Ante la falta de respuesta al ultimátum de rendición incondicional lanzado por los Estados Unidos y sus aliados al Imperio Japonés, Little Boy vio anticipada su participación en la Segunda Guerra Mundial y justo hace 72 años cayó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima ocasionando la muerte de más de un millón de personas. Los daños colaterales son incontables, inmencionables en cuestiones médicas e inenarrables en términos históricos. Hiroshima es una de las tragedias humanitarias más grandes de la historia contemporánea que no ha tenido la voz que merece porque quienes ganaron la guerra son los mismos que escribieron la historia y son los mismos que confabularon el uso de armamento nuclear contra civiles. El fin de la Segunda Guerra Mundial, dejó en la comunidad internacional diversas preocupaciones; principalmente centradas en la reconfiguración del orden económico y político que imperaría, la división del mundo en dos grandes bloques también implicó la carrera armamentista y por consecuencia los países alineados a cualquiera de los dos hegemones se vieron inmersos en el proceso de desarrollo de tecnología militar o en la importación de armamento de las grandes potencias para poder responder a los mecanismos de defensa y cooperación establecidos en cada bloque. No fue hasta 1968 que se firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que permitió a sólo cinco países la fabricación de armamento nuclear (EU, Francia, Reino Unido, URSS y República Popular China) y esta excepción estuvo fundada en el “derecho” que les confería la realización de ensayos nucleares; coincidentemente, estos cinco países son los países que desde 1945 han tenido asiento permanente en el Consejo de Seguridad (Rusia tomó el lugar de la ex URSS). Un año más tarde (1969), se firmó en México el histórico Tratado de Tlatelolco (Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe) que no sólo obedecía a la inercia de limitación de armamento nuclear sino que le devolvía a EU un poco de la certeza en su liderazgo regional que había perdido con la Crisis de los Misiles en Cuba unos años atrás. En 1972, Richard Nixon y Leonid Breznev iniciaron una nueva etapa en la relación bilateral entre EU y la extinta URSS, gracias a la firma del SALT (Strategic Arms Limitation Treaty, por sus siglas en inglés). Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que se han puesto en la regulación de la producción de armamento nuclear, el origen de la controversia reciente entre EU y Corea del Norte no radica en el hecho de que el país que lidera Kim Jong-un no sea parte del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares; pues, de hecho, ratificó el Tratado y revocó su firma en 2003. El problema según los expertos en desarrollo de armamento nuclear, es que no se ha regulado la producción y utilización de uranio enriquecido que además de ser el componente central de las cabezas de misil nuclear, también puede ser utilizado para la creación de energía eléctrica por lo que, en estricto sentido, cualquier país con una planta nuclear con fines eléctricos tiene alto potencial de desarrollo de armamento. Si bien es cierto que el incumplimiento de Corea del Norte a Tratados Internacionales merece una sanción, también es cierto que la contundente respuesta del presidente Trump acerca de la reacción de EU ante un eventual ataque de Corea del Norte, refrenda el sentido del “viejo y conocido refrán”: quien no conoce la historia está condenado a repetirla.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @ArleneRU Linkedin: Arlene Ramírez-Uresti Google+: Arlene Ramírez Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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