No para todos, pero para muchos, el 1 de diciembre del 2018 quedaba inscrito en la historia como un capítulo prometedor, no se escatimó en promesas ni en retórica, al pueblo se le endulzó el oído durante 18 años y finalmente, la oportunidad estaba ahí.

Con un efímero intento de innovación, se habló de ahorro en el gasto público, de un sistema de salud de primer mundo, del fin de la corrupción, fin de la impunidad, fin de la guerra y del fin de la época neoliberal en el país.

Durante los últimos cuatro años sigue habiendo mucho qué decir; vastos son los otros datos, las excusas, los reproches al pasado, y amplia es la urgencia de calentar los ánimos electorales para poder garantizar la continuidad. Una única constante: escasos o nulos resultados, un país dividido, mayoritariamente resentido, incendiado y sin rumbo.

Es cierto, el país que se recibió en 2018 ya no existe. Hoy, es mucho peor.

En el sexenio de los otros datos, de las confabulaciones, los complots y los adversarios, el Estado de Derecho brilla por su ausencia, el autoritarismo, la militarización y la exacerbada violencia son los resultados de un desgobierno que incluso ha puesto en entredicho el rol de México en la comunidad internacional.

En riesgo el TMEC, quebrado el sistema de salud, obras prioritarias para el presidente pero no para el país, un creciente desempleo, reformas a modo y la educación como última prioridad, son parte del recuento de estos últimos 4 años en los que los pobres no han logrado ser primero.

De las diez promesas más representativas de aquel discurso del 1 de diciembre del 2018, ninguna se ha concretado, y en un sexenio que agoniza desde hace varios meses es impensable que alguna se pudiera concretar.

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

La libertad de prensa comprometida y subyugada, las energías limpias despreciadas, la clase media tachada de aspiracionista y los libros ninguneados como remedio contra la delincuencia son el retrato de cuerpo entero de un gobierno al que siempre le importó el protagonista, pero nunca la Nación.

Es cierto que en el sexenio de López Obrador el 1 de septiembre ya no es el día del presidente, como lo fue por muchos, muchos años; porque en este sexenio, todos los días son el día del presidente.

Los relatos a medias y las mentiras constantes siguen resonando como logros y verdades absolutas en los oídos de los más olvidados, los más desprotegidos, de quienes siguen esperanzados a la mano extendida, a quien les da el pescado pero jamás les enseñará a pescar.

A México se le extraña en los foros, cumbres y organismos internacionales, hace falta nuestra voz, falta la cordialidad, la cabalidad, los buenos oficios, la defensa de las causas justas. 

México está herido; pero suerte, no es destino.

Suscríbete a Forbes México

Contacto:

Correo: [email protected]

Twitter: @ArleneRU

LinkedIn: Arlene Ramírez-Uresti

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Controversia en el Capítulo 8
Por

Para EU el factor determinante para la estabilización de su balanza comercial no es la relación comercial con México y C...