Por Andrés Arell-Báez* En cada ocasión que un noticiero o un documental hace un reporte sobre el cambio climático que azota el mundo, tema que por otra parte acaba de entrar en boga por la infortunada salida que Estados Unidos hizo del Acuerdo de París, una planta ligada a la industria del petróleo emitiendo cantidades ingentes de humo hace presencia. Y es claro que la quema de combustibles fósiles es el gran causante (eso, junto a la ganadería) del problema ecológico que enfrenta a la humanidad. Pero, para Víctor Manuel Arellano Peña, ingeniero del mundo petrolero con más de cinco décadas de experiencia a sus espaldas, la industria de crudos sí se puede adaptar a las nuevas demandas de la sociedad en materia ambiental y responder a la crisis económica que hoy la aflige. En Colombia, actualmente, en medio de un mar de acusaciones sobre una escandalosa corrupción, se inauguró la nueva planta de refinería de Cartagena, Reficar, equipada con tecnología de vanguardia que la posiciona a la altura de las mejores del mundo. El cambio que eso significa para el país es enorme; pero también podría ser un ejemplo de lo que el mundo entero podría y debería comenzar a hacer. Según Arellano Peña, “la industria petrolera es una que avanza de manera constante, buscando mejoras en el área ambiental y una clara optimización de sus procesos. Con las nuevas instalaciones de Cartagena, por ejemplo, el 95% del contenido de cada barril de petróleo se transforma en productos útiles. Antes de las inversiones, tan sólo se lograba transformar el 75%”. Pero, tal vez más importante aún, nos explica el ingeniero cómo habrá una mejora considerable en el ambiente y, sobre todo, en la salud. Citando un ejemplo que él usó, “Transmilenio (el sistema de transporte masivo de Bogotá), consumía un diésel que contenía 1.500 partes por millón (ppm) de azufre. Ahora consume  uno de 50 ppm, proveniente del diésel de la Refinería de Barrancabermeja. Con los nuevos procesos de Reficar, el combustible contendrá tan solo 10 ppm”. La importancia de lo anterior no es poca. Nos cuenta Arellano Peña qué, “los buses queman el diésel y eso se convierte en un hollín que llega al aire que todos respiramos. En él habitan partículas finas de 10 y 2,5 micrones, que los humanos consumen al respirar”. Según informa Le Monde Diplomatique, esas partículas son tan pequeñas que las fosas nasales no son capaces de filtrarlas, logrando entrar al sistema respiratorio e, incluso, al sanguíneo, causando infartos y fatalidades. De hecho, según la publicación médica The Lancet, el número de muertes en el mundo causadas por la polución es de 4,2 millones de personas, un número que supera en decenas de veces las causadas por los conflictos bélicos, incluido los asociados al terrorismo. Arellano nos cuenta una anécdota que nos hace creer que debemos y podemos seguir mejorando. “En Bogotá, hace décadas, uno se colocaba una camisa blanca y salía a la calle y pasadas unas horas el cuello quedaba negro por la contaminación”. Hoy no es así. Sí, lejos estamos del mundo ideal, más en ciudades como México, Pekín y Medellín, donde el smog está haciendo la vida imposible para sus habitantes y la situación obliga a actuar de manera veloz; pero mejoras se pueden hacer. Adicional a la mejora en el ambiente, la revista Dinero rebelaba cómo, durante la época de altos precios del petróleo, la bonanza en el país no se pudo aprovechar en su totalidad, puesto que “la actividad de refinación solo genera pérdidas que finalmente deben ser compensadas con los excelentes rendimientos del segmento de exploración y producción”. Hoy, en época de bajos precios del petróleo, y como dice Arellano Peña “con mejoras por hacer en las plantas de refinación de varios lados del continente” inversión en ellas, como la de Cartagena que fue de ocho mil millones de dólares, puede ayudar al negocio petrolero. Hacer una inversión que mejore el ambiente y el negocio del crudo parece una buena medida actualmente. Todo esto, porque como nos explica en nuestra charla nuestro interlocutor, “las perspectivas de los precios es complicada. Si sube el barril, los taladros en Estados Unidos comienzan a actuar de manera inmediata, incrementando la oferta y disminuyendo de nuevo los precios. Hoy, la OPEP y otros países como Rusia, están en el proceso de limitar la producción a los niveles de hace dos años, tratando de subir el precio. Pero con unos costos cercanos a los 40 dólares, cada vez que el WTI roce los 60 dólares, en Estados Unidos comenzará a incrementar la producción. En esas condiciones, parecería que el precio se va a mantener en menos de 50 dólares en el corto plazo”. Nuestro entrevistado, que hoy goza de la calma de un pensionado, conoce bien el proceso sucedido con Reficar, porque está ubicada ésta en su ciudad natal, pero también porque fue en esa empresa donde arrancó su vida profesional, cuando la planta pertenecía a la multinacional Exxon, en el año 1972. Posteriormente, esta pasaría a ser propiedad de Ecopetrol, empresa en la que estuvo hasta el año 1999, para irse a desempeñar labores gerenciales en OCENSA, una empresa de Ecopetrol en asocio con BP y la francesa Total. Finalizaría su carrera en la empresa italiana TIPIEL, enfocada hacia la construcción de infraestructura para el sector petrolero. Como Superintendente de Operaciones del oleoducto más importante de Colombia, el de Caño Limón Coveñas, el ingeniero se vio forzado a atender el derrame de más de 2 millones de barriles, producto de los incontables bombardeos de los grupos guerrilleros que enfrentaban al Estado. Esa situación, los derrames de crudo, es una de las consecuencias más desagradables del mundo petrolero, por su fuerte impacto en el medio ambiente; pero es una situación que también se puede tratar. De acuerdo a la experiencia de nuestro interlocutor, “cuando el hombre, en medio de un desastre de estos, ayuda a la naturaleza a limpiar, la naturaleza hace su parte biodegradando gran parte de lo echado a la naturaleza”. Uno de los derrames más grandes ocurridos en el país tuvo como resultado final 120.000 barriles vertidos sobre el rio Catatumbo, llegando a afectar al Lago de Maracaibo en Venezuela. Para poner en perspectiva todo esto, el Exxon Valdez botó 180.000 barriles en su momento. “En ese caso particular, un 40% del crudo se evaporó y otro 20% se incendió. Al final pudimos recuperar un 20% del contenido vertido, que es una tasa muy alta frente a los promedios mundiales”. Como nos dice Arellano Peña, “las energías alternativas se muestran muy limitadas a la hora de mover motores de gran tamaño”. En ese sentido, nos vemos forzados a mantener nuestra dependencia del mundo petrolero, no obstante la amenaza que eso cierne sobre nosotros. Pero como deja claro Arellano Peña, es momento de comenzar un fuerte proceso de renovación en la industria, una que le permita moverse en una nueva coyuntura de precios bajos y de exigencias para que sea ella más limpia. Frente a eso, he aquí una propuesta. *Andrés Arell-Báez es escritor, productor y director de cine. CEO de GOW Filmes.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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