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Decía Mark Twain que dejar de fumar era muy fácil, que él lo había hecho cientos de veces. Quizá eso es lo que los 10 mil espectadores que acudieron este miércoles 18 de mayo al primero de los dos conciertos de Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943) en el Auditorio Nacional esperan, que el cantautor catalán deje “el vicio de cantar”, como llamó a la gira con la que se despide de los escenarios “para siempre”… pero sólo por un rato.

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Joan Manuel Serrat, el superviviente en México

Superviviente del cáncer y del franquismo, aunque no en ese orden, este catalán es uno de los artistas fundamentales para entender la historia de Iberoamérica de los últimos 60 años, un cantautor prolífico que ha creado algunas de las más profundas canciones tanto en catalán como en español de las últimas décadas y que además democratizó los poemas de personajes fundamentales de nuestra lengua al ponerles música y convertirlos en populares canciones.

La luz al final de ese oscuro túnel llamado pandemia por COVID-19 parece que empieza a alumbrar, sin embargo, en la nueva normalidad es extraño tener que portar un cubrebocas al interior de un inmueble para presenciar un concierto. Aún así, los 10 mil espectadores que acudieron al Auditorio Nacional no se amilanaron, ocuparon su localidad y aguardaron pacientes hasta que en el escenario apareció Serrat.

Joan Manuel Serrat
Foto: Johnny Louis/Getty Images.

Vestido con impecable traje oscuro, este catalán que llegó a México por primera vez en 1969, huyendo del autoritarismo que Francisco Franco mantenía en España, salió al escenario y bastó esa acción para que los asistentes se entregaran, no era necesario pagar por ver, sabían que el otrora soñador de pelo largo no los iba a defraudar.

La vida está hecha de constantes, como eros y thanatos, amor y muerte, elementos esenciales en la obra de todo autor fundamental, y Serrat no es la excepción, así, el músico arrancó con clásicos como: “El carrusel del Furo” y “Romance de Curro ‘el Palmo'”, “Lucía” y “No hago otra cosa que pensar en ti”.

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Vino después “Algo personal”, una canción siempre vigente -no importa cuándo la escuches-, una crítica al sistema occidental, a esos “que se arman hasta los dientes en el nombre de la paz”, para luego dar paso a un emotivo momento, como preámbulo para entonar “Nanas de la cebolla”, ese poema musicalizado de Miguel Hernández, poeta mayor de nuestra lengua, asesinado durante el franquismo.

Serrat, viejo marinero supo llevar la nave a buen puerto, con clásicos de su repertorio y otros menos populares, administró bien la nostalgia y la emoción, no faltaron: “Señora”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “Hoy puede ser un gran día” o “Aquellas pequeñas cosas” -aunque Rafael Berrio, esté donde esté, no coincida con ellas.

Sonaron los acordes de ese himno escrito para esa zona que es la cuna de la cultura y civilización occidental: “Mediterráneo”. Sin duda, este lapso fue uno de los momentos más emotivos de la noche, lo mismo que con “Cantares”, quizá la canción más famosa de Joan Manuel Serrat, cuyo poema de Antonio Machado revela la esencia de la vida: “Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar”.

Llegó la parte final del concierto, cuando el cantautor catalán comenzó a recordar los años mozos, porque no es que el tiempo pasado haya sido mejor, sino que simplemente éramos jóvenes. Relató su llegada a México en plena efervescencia tras el 68, su concierto en Bellas Artes y, según dijo, más emotivo aún, el del Auditorio Justo Sierra (a.k.a. Che Guevara) de la UNAM en el tiempo de las revueltas estudiantiles.

Un adiós con deseos de un regreso

Agradeció todo el aporte de México a su persona y entonces se dispuso a cantar “Un mundo raro”, de José Alfredo Jiménez, de quién más, de ese profeta de todos los destinos. Tan emotivo fue para el obviamente hincha del Barça y amigo de Guardiola, que soltó en llanto al terminar la canción. Serrat preparó así la despedida, sonaron los acordes de “Las golondrinas” y con ese ritmo abandonó el escenario, mientras 10 mil almas aplaudían de pie y pedían una más. Joan Manuel Serrat dijo que se retiraba del vicio de cantar, pero dejar un vicio nunca es fácil, lo sabemos, así que esperamos ansiosos la recaída.

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