La visita de un presidente de la República a un país extranjero o su asistencia a un Foro internacional dice mucho de las guías de política exterior de su gobierno. La primera visita, además de ser esperada, es indispensable pues marca el compás de las relaciones exteriores. México tuvo que esperar un año y seis meses para que el presidente saliera del país y lo hizo en una visita que no fue de Estado y a un candidato presidencial.

La historia de las relaciones México-Estados Unidos está plagada de encuentros y desencuentros, de sinergias y puntos de quiebre; con una agenda compleja y dinámica, México no se concibe a si mismo sin su relación con el vecino del Norte y viceversa. En ese contexto, la disruptiva personalidad del presidente Trump ha generado durante su gobierno momentos álgidos, a los que López Obrador prometió responder con firmeza, velando siempre por el interés de los mexicanos, dentro y fuera de nuestro país.

Más allá del debate, la especulación y la polarización que se generó entorno a la visita; tenemos que reconocer que esta fue exitosa desde el punto de vista logístico y protocolario. Pero también debemos reconocer que la visita no logró su objetivo principal: marcar el inicio del T-MEC. La ausencia del primer ministro canadiense, Justin Trudeau manda una señal contundente del gran reto que será (al menos mientras Trump siga siendo presidente de los Estados Unidos) lograr una relación trilateral armoniosa y consistente. Canadá, en lo bilateral, se ha mostrado abierto para las negociaciones con México, pero el presidente de México ha decidido inclinar la balanza a favor de un presidente, que como él, más que gobernar sabe hacer campaña.

La visita de López Obrador a Trump, fue una visita de candidato a candidato. Trump esperaba halagos y los recibió, a pesar de sus continuos ataques a la comunidad hispana en los Estados Unidos, esperaba que AMLO no recordara que en varias ocasiones ha llamado a los mexicanos violadores, narcotraficantes y delincuentes, y lo logró. Nuestro presidente no escatimó en halagos hacia Trump y estuvo cómodo con la agenda que se le marcó. México seguirá atendiendo la agenda migratoria del candidato/presidente Trump y hará lo necesario para que America sea grande otra vez.

La reunión con empresarios fue un mensaje claro y contundente, la inversión necesita certidumbre, estabilidad y el cumplimiento de compromisos. México deberá seguir el rumbo neoliberal tan despreciado en el discurso por el candidato/presidente López Obrador y deberá seguir fortaleciendo la agenda económica-comercial de los Estados Unidos, a pesar de que ello le represente a México la vulnerabilidad de su presencia regional y multilateral (por ejemplo en el comercio con Asia).

La falta de apoyo a la visita a Washington y la dura crítica que ha recibido de la opinión pública en los Estados Unidos está sustentada en la nula participación de los congresistas estadounidenses durante la jornada. Las actuales actividades de atención a la emergencia sanitaria los llevó desde hace semanas a atender sus distritos y a ver desde ahí que a la agenda de la visita le faltaron temas importantes como lo son las reformas en materia laboral, parte central de los cambios sustantivos en el nuevo Tratado Comercial.

Sabremos si la visita fue buena para México o no, después del Super Tuesday, cuando se conozca al ganador de la contienda electoral en los Estados Unidos. Sabremos, entonces, si la apuesta de López Obrador resultó favorable o si, con la eventual victoria demócrata, México recibirá una próxima factura.

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