Ebrard confirmó la solicitud de asilo político del ahora expresidente de Bolivia, argumentando que su vida corría riesgo si permanecía en aquel país. “En términos de la legislación vigente, previa opinión de la Secretaría de Gobernación en voz de la ministra Olga Sánchez Cordero, ha decidido concederle asilo político a Evo Morales por razones humanitarias y en virtud de la situación de urgencia que se enfrenta en Bolivia en donde su vida e integridad corren riesgo”, señaló el canciller mexicano en conferencia de prensa. “Es un golpe de estado”, reiteró. “La postura que México ha definido y define el día de hoy es de reivindicar el respeto al orden constitucional y a la democracia en Bolivia”. Tras aterrizar en suelo mexicano como asilado político, el expresidente boliviano Evo Morales agradeció al gobierno de México y a compatriotas suyos por salvar su vida. ¿Y dónde quedó la política de no intervención? A fin de cuentas, ha sido un año lleno de vaivenes para el gobierno en turno con referencia a los temas diplomáticos y de relaciones exteriores. Los retos aún están en el camino, pues, la problemática de los migrantes sigue latente, el T-MEC no se ha ratificado todavía, López Obrador ya cumplió un año y no ha realizado ni un solo viaje al extranjero y el futuro de Evo Morales, nuevo huésped distinguido de la Ciudad de México es incierto. Así las cosas, a un año de AMLO.

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