Lo ocurrido durante una histórica jornada electoral intermedia, es reflejo de una sociedad polarizada, de un sentido de unidad nacional fragmentado y de un intento desesperado de salvar a las instituciones nacionales que con el paso del tiempo se han desgastado y ya no responden a la necesidad de la compleja contemporaneidad de su población. Con angustia en el rostro, los jóvenes DACA, los dreamers ven más alejado el sueño de cumplir sus aspiraciones profesionales, saben que los resultados de las intermedias ponen en juego el mantenimiento de la reforma migratoria; las becas y préstamos para educación superior se esfuman, pero no así el espíritu combatiente que les llevó a las urnas en esta extrapolada jornada. Ante unas midterms en las que la expectativa y las encuestas no se reflejaron en el resultado final, y en el escenario político más complejo, la amplia desaprobación del presidente favoreció la instauración de un sistema de contrapesos políticos que hoy por hoy, confirman que en Estados Unidos no hay un partido político dominante. Al Partido Demócrata le urge la formación de nuevos cuadros, ya se vio que no les alcanzó la figura del expresidente Obama ni la de Hillary Clinton para empujar un voto que pueda acabar de tajo con el “orden” político imperante. Más bien el éxito de la estrategia demócrata radica en la inclusión de candidatos de las mal llamadas minorías, como un mensaje claro de unidad ante los embates racistas e intolerantes del presidente Trump. Si bien es cierto que el tema migratorio fue capitalizado adecuadamente por los republicanos, también es cierto que en estados como Texas, la respuesta de los migrantes fue tan sorpresivamente favorecedora para los demócratas que incluso hubo momentos de la jornada en los que parecía que el poder político de Ted Cruz llegaba a su fin. Eso en sí, es una victoria demócrata. A todas luces se vienen tiempos nuevos en la política de los Estados Unidos. Los últimos dos años de la administración Trump no sólo se enmarcarán por el rumbo de la agenda legislativa, sino que como lo dijo Chuy García, duranguense de nacimiento y recién electo senador por Illinois, la sociedad estadounidense está obligada a seguir de cerca las acciones de gobierno de Donald Trump y así incidir en el rumbo del proyecto de nación. El presidente está a punto de ver un cambio de la hegemonía a la pluralidad, del capricho a la racionalidad; claro, si cada actor realiza desde su trinchera la encomienda que se le han conferido. El camino hacia la reelección está sobre la mesa, y deberá cuidarse en extremo la polarización también al interior de los partidos. Esta elección expuso la fragmentación al interior del Partido Republicano, donde el ala ultraconservadora busca tomar ventaja sobre los moderados y, en el Partido Demócrata los grupos más izquierdistas del Partido reclaman la sistemática relación entre los tres órdenes de gobierno y la figura presidencial. Todo, absolutamente todo en las elecciones intermedias se trató acerca de Donald Trump. Su discurso, sus detractores, sus fervientes simpatizantes, y su incapacidad para mantener unida a la nación, sus éxitos, sus fracasos. No obstante, la elocuencia con la que se dirige a sus audiencias y la retórica utilizada como capital político, le dieron a Trump la sensación de que sí, el triunfo era de él. Ante temas coyunturales como el muro, la agenda migratoria, el libre comercio, el sistema de salud pública, el presidente de los Estados Unidos tendrá que negociar, acordar y trabajar en equipo con su Congreso, pues ya no le queda mucho tiempo, y aún le falta mucho por hacer.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @ArleneRU Linkedin: Arlene Ramírez-Uresti Google+: Arlene Ramírez Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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