Por Uriel Naum Ávila Hay una frase muy usual entre los especialistas en prevención de desastres: “Los terremotos no matan gente; son los edificios y las circunstancias de las personas” las que lo hacen. Salvaguardar la vida es la tarea más importante de la protección civil. Pero la frase deja claro que la condición para lograrlo, como indica la Ley General de Protección Civil vigente, es procurar el buen estado de “bienes, infraestructura, planta productiva y el medio ambiente” que nos rodea. Esta visión de la protección civil en México, producto de la experiencia del terremoto de 1985, ha traído como consecuencia estrategias más integrales para enfrentar los fenómenos naturales, pero también el perfeccionamiento de metodologías para entender en términos económicos los daños y el “mercado” generado alrededor de las catástrofes.

Desde 1990, el Cenapred evalúa las pérdidas económicas de los desastres naturales en México. Las del sismo del 19 de septiembre de 1985 se estima que representaron 2% del PIB. Foto: Manuel Velasquez/Anadolu Agency/Getty Images.

Algunos llaman a esto último “la economía de la protección civil”. En México es un concepto con el que pocos están familiarizados, pero ya se dio el primer paso para su divulgación y entendimiento, con la creación, en 1988, del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), a cargo de la Secretaría de Gobernación, y en especial de su área de Estudios Económicos sobre Desastres, que tiene un foco muy particular en la evaluación de daños a la infraestructura y su impacto en el comercio. Esto explica que, por ejemplo, a poco más de una semana del temblor de magnitud 7.1, del pasado 19 de septiembre, el presidente Enrique Peña Nieto haya dado a conocer que los daños estimados fueran de alrededor de 37,000 millones de pesos (mdp), con afectaciones para 250,000 mexicanos que perdieron su vivienda. “Para entender la economía de la protección civil, piensa en un desastre: se movilizan herramientas, maquinaria, equipo de salvamento, grúas, etcétera. Hay una cadena de valor similar a la de cualquier otra industria”, comenta Ricardo Zapata-Martí, consultor internacional en Evaluación de Desastres y exfuncionario de Naciones Unidas y la Cepal. Te puede interesar: Avanza Ley de Ingresos que busca 43,000 mdp para la reconstrucción

El 55% del gasto en reconstrucción en México suele dirigirse a infraestructura, y entre 15 y 20%, a vivienda. Foto: Fernando Luna Arce / Forbes México.

Zapata-Martí explica que esa cadena de valor se extiende a lo largo de tres etapas: la prevención, la adaptación al tipo de amenaza que se tiene y la resiliencia (fase de superación de un desastre). En la primera, dice, la economía se activa, por ejemplo, con la demanda de servicios de capacitación y equipo contra incendios; en la segunda, con el reforzamiento de las construcciones; y, en la tercera, con nueva infraestructura (tan sólo el sector construcción está vinculado a 37 ramas industriales, como las del cemento, vidrio y plástico). “Hay toda una actividad positiva de hacer las cosas bien. La competitividad no se pierde si inviertes en prevención; al contrario, vas a ganar competitividad al evitar pérdidas por posibles desastres”, dice el exfuncionario de la Cepal. Y hacer las cosas bien, prevenir, tiene beneficios económicos tangibles. Norlang Marcel García, subdirector de Estudios Económicos y Sociales sobre Desastres, del Cenapred, comenta que, si bien cada fenómeno natural tiene impactos diferentes, su área realizó un estudio comparativo entre un fenómeno hidrológico ocurrido en Tabasco en 2007 y otro que tuvo lugar en el mismo sitio en 2009, con características similares. Te puede interesar: Registrar la destrucción sísmica

2014 estuvo marcado por fuertes lluvias en el país y se ejercieron recursos del Fonden superiores a 36,000 mdp para hacer frente a los desastres. Foto: Gustavo Graf/Bloomberg via Getty Images.

En el primer año no se contó con un plan de prevención acabado, mientras que, en el segundo, sí. Entre las acciones que se llevaron a cabo estuvieron la movilización temprana de la población y el resguardo de bienes. Los resultados de esta investigación comparativa arrojaron que, por cada peso invertido en prevención de infraestructura y mitigación de riesgos en el estado de Tabasco, el ahorro fue de entre tres y cuatro pesos. De acuerdo con Gines Suárez Vázquez, especialista en gestión de riesgos del BID, por cada dólar para prevenir, los países pueden ahorran de cuatro a siete dólares en daños, según estudios del organismo internacional. La experiencia ha demostrado al especialista Zapata-Martí que los recursos que se destinan a protección civil en procesos de reconstrucción son del orden del 10 y 20% adicionales a la inversión total. Estos recursos no sólo van a ladrillos mejorados, también a rubros de prevención y capacitación. Te puede interesar: La reconstrucción es una nueva oportunidad para México

Los países que planifican un nuevo desarrollo urbano después de una catástrofe destinan 10 o 20% más del costo total a mejora de materiales. Foto: Julio Hernández.

