Por: David Salcedo Hernández

Las normas regulatorias mexicanas –también conocidas como NOM- y las certificaciones ISO (International Organization for Standardization) para las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMe), no solo avalan que se cumplen con diversos parámetros internacionales de operación, sino que, en el contexto del nearshoring en México, también podrían ser un vehículo para sumarse a la ola o una piedra en el zapato que las podría dejar atrás. 

Sobre todo porque hay un gran reto en materia de manufactura y proveeduría, ya que no existe un marco regulatorio de producción que permita el libre comercio entre las naciones, señala Roberto Durán Fernández, profesor e investigador de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey.

En cambio, por ejemplo, en la Unión Europea existen normas para los países integrantes que regulan la manufactura, procesos y distribución de productos y servicios para que todos los mercados tengan los mismos parámetros de calidad.

“Y es importante entender que estamos frente a un fenómeno de relocalización donde muchas empresas están trasladando sus cadenas de valor a México y necesitamos cierto lenguaje para saber que lo que le vendemos o compramos tiene un estándar industrial”, señala Durán.

ISO, certificaciones y sellos

En el país existen más de 40 normas regulatorias NOM para las diversas industrias, y a nivel internacional hay cerca de 25 mil ISO, según datos de Survey ISO y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).

Las certificaciones o acreditaciones avalan que las empresas cumplen con ciertos parámetros de calidad y dan certeza a los inversionistas de que estas industrias cuentan con procesos de producción seguros.

Algunos de estos certificados son de carácter obligatorio, como la NOM-018-STPS-2000 para la industria de químicos, que establece los requisitos mínimos para identificar y comunicar sustancias peligrosas; o la NOM-007-STPS-2000 de equipos de maquinaria, la cual indica los parámetros de instalaciones, equipo y herramientas utilizadas en las actividades agrícolas.

Sin embargo, el otro tipo de certificaciones, como las ISO o sellos otorgados por terceros, por ejemplo, por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente o el Organismo de Certificación de Establecimientos, son de carácter voluntario.

Según señala Durán Fernandez, pese a que estos no son obligatorios para que las empresas operen en México, en materia de nearshoring, son casi un deber, ya que los inversionistas requieren que los proveedores regionales cuenten con estas certificaciones.

“El mercado final necesita que mis insumos o distribuidores tengan esos estándares y en el T-MEC eso es muy importante porque las fábricas que vienen necesitan las certificaciones que digan que lo estoy produciendo es de aquí; que hay un cuidado ambiental o que garanticen ciertos procesos de seguridad tanto para las operaciones, como para los trabajadores”, indica.

No obstante,  en México menos del 1% de las industrias cuentan con certificaciones ISO, de acuerdo con datos de QAlliance, un organismo internacional de certificación de normas ISO.

Los must de las certificaciones ISO

Edgar Ortiz, director general del organismo certificador de ISOs, QAlliance, explica que aunque cada industria tiene sus particularidades, hay al menos tres de ellas que son un must para poder competir en el terreno del nearshoring:

  • ISO 9001: Establece los requisitos de gestión de calidad para satisfacer las demandas de clientes y certifica que una empresa tiene la capacidad de ofrecer productos y servicios que cumplan con las exigencias internas y externas de la organización.
  • ISO 14001: Se centra en crear un plan de manejo ambiental que incluye metas, políticas y procedimientos para minimizar los daños al ecosistema; señala responsabilidades, actividades de capacitación del personal, documentación y un sistema de control.
  • ISO 45001: Delimita riesgos y procesos de control en sistemas de trabajo para proteger la salud de los colaboradores y visitantes, evitando accidentes y enfermedades en el lugar.

“Esas tres son fundamentales para cualquier industria y tipo de empresa, pero mi recomendación es comenzar siempre con una norma a la vez”, indica Edgar Ortiz.

De acuerdo con el directivo de QAlliance, un proceso de certificación puede tomar de 4 a 8 meses de preparación previo a la visita de los auditores, y se le suma de uno a 6 meses para certificar a una compañía.

El precio de una certificación ISO depende del tamaño, giro y número de sucursales. Para una PyMe el costo ronda los 25 mil pesos más IVA, para una mediana empresa entre 80 y 100 mil pesos más IVA, y para una de gran tamaño supera los 300 mil pesos más IVA.

“Pero las ganancias superan por mucho al costo de la ISO, porque a pesar de que no son una obligación como las NOM, ayudan a tener esa confianza de que cumples con los requerimientos y calidad, y aunque por ley no es obligatoria, las industrias del nearshoring te las piden para trabajar con ellas”, finaliza Ortiz.

 

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