Más de 50 millones de hispanos habitan Estados Unidos, es decir, poco más del 16% de la población estadounidense es de origen hispano. Y el 63% de esta población es descendiente de mexicanos.

La comunidad hispana aporta anualmente alrededor de 600 millones de dólares al consumo directo y es la minoría más grande en los Estados Unidos. La que tiene el crecimiento demográfico más grande y constante. En pocas palabras cada minuto nacen 4 ciudadanos estadounidenses y de esos cuatro, uno es de origen hispano.

En 40 estados de la Unión Americana la población de origen mexicano es mayoritaria entre los ciudadanos hispanoamericanos.

La importancia de esta comunidad radica principalmente en que según las proyecciones de crecimiento poblacional para 2025 dos de cada cuatro estadounidenses serán de origen hispano. Lo cual no sólo impacta por la cifra, sino por el cambio en la composición del tejido social que esto conlleva.

Los procesos de sincretismo cultural han generado una nueva identidad nacional, un nuevo actor social que no sólo busca reconocimiento, sino que promueve una mayor y mejor participación social. 

Los años de pandemia, la ríspida transición política de 2021, los desafíos de la economía global y los ajustes geopolíticos, las próximas elecciones intermedias en los Estados Unidos representan mucho más que el establecimiento de un nuevo mapa político perfilado hacia el 2024. 

Con un poder adquisitivo que mantuvo un crecimiento constante hasta el inicio de la pandemia, la comunidad hispana ha dejado de ser una minoría irrelevante para la vida nacional de los EE. UU. y se ha convertido en un actor coyuntural de la agenda política de ese país.

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Los temas de la agenda política estadounidense se han diversificado para atender las necesidades de una población cada vez más heterogénea, más dinámica, más demandante y polarizada.

Con una serie de desencuentros, la agenda bilateral México-Estados Unidos complica la posición del presidente Biden respecto al panorama político y económico en la carrera electoral de este 2022. 

Sin embargo, poco más de 12 millones de votantes latinos habrán de hacer la diferencia en el resultado de los comicios, la generación de políticas públicas de los dos últimos años estará sometida a evaluación en las intermedias del próximo 6 de noviembre que conformarán una nueva Legislatura, votando para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.

No cabe duda de que, a dos años de la carrera por la Casa Blanca, los comicios que se avecinan son un termómetro social ante el cual, el Partido Republicano necesita confirmar que no solo tiene el control del Congreso y la Casa Blanca, sino que ostenta la aprobación de uno de los mandatos más controvertidos y polarizados en la historia de los Estados Unidos.

No cabe duda de que el éxito del Partido Demócrata depende de la participación de militantes y simpatizantes, pero también de que la votación de los independientes y apartidistas le favorezcan en respuesta a la desaprobación frente a los resultados del primer tramo del actual gobierno, que ha dejado mucho qué desear; más por lo complejo de las complejidades del contexto actual, que por la incapacidad para desterrar las herencias tóxicas de la pasada administración.

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