No sería raro esperar un colapso en la gente de esa época al saber que bastarían algo más de 100 años para que cada persona tuviera un dispositivo conectado a una matriz de información con la que podría comprar criptomonedas, prevér el comportamiento de la bolsa y evadirse del mundo.

Un celular en mis manos

La primera vez que mis papás soltaron un teléfono celular en mis manos parecía un fax. Desde que lo cargué sospeché, no de su utilidad, sino del uso.

Al principio hacía las veces de bengala de emergencia. Reemplazaba la tranquilidad inherente en las personas con aparentes garantías de seguridad: cuando salía en la noche, mis papás podían dormir tranquilos solo si cargaba ese plafón. Como si el asaltante se intimidara solo al ver esa caja de zapatos a la cual la pila le duraba menos que a los dispositivos de hoy, que ya es noticia. 

La verdad es que casi nunca utilicé ese Uniden; con quien hablaba era con la gente. Pero esto iba a cambiar cuando años más tarde, ya siendo fan de las incomprendidas Palm, apareció el modelo Treo.

Este fue, en realidad, el dispositivo que inspiró al iPhone y al resto de los smartphones en su operación y lógica, pues combinó una pantalla táctil con programas (apps) orientados a la organización personal con la funcionalidad de un teléfono. 

Curiosamente Palm tuvo cerca de 10 años de ventaja con respecto al iPhone y hoy esta empresa prácticamente ha desaparecido, lo que deja ver que no sólo es relevante saber innovar, sino saber conducir la innovación. 

El punto es que desde la aparición del primer celular en 1983, el DynaTac 8000X (sí, tenía que leerse ultrasofisticado) le ha abierto la puerta a varios episodios en la dinámica de la innovación en la comunicación.

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Padecimientos celulares 

Probablemente no hay muestra más palpable de la explosión tecnológica, que el teléfono celular. Se ha vuelto parte de la indumentaria y olvidarlo en casa obliga a pensar en dar vuelta en U y regresar por él. Ahí se guardan contraseñas, álbumes familiares, documentos de la empresa y archivos privados.  

Prueba de nuestra infantil fascinación por cargar una computadora en el bolsillo es la cantidad de horas que le dedicamos al día. Y las consecuencias son impostergables. No sólo hemos sumado a nuestra colección de padecimientos posmodernos la enfermedad del síndrome de túnel metacarpiano, daños en la audición, problemas mentales, sobrepeso, daños irreparables en el sistema nervioso, enfermedades oculares, síndromes de fragmentación de la atención, problemas de postura, de socialización y hasta obsesiones ya clasificadas cono graves y con nombre propio, como la nomofobia, portalitis y la ciberadicción. 

Lo que en un principio pareció una bendición con una campaña publicitaria que prometía la “oficina móvil” en tu mano, hoy representa una maldición entendida como. Y si no, pregúntate qué es lo primero y lo último que haces en tu día: ¿con qué objeto pasas más tiempo que con cualquier otra cosa o persona?

¿Dónde quedó el asombro?

Pero esta cajita que pretende acercarte con los lejanos (cuando en realidad aleja a los inmediatos) ha dejado de sorprender como lo hizo con las espectaculares odas personales de Steve Jobs. Cada “keynote” era sinónimo de revelaciones tecnológicas que cabían sólo en la ciencia ficción y en unas semanas (las más largas de tu vida) en tus grasientos dedos. 

Será que nos hicimos inmunes a la sorpresa técnica. O a ver la suma de megapixeles traducida en nada; el aumento en pulgadas de las pantallas; la cantidad de cámaras (en realidad lentes) sin realmente saber usarlas; a saber que ahora la pila dura 12 minutos más; lo cierto es que la emoción al ver uno de esos nuevos celulares ya no es lo mismo. 

¿Qué tendría que tener un teléfono celular para realmente sorprenderte? ¿Debería proyectar hologramas? ¿Reaccionar a emociones o mejor aún, a comandos de pensamiento? ¿Debería ser parte del sistema parasimpático o estar incrustado —a manera de chip— en el organismo? 

En lo que liberas de su estado doméstico la sorpresa y respondes estas preguntas, levanta la vista y recupera el interés por lo que tienes frente a ti.

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Contacto:

Eduardo Navarrete es Head of Content en UX Marketing, especialista en estrategias de contenido y fotógrafo de momentos decisivos.

Mail: [email protected]

Instagram: @elnavarrete

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