Bolsas de la “industria” Existen dos fondos importantes directamente vinculados al tema de protección civil en México: el Fondo para la Prevención de Desastres Naturales (Fopreden), y el Fondo de Desastres Naturales (Fonden). Mientras que el primero, como su nombre lo indica, es para que las entidades lo utilicen principalmente en bienes y servicios de prevención, el segundo es para mitigar y reconstruir áreas afectadas por catástrofes. Si bien organismos como el BID o la Cepal coinciden en que México es de los pocos países del mundo en contar con fondos de desastres (otros países, como los africanos, sólo lo tienen en la ley), lo cierto es que los recursos para prevención del Fopreden están muy por debajo de los de mitigación de catástrofes del Fonden (apenas representan 0.6%) y lo presupuestado para este último fondo, año con año, está muy por debajo de lo que se termina destinando a paliar el embate de los fenómenos naturales. El año 2014 fue el que mayor margen de diferencia tuvo entre los recursos autorizados para el Fonden en el presupuesto de egresos de la Federación y el ejercido. Ese año, en el que el país sufrió fenómenos naturales como el huracán Odile, que azotó la península de Baja California Sur, se presupuestaron 7,217 mdp, pero se terminaron utilizando 36,574 mdp. Te puede interesar: Crowdhelping y Datos Abiertos en tiempos de desastre

Especialistas estiman que, en el futuro, las tecnologías tendrán mucho que aportar en la mitigación de catástrofes en las principales urbes del país, convirtiéndose en un eslabón estratégico de la cadena de valor de la “industria” de la protección civil. En el desarrollo de aplicaciones, en particular, ven un importante potencial. Foto: RaúlMartínez

Para el año en curso, se autorizaron 6,036 mdp, pero se estima que el impacto del temblor del pasado 19 de septiembre lleve el presupuesto ejercido por arriba de los 40,000 millones. Otro aspecto relevante es que los presupuestos de estos fondos no siguen la misma tendencia de crecimiento de los impactos, principalmente hidrometeorológicos, que se espera cause el cambio climático en México y la región latinoamericana. Las proyecciones climáticas medias para este siglo sugieren un aumento de la temperatura de entre 1 y 3.7 ºC, llevando los costos de los procesos de adaptación en América Latina, en 2050, a 1.5 y 5% del PIB regional. En la actualidad, la Cepal los estima en 0.5% del PIB. Esto implicaría que el Fopreden y el Fonden cuenten cada vez con más recursos en su presupuesto, cosa que no sucede (ver las cifras de éstos en los recuadros). Negocios que vienen Uno de los sectores que comienzan a beneficiarse de la economía de la protección civil, sobre todo a nivel macro, es el de los seguros. En 2006, México se convirtió en pionero en América Latina al emitir un bono de catástrofe (son emitidos por gobiernos o empresas de reaseguros) de 160 mdd para cubrir los daños de un potencial terremoto (se desconoce cuánto recibirá México por este seguro). Pero asegurar infraestructura es muy costoso y pocos países recurren a ellos, por lo que la oferta es escasa, según el BID. “[Cuestan] hasta cuatro veces lo que un país promedio está dispuesto a pagar por ellos”. Estos seguros están pensados para dar solvencia a los negocios que se ven afectados después de un fenómeno natural. En la Ciudad de México, hoteles, restaurantes y cines vieron disminuir la afluencia de clientes hasta en 60% en los días que siguieron al temblor del 19 de septiembre. Así como los seguros comienzan a ganar presencia en la economía de la protección civil, existen otros eslabones que podrían, en el futuro próximo, incorporarse a su cadena de valor. Uno de ellos es el tecnológico, donde hay un amplio espacio para su desarrollo en temas de alerta temprana, análisis de materiales, valoración de daños vía aérea y satelital y análisis de estructuras. “La protección civil y la tecnología estarán ligadas al mercado que generen las futuras ciudades inteligentes. Hablamos de nichos de negocios que están surgiendo, por ejemplo, para el monitoreo de fenómenos naturales, ubicación de la población, cálculo de riesgos y movilidad por medio de aplicaciones”, dice el especialista en gestión de riesgos del BID. Te puede interesar: El sismo terminará con la fiebre por vivir en la Roma y Condesa

