La llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina significará una revisión del pasado. Su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, es hija de militares y trabaja para matizar, o de plano suprimir, los esfuerzos que se han hecho desde la vuelta a la democracia para esclarecer y juzgar el espanto que desató la Junta entre 1976 y 1983.  

Es un tema de la mayor relevancia, porque se supondría que existían los consensos básicos sobre las atrocidades que se cometieron desde el golpe que destronó a María Estela Martínez de Perón y que llevaría al poder al general Rafael Videla y del daño a los derechos humanos que ello significó. 

En Argentina se estableció un régimen de terror que derivó en la desaparición y tortura de miles de personas. Al menos se habilitaron 700 centros de detención clandestina y el más relevante de ellos estuvo en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA).

Hace apenas unos meses, la UNICEF declaró Patrimonio Mundial el predio y las instalaciones de lo que fue la ESMA. Ahí se encuentra, desde 2015, un museo de la memoria.

El presidente Alberto Fernández señaló: “la memoria hay que mantenerla viva para que las malas experiencias no se repitan. En la ESMA se expresó lo peor del terrorismo de Estado. Argentina en esos años sufrió la persecución de todos los que se oponían a la dictadura militar.”

Una de las propuestas de Milei y su vicepresidenta es que ese espacio deje de existir, para convertirse en un “lugar de disfrute de todos los argentinos”.  

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Para nada es extraño que la ultraderecha trate de borrar episodios bochornosos de las Fuerzas Armadas, pero lo hacen también por motivos pragmáticos, ya que una de las propuestas de Milei es que los soldados y marinos participen en tareas de seguridad interior, algo que ahora tienen prohibido. 

Las restricciones provienen de las experiencias internacionales que muestran que no es una buena idea utilizar al Ejército en funciones policiales, pero en el caso argentino hay que sumar la necesidad de sacar a los generales y almirantes del terreno político, por motivos más que obvios. 

Pero esta suerte de vena negacionista de Milei y Villarruel, es apenas una postal de un programa mucho más amplio, que contempla la desaparición de ministerios de Salud y Educación, así como la dolarización, cierre del Banco Central y venta de empresas públicas, como Yacimientos Petrolíferos Fiscales, la Radio Nacional y la Televisión Pública. 

Milei puede equipararse a Donald Trump y a Jair Bolsonaro, pero lo inquietante será palpar cómo gobierna alguien que se define como anarcocapitalista. 

Más allá de errores del Peronismo y del apoyo de Patricia Bullrich, exsecretaria de seguridad de Mauricio Macri, quienes funcionaron como tranquilizadores para votantes indecisos, se abre una gran incógnita para Argentina, un país en el que avanza la pobreza y la inflación es el 140% anual. 

Llegó la ultraderecha a la Casa Rosada y eso significará un cambio, aunque su intensidad aún esté por calibrarse. 

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