Cuando Diana Obando era niña y la noche caía, la finca donde se reunía su familia paterna se iluminaba con velas, al punto de convertirse en un “hervidero” de historias sobre muertos, duendes y fantasmas; aunque en realidad predominaban relatos sobre los guaqueros, esas personas que buscaban tesoros en tumbas indígenas y yacimientos arqueológicos de la época prehispánica. Su abuela paterna, dice, fue sobreviviente de la masacre de Íbama y sus tíos abuelos, de la masacre de Mapiripán.

Obando atestigua que, antes de la palabra escrita, existió en su vida la palabra oral, una pieza fundamental que le permitió recoger en el galardonado Erial, 18 relatos y un prefacio donde da vuelta, corta, pega y transmuta historias que otras personas le han contado y las presenta a modo de instantáneas en un estilo muy suyo.

Bajo el serio semblante de la bogotana se asoma la alegría de expresar quién es: “Una humana que cuenta historias humanas para otros humanos”; relatos a voces que “salen de lo hegemónico” para exaltar la oralidad de las tradiciones ancestrales.

Y es que, para Obando, escribir se ha convertido en un proceso de sedimentación, de ir descubriendo su linaje; uno que se conjuga con proyectos de memoria histórica como el que desarrolló en la Organización Femenina Popular, de la cual formó parte junto con otros seis escritores.

Diana Obando
Foto: Archivo Obando

La autora ahonda en temas que fue acopiando a propósito de lo que ella considera “necesidades muy prácticas y vitales” que se han adherido a su proceso de escritura. Así, se ha especializado en la práctica de terapia craneosacral y masaje energético. También explora sus capacidades como onironauta.

De hecho, su primera obra, Galipotes (con la que se graduó de la maestría) trata sobre personas que
experimentaban con plantas asociadas al sueño lúcido. “Más adelante, esto se fue transformado en una forma más de retroalimentar el proceso de escritura desde procesos más hondos respecto a sobre qué, desde dónde y con quiénes quiero escribir”, argumenta.

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La cerámica y la herbolaría también se han visto reflejadas en sus relatos mediante un acercamiento
al mundo mineral
y vegetal. Para ello, siempre se vale de una amplia investigación que realiza hasta estar bien segura de haber agotado todos los aspectos del tema e incluir, de manera deliberada, la relación de sus personajes con estos mundos, y así “armar una sola materia”.

Un ejemplo de esto lo vemos en Plantas de Ciudad, un fanzine hecho con Sara Muñoz y Monika Bock donde, en 10 relatos, se cuestionan las relaciones entre las personas y el mundo vegetal en el contexto específico de Bogotá.

Diana Obando
Foto: Erial/Archivo Obando

Foco a lo importante

Obando expresa las tradiciones ancestrales con las que ha tenido acercamientos a través de una escritura que sintió validada cuando leyó a Nathalie Sarraute, en un momento en el que se cuestionó sobre su propio estilo y los finales en sus narrativas. Rememora que contaba relatos enteros en donde el nudo era toda la composición de la pieza literaria, sin un desenlace impactante o sorpresivo para el lector, lo que ella considera “escrituras no hegemónicas”, porque lo importante era lo que pensaba en ese instante.

Reconoce que, entre sus principales fijaciones a la hora de escribir, destacan las atmósferas, es decir, todo lo que rodea a los personajes. No sólo una atmósfera física, también emocional, lo mismo que las relaciones entre los seres humanos. “A mí me intrigaban mucho las personas, me llamaba intensamente intimar, cómo llegar a tener ese momento de valiosa y real intimidad con la gente; entonces, creo que eso también está en mi escritura”.

“Creo que uno colectivamente avanza a pasos agigantados. Es increíble lo que se produce con el sólo hecho de compartir”

Diana Obando

Su estilo comprende, asimismo, la colectividad con mujeres, aunque Erial y Galipotes son obras escritas en solitario. “Creo que uno colectivamente avanza a pasos agigantados. Es increíble lo que se produce con el sólo hecho de compartir”.

Actualmente, Obando lleva dos años trabajando en un libro junto con otras siete mujeres. El tema gira en
torno a un sistema que sirva para el estudio de plantas medicinales desde una perspectiva mestiza que se decanta a través de historias de las plantas o de mitos, y está compuesto en dos partes: la primera es el sistema que tiene como pilares el hambre, la herida y el veneno; la segunda comprende la aplicación de este sistema a través de siete plantas que han estudiado durante dos años. El libro probablemente vea la luz este mismo 2023.

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A la par, divide su tiempo para trabajar en un proyecto de escritura sobre la masacre de Íbama. “Básicamente, será un libro sobre lo que implica el exterminio cultural, no sólo en términos del exterminio físico, sino de una forma de estar en el mundo que se muere cuando mueren quienes se ponían en relación con las cosas y su entorno de una manera irrepetible, y eso desaparece”.

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