Foto: Angélica Escobar/ForbesMx

Se buscan autoridades y empresarios honestos El buen estado de un inmueble es responsabilidad de todos: constructores, propietarios, directores responsables de obra y autoridades. Si un eslabón falla, falla todo.  Por Ruth Mata La Ciudad de México está construida sobre suelo blando, sobre el antiguo Lago de Texcoco. Este factor obliga a que no en todas las delegaciones se apliquen las mismas reglas de construcción. Así, no es la misma cantidad de acero la que se requiere para edificar en las colonias Roma y Condesa, que en las colonias más alejadas del Centro Histórico de la CDMX. De acuerdo con información del gobierno de la Ciudad de México, se estima que aproximadamente 10,000 inmuebles tienen algún tipo de daño; 500 son inhabitables. ¿Quién es el responsable? ¿A quién hay que exigirle cuentas? Las responsabilidades son compartidas, explica Florencio Hernández, fundador del Colegio Mexicano de Ingenieros Civiles (CMIC): “El Director Responsable de Obra (DRO) y el corresponsable en diseño estructural serían los responsables de firmar toda la documentación, como planos, cálculos, etcétera, con la finalidad de garantizar ante las autoridades que la construcción está bien hecha. La autoridad es la encargada de revisar que toda esta documentación esté en orden y aprobar la construcción”. La licencia de construcción es el primer documento que se emite antes de iniciar la edificación, y debe ser firmada por el DRO y, en su caso, agrega el especialista, por el corresponsable en Diseño Estructural. La licencia puede otorgarse por un periodo de seis meses y puede renovarse de acuerdo con las exigencias y el tiempo que se lleve la construcción. El DRO es un profesional certificado únicamente por la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi), en el caso de la Ciudad de México. Este profesional, para ser DRO, debe acreditar con cédula profesional que es arquitecto, ingeniero arquitecto, ingeniero civil, ingeniero constructor militar o ingeniero municipal. También requiere presentar una carta del Colegio de Profesionales correspondiente, acreditando la vigencia. En la Ciudad de México se requiere que el DRO sea colegiado. Puede ser, por ejemplo, que pertenezca al Colegio Mexicano de Ingenieros Civiles, al Colegio de Ingenieros Militares, o al Colegio de Ingenieros Municipales. Los candidatos a DRO deben presentar un examen de evaluación para obtener su registro. El examen es exhaustivo y el otorgamiento del carnet se somete a votación de las autoridades y de los representantes de los colegios. “La responsabilidad legal [del estado de una construcción] recae sobre las personas que firmaron y fungieron como DRO o, en su caso, los corresponsables de diseño estructural. Ellos son los responsables directos desde el punto de vista legal”, dice Hernández, del CMIC. De acuerdo con el fundador del CMIC, entre los años 2011 y 2014 llevaron a cabo un estudio en el que detectaron que, por lo menos, se habían entregado 30 carnets (documento que certifica a un DRO) que no tenían sustento: “Lamentablemente, hemos visto que hay algunas edificaciones colapsadas de reciente construcción; en esto, debo decirlo, lamentablemente [tiene] responsabilidad la autoridad, porque tenemos entendido que se han otorgado carnets a personas que no cumplen con el perfil”. Para Tito Fenech, presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros de la República Mexicana, es importante revisar los protocolos de otorgamiento de los registros como peritos DRO; esto no sólo en la Ciudad de México, explica, sino en todo el país: “Existen más deficiencias alrededor del país de las que a uno le gustaría escuchar, pero la verdad es que en algunos lugares son más exigentes. En algunos les piden un número mínimo de horas de capacitación y actualización profesional al año; en otros lugares, nada”. Fenech explica que no en todas las demarcaciones se solicita que los DRO estén colegiados, y que el hecho de que estén colegiados implica que detrás del DRO existe un organismo que lo respalda, se le expide una carta de visto bueno y la autoridad lo acepta: “En muchas ocasiones no es así; o las revisiones que hacen están muy light o muy por encimita; por eso, considero importante que este protocolo se homologue en todo el país”. Pero la homologación del protocolo no es tan fácil, porque la ley otorga a los ayuntamientos facultades en materia de construcción y autorización de uso de suelo. En este sentido, agrega, no existe un registro federal y no podría existir, pero sí un código de construcción federal o una ley de construcción en donde se pudieran establecer los requisitos mínimos para un DRO.

