Por Alejandro Werner | FMI La actividad económica en América Latina y el Caribe sigue avanzando lentamente. Para 2019 se espera un crecimiento del PIB real de 0.6% —la tasa más baja desde 2016— y un repunte a 2.3% en 2020. Este escaso dinamismo es el resultado de sorpresas negativas en el primer semestre de 2019, la fuerte incertidumbre en torno a las políticas económicas en algunas economías importantes, tensiones comerciales agudas entre Estados Unidos y China y un crecimiento mundial algo más débil.

Desaceleración del crecimiento

La débil actividad económica en el primer semestre de este año obedece en gran medida a factores transitorios, como las condiciones meteorológicas adversas que redujeron la producción minera en Chile y el producto agrícola en Paraguay. La actividad minera se moderó en Brasil tras el desastre de la represa de Brumadinho, en tanto que en México el crecimiento se desaceleró debido a una subejecución del presupuesto, huelgas de trabajadores y escasez de combustible. La elevada incertidumbre en torno a las políticas económicas en algunas economías importantes de la región también ha contribuido al poco ímpetu del crecimiento. En Brasil, las inquietudes acerca del cronograma y el alcance de las tan necesarias reformas de las pensiones —un proyecto de ley se está debatiendo actualmente en el congreso— han mantenido la incertidumbre de las políticas económicas en niveles superiores a los promedios históricos. De igual forma, en México, persiste la elevada incertidumbre debido a la reversión de ciertas políticas económicas, en particular en relación con las reformas de la energía y la educación. Tampoco se han disipado las preocupaciones acerca de la salud financiera y las perspectivas de Pemex. En Argentina, la incertidumbre se ha moderado, y más recientemente la inflación ha empezado a descender a la vez que repunta la actividad económica. El crecimiento mundial más débil y las persistentes tensiones comerciales entre Estados Unidos y China también han hecho mella en América Latina debido a su impacto en los precios de las materias primas y las exportaciones. Te puede interesar: ¿Recesión? La economía va bien y de buenas, asegura AMLO

Riesgos: Externos e internos

Los riesgos para las perspectivas económicas continúan inclinados a la baja, y entre ellos está una nueva escalada de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, una desaceleración en las principales economías y condiciones financieras globales más restrictivas. Los principales riesgos internos incluyen un aumento de la incertidumbre de las políticas económicas, la reversión de reformas y desastres naturales. A comienzos de este año se registraron fuertes flujos de inversión de cartera, los que disminuyeron en mayo y junio y podrían contraerse aún más de materializarse los riesgos a la baja. Dadas las débiles perspectivas de crecimiento y los importantes riesgos a la baja, las políticas económicas tendrán que encontrar un punto de equilibrio entre estimular el crecimiento y recomponer sus márgenes de maniobra.

Políticas económicas: Un enfoque equilibrado

La consolidación fiscal sigue siendo una prioridad en muchos países de la región en vista de los altos niveles de endeudamiento público. Esto probablemente moderará el crecimiento, pero el efecto contractivo puede mitigarse protegiendo la inversión pública y los gastos sociales bien focalizados, y elevando la recaudación de ingresos y recortando el gasto no prioritario. Dado el menor crecimiento mundial y el sesgo acomodaticio de los bancos centrales de las principales economías avanzadas, la política monetaria puede seguir apoyando el crecimiento en la región, sobre todo si se considera que en la mayoría de los países las expectativas inflacionarias están bien ancladas, las brechas del producto son negativas y las presiones inflacionarias son moderadas. Sin embargo, se debe seguir vigilando el apalancamiento de las empresas y los hogares a fin de salvaguardar la estabilidad financiera. Aparte de las políticas de apoyo a la recuperación cíclica, las reformas estructurales siguen siendo imperativas y es necesario acelerarlas para estimular el crecimiento potencial. Estas reformas deben incluir una mayor apertura de las economías al comercio y a la inversión extranjera directa, flexibilizar las regulaciones en los mercados de productos y de mano de obra, fomentar la competencia y mejorar la calidad del capital humano y físico.

América del Sur:

