Las transformaciones económicas, políticas y comerciales por las que atraviesa el mundo ponen en evidencia que se avecinan grandes cambios y, en especial, un viraje en el eje del poder, de Occidente a Oriente. A su vez, la ausencia de liderazgo en el orden geopolítico internacional obliga a llenar huecos y, ante las posturas proteccionistas que predominan en la escena comercial, la cautela sobre la inversión y la elevada incertidumbre sobre la globalización, China, con su poderío económico, ha levantado la mano. Para China, el proyecto de nación del futuro incluye la propagación de la inversión, la cooperación, el desarrollo de la infraestructura, el comercio y el multilateralismo, acompañados de lo que ellos mismos han llamado “socialismo moderno” y una reforma estructural por el lado de la oferta, para contar con un desarrollo económico de alta calidad, que pasó de la etapa de tasas elevadas de crecimiento a expandir los avances para logar una equidad económica entre la población, tanto de zonas urbanas como rurales. Pero hay que reconocer las carencias de una parte importante de su población, que se mantiene marginada, a pesar de que el país ha logrado que más de 300 millones de chinos hayan salido de la pobreza. Tan es así que, en el pasado XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, se señaló el objetivo de lograr la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada. Para China fue trascendente consolidar su crecimiento sin entregarse por completo a una apertura indiscriminada. Para lograr las tasas de crecimiento de 10%, diseñó una política industrial definida, con una apertura selectiva, con I+D, con empresas propiedad del Estado, e impulsando la inversión privada, la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE), estabilidad política y desarrollo económico, además de un combate a la corrupción como prioridad del Estado. China, en algún momento, aprovechó la ventaja de contar con mano de obra barata, pero hoy es el líder indiscutible en aplicación de la robótica a la manufactura; es la economía que mayor número de robots utiliza en la manufactura, con 68,600 unidades, de acuerdo con un estudio de la Federación Internacional de Robótica, y supera a Japón, Corea y Estados Unidos. Además, es la segunda economía (tan sólo por debajo de Estados Unidos) que más invierte fuera de su territorio, con 183,000 millones de dólares, de acuerdo con cifras de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Pero sigue evolucionando para integrar mayor contenido nacional a sus exportaciones. Recientemente, el Partido Comunista Chino (PPCh) ratificó como presidente, por otros cinco años, a Xi Jinping. También se oficializó su filosofía de pensamiento económico a categoría institucional, situación que no sucedía desde los tiempos de Mao Tse-Tung y Deng Xiaoping. Esto significa que, además de garantizar la continuidad, el dragón asiático busca consolidar su liderazgo mundial. China tiene la prioridad de contribuir con créditos, inversiones e infraestructura en naciones de Asia, África y América Latina, y así avanzar más rápidamente; todo esto en la llamada Franja y Ruta para la Cooperación Internacional o “nueva ruta de la seda”. Para 2022, cuando se realice el congreso del PPCh, la corriente dominante en el contexto internacional será, sin duda, esta nación. En el caso de Estados Unidos, desde hace tiempo hay signos de debilidad económica. A raíz de la crisis financiera de 2009, sus desequilibrios fueron más evidentes: elevada deuda y déficit fiscal y una cuenta corriente en ascenso. Hoy, la propuesta de Reforma Fiscal busca retener capitales. Su posición como líder mundial también está en duda, con la radicalización de posturas proteccionistas. Pero sigue siendo la potencia bélica más poderosa. El multilateralismo de China contrasta con la postura de Estados Unidos. El papel dominante en la escena internacional en los próximos años no sólo estará determinado por las tasas de crecimiento, sino también por la nación que llegue a impulsar el crecimiento mundial.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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