Foto: Staff Diseño Forbes

Tecnología pensar en la “ciudad del futuro” La tecnología es la mejor herramienta para afrontar la adversidad; transforma las ciudades en sentido positivo y evitará que las catástrofes afecten con la misma magnitud que como lo hacen hoy en día. Por Alejandro Medina En México se hizo el silencio el 19 de septiembre de 1985, pasadas las 07:19 horas. Un sismo de 8.1 grados apagó la voz y por 45 minutos nadie supo qué había pasado, hasta que las crónicas radiofónicas informaron a cuentagotas las dimensiones de la tragedia. 32 años después se repitió la crisis, pero esta vez nadie calló, pues la tecnología permitió saber, en segundos, los alcances del desastre. Twitter, Facebook, WhatsApp e Instagram tomaron el mando. “Las redes sociales demostraron que su valor va más allá de los memes, que son herramientas eficientes para conseguir que las personas puedan comunicarse y que, ante situaciones de crisis, su poder es inmenso”, dice Frank Estrada, especialista y consultor de social media. Pero, más allá de la explosión tecnológica que se vivió el 19S, la tragedia volvió a dejar un sabor amargo por las dificultades que aún tiene la CDMX para potenciar en su máxima expresión los beneficios de la tecnología en momentos críticos. Tecnológicamente, queda en evidencia que uno de los retos más importantes es convertir a la CDMX en una verdadera smart city, con la capacidad de utilizar las tecnologías de la información y comunicación (TIC) para hacer que la infraestructura garantice mayor seguridad y calidad de vida a los ciudadanos. En el día a día, la tecnología es también la opción para mejorar el transporte público, ampliar las opciones y facilitar la movilidad en la ciudad. En concreto, la apuesta es habilitar un sistema de transporte integrado y con operaciones coordinadas en beneficio de los pasajeros, indica Marco Priego, director de Movilidad de WRI México. “La idea sería crear una única aplicación para el transporte metropolitano, que se encargue de decirle a todos los sectores de la población qué está pasando en cada uno de los medios que existen, para que ellos puedan tomar el vehículo que mejor se acomode a sus necesidades”, explica. En los hogares donde el sismo dejó sin electricidad hasta por más de 10 horas a más de 4.7 millones de personas, Jaime Martínez Soto, fundador de la startup Proyecto Terra, sugiere tomar la propuesta de Elon Musk, el dueño de Tesla: hay que utilizar baterías recargables que, en unión con celdas solares generadoras de energía, puedan ser utilizadas en casas y oficinas para no depender del sistema eléctrico tradicional. En el terreno de la seguridad, Héctor Luna, director general de Motorola Solutions en México, ve factible que el país adopte modelos de seguridad como los aplicados en Inglaterra o Australia, cuyos sistemas de radiocomunicación ya no involucran únicamente la conexión por voz, sino que también permiten el envío de imágenes, archivos y video en streaming, seguros y encriptados, que son esenciales para dar más fuerza a las tareas de vigilancia. En línea con esto, el pretendido crecimiento de la banda ancha en México, con el proyecto de red compartida, daría la oportunidad de que se concretaran, en los próximos años, proyectos de seguridad pública para una mejor reacción ante situaciones de emergencia. Otro problema que urge repensar a la luz de la tecnología es la escasez de agua potable. Al respecto, Eymard Argüello, fundador de Agua Inmaculada, indica que es necesario que se trabaje en un programa de renovación de tuberías y se impulse el uso de herramientas para acotar su desperdicio. En Irlanda, por ejemplo, las regaderas cuentan con un botón que dota de agua por cinco minutos, motivando que la gente se bañe en ese tiempo. Finalmente, Álvaro Velasco, cofundador de la aplicación sísmica SkyAlert, advierte que es básico que se trabaje para concretar la creación de más soluciones tecnológicas que abarquen tanto el espectro de la prevención como el de la reacción, ya que hoy son muy pocas las que están dando este servicio. “Debemos considerar todos los fenómenos naturales (huracanes, inundaciones y sequías). En los próximos cuatro meses, colocaremos 70 nuevos sensores sísmicos, además de lanzar una aplicación de comunicación en situaciones de riesgo para las personas”, adelanta Velasco.
 

 

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