En Argentina, la economía está recuperándose gradualmente de la recesión del año pasado. Se proyecta que el crecimiento aumente a -1.3% en 2019 y a 1.1% en 2020 gracias al repunte de la producción agrícola y el restablecimiento gradual del poder adquisitivo de los consumidores, tras la marcada compresión de los salarios reales el año pasado. Se prevé que la inflación continúe descendiendo. Sin embargo, como la inflación ha sido más persistente, las tasas de interés reales deberán permanecer en niveles más altos por más tiempo, lo que explica la revisión a la baja del crecimiento en 2020. En Brasil, se espera que el crecimiento permanezca en un nivel moderado de 0.8% en 2019 y que se acelere a 2.4% en 2020, siempre que se apruebe una reforma robusta del sistema de pensiones, que retorne la confianza, que se recupere la inversión y que la política monetaria siga siendo acomodaticia. Además de la aprobación de la reforma de las pensiones, una reducción continua del déficit presupuestario en los próximos años sigue siendo crucial para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública. Para estimular el crecimiento potencial, Brasil tiene que llevar a cabo reformas estructurales decisivas, como por ejemplo en el ámbito tributario, de las privatizaciones, la liberalización del comercio y tomar medidas para hacer más eficiente la intermediación financiera. En Chile se proyecta que el crecimiento permanezca robusto en 3.2% en 2019 y 3.4% en 2020, gracias a una orientación expansiva de la política monetaria y la anunciada aceleración de proyectos de inversión. No obstante, los riesgos continúan inclinados a la baja, sobre todo por la debilidad reciente en la actividad económica y las exportaciones. La reciente relajación de la política monetaria debería facilitar la convergencia gradual de la inflación hacia la meta fijada por el banco central, mientras que la política fiscal debiera seguir estando guiada por la meta de saldo estructural de las autoridades. Teniendo en cuenta la elevada incertidumbre mundial, alcanzar un acuerdo amplio en torno a las reformas pendientes será crucial para mejorar la confianza interna. En Colombia se proyecta que la recuperación continúe en 2019 a pesar del adverso ambiente externo. La política monetaria acomodaticia, el gasto efectuado por los gobiernos subnacionales en un año de elecciones, la migración desde Venezuela, la ejecución de los proyectos de infraestructura 4G y el efecto positivo de las recientes reformas tributarias impulsarán la demanda interna y elevarán el crecimiento a alrededor de 3.5% en 2019-20. La inflación debería permanecer cerca de la meta a pesar de los shocks transitorios en la oferta. Se espera que el gobierno alcance su recientemente anunciada meta de déficit fiscal para 2019. No obstante, la reducción de los impuestos corporativos a partir de 2020, si bien estimulará la inversión y el crecimiento, puede reducir los ingresos fiscales. En Perú, el crecimiento se revisó modestamente a la baja, a 3.7% en 2019, debido a los débiles resultados del primer trimestre. Los riesgos a la baja continúan siendo importantes, incluyendo menores precios de las materias primas, las continuas tensiones comerciales y una escasa ejecución de la inversión pública. Se proyecta que el crecimiento se estabilice alrededor de 4.0% a mediano plazo, con una sólida demanda privada contrarrestando el efecto de la consolidación fiscal gradual. Se prevé que la inflación permanezca dentro de la banda de 1%-3% fijada como meta por el banco central. En Venezuela, la crisis económica y humanitaria continúa ahondándose. Se proyecta que el PIB real caerá un 35% en 2019, con lo cual la contracción acumulada desde 2013 superaría el 60%. Se espera asimismo que la hiperinflación continúe, y que la emigración se intensifique, previéndose para fines de 2019 una cifra total de migrantes venezolanos que rebasaría los 5 millones. Este éxodo está teniendo considerables repercusiones en otros países de la región. Lee: El negar la realidad económica no la transforma

México, América Central y el Caribe

En México, el crecimiento fue revisado a la baja, a 0.9% en 2019, debido a un menor dinamismo y a la fuerte incertidumbre en torno a las políticas económicas, aunque se espera que repunte a 1.9% en 2020 conforme se normalicen las condiciones. El cumplimiento de la meta de déficit fiscal en 2019 —junto con la aprobación de un presupuesto prudente para 2020— será importante para demostrar el compromiso del gobierno con la responsabilidad fiscal y con una relación deuda púbica/PIB que no aumente. Para promover el crecimiento potencial de México a mediano plazo, sigue siendo vital impulsar reformas estructurales que fomenten la productividad. En América Central, Panamá y la República Dominicana, se proyecta que el crecimiento prosiga en 2019−20 a pesar de las revisiones a la baja. Las condiciones externas han mejorado marginalmente gracias a la disminución de las tasas de interés internacionales, pero los términos de intercambio no se han recuperado del deterioro que experimentaron el año pasado. Se recortaron las perspectivas de crecimiento para Costa Rica y Panamá en 2019, debido a una actividad más débil de lo previsto en lo que va de este año. Guatemala se está beneficiando de un impulso fiscal, en tanto que Honduras sigue viéndose afectada por términos de intercambio desfavorables. En El Salvador, el crecimiento sigue estando impulsado por la inversión, mientras que las persistentes tensiones políticas Nicaragua están frenando significativamente la actividad económica en ese país. Entre los riesgos a la baja que resaltan están un endurecimiento de las condiciones financieras externas y un recrudecimiento de las tensiones comerciales mundiales. En el Caribe, las perspectivas económicas están mejorando en general, pero con marcadas diferencias entre los países. En las economías que dependen del turismo, se prevé que el crecimiento se afiance a alrededor de 2% en 2019-20, en virtud del aún fuerte crecimiento de Estados Unidos —el principal mercado para la oferta turística de la región— y la continua actividad de reconstrucción tras los huracanes del 2017. Dadas las mejorías en la producción de energía y los precios de las materias primas, se prevé que los países exportadores de materias primas registren modestos repuntes del crecimiento, excepto en Guyana, donde el arranque de la producción petrolera en 2020 proveerá un fuerte estímulo al crecimiento. En términos más generales, el crecimiento regional sigue viéndose dificultado por persistentes problemas estructurales, como el fuerte endeudamiento público, el acceso limitado al crédito, el desempleo elevado y la vulnerabilidad a los shocks relacionados a las materias primas y el clima.

 

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