Por Juliette Bonnafé*

El Trabajo no Remunerado (TnR) lo constituyen todas las actividades de cuidado del hogar y de las personas que se realizan a diario sin recibir retribución financiera a cambio. Son tareas que, realizadas en espacios públicos, suelen ser remuneradas, pero no así cuando se producen en los hogares. Por ejemplo, la preparación de comida (que se realiza contra pago en restaurantes); el cuidado de niñas y niños (que se remunera en instituciones públicas y privadas en horas y días hábiles); el cuidado cotidiano de personas enfermas o con discapacidad (que se efectúa por un salario en espacios colectivos o contratados).

El Trabajo no Remunerado es poco visible por efectuarse en los hogares. Se mide cuantificando el tiempo (horas al día) que una persona dedica a este tipo de labores y se le puede atribuir un valor económico. Ya en varios países de América Latina y el Caribe, las instancias encargadas de la contabilidad nacional han construido metodologías para incluir el TnR en las cuentas nacionales.

Durante 2015, según el INEGI, el valor económico del trabajo no remunerado en México alcanzó un nivel equivalente a 4.4 billones de pesos, lo que representó 24.2% del Producto Interno Bruto del país. Esto es superior a lo alcanzado por otras actividades económicas como la industria manufacturera o el comercio, las cuales registraron una participación de 18.8% y 17.5% respectivamente, para ese mismo año.

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Este 24.2% del PIB es el que permite en gran parte la generación de riqueza y del resto del PIB. Es decir, el trabajo que sí es remunerado puede darse gracias a este otro. Se puede decir que el TnR es un subsidio invisible a la economía.

En México, como en el mundo, la mayor parte de las labores domésticas y de cuidados es realizada por las mujeres. En 2015 las mujeres mexicanas aportaron 77.2% del tiempo que los hogares destinaron a dichas actividades. Asimismo y de acuerdo con el INEGI, en 2015 el valor del TnR de las mujeres en cifras netas (sin el componente de prestaciones sociales) tuvo un valor equivalente a 49,586 pesos, mientras que el de los hombres fue de 18,109 pesos.

Las mujeres no se pueden integrar al mercado laboral al igual que los hombres si cargan con un trabajo adicional no valorado. En México 43% de las mujeres participa en el mercado laboral, en comparación con el 78% de los hombres, siendo de las tasas de participación de mujeres más bajas de América Latina.

Redistribuir el trabajo de cuidados de manera más justa conlleva un beneficio para la sociedad en general, pues entre otras cosas, invertir en éste genera empleos y asegura una mejor calidad en su provisión para quienes lo necesitan (niños y niñas, adulto/as mayores, personas con discapacidades y personas enfermas). Así, una redistribución de las tareas de cuidado beneficia tanto a hombres como a mujeres y por ello debemos plantearlo como una corresponsabilidad social.

ONU Mujeres, en su informe El progreso de las mujeres en América Latina y el Caribe, propone diversas estrategias para evitar retrocesos y avanzar en el empoderamiento económico de todas las mujeres, como el reconocer, reducir y redistribuir el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado entre familia, Estado y mercado.

Además, debemos buscar contribuir a un mayor equilibrio: el repartir mejor las tareas entre habitantes del hogar y el tomar la licencia de paternidad que otorga la ley. La suma de estas pequeñas acciones va generando el cambio social necesario.

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Por último, es necesario concebir los cuidados como un derecho y como un bien público. Implica un nuevo paradigma de corresponsabilidad social para el cuidado que requiere de la participación central del Estado, de la responsabilidad de las empresas y de los hombres, y políticas activas que permitan liberar de la sobrecarga de trabajo y tiempo a las mujeres.  Tener un sistema nacional público de cuidados, no es reto menor. Como para todos los retos, el mediano y el largo plazo empiezan hoy.

 

*Juliette Bonnafé es Oficial de Programas para ONU Mujeres México

 

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