Una franja amplia de la ciudadanía está dispuesta a defender la democracia. Es una corriente de opinión que coincide en la necesidad de proteger a las reglas que permiten votar en libertad, las instituciones que propician el equilibrio de poderes y a la propia Constitución.

Este domingo decidieron manifestarse en diversas plazas del país. Lo que los anima, curiosamente, es sostener esa escalera que ha propiciado la pluralidad y que ahora quieren serruchar quienes accedieron al poder por medio de ella, hace poco más de cinco años.

En las movilizaciones ciudadanas, que adoptaron el color rosa como distintivo, no hay un afán de sostener a un determinado partido o candidatura, aunque son evidentes sus simpatías, sino de salvaguardar la posibilidad de que cada seis años los ciudadanos sigan decidiendo el rumbo del país por medio del voto, gane quien gane.  

Es probable que, en otra circunstancia, las diferencias políticas e ideológicas habrían complicado el recorrido en conjunto, pero ahora es una convergencia que trasciende ideologías, porque se sustenta en la defensa de un suelo básico, ese que se construyó a lo largo de las últimas décadas y que ha significado, entre otras cosas, tres alternancias en la presidencia de la República con legitimidad y en paz.

A estas alturas es claro que existe la posibilidad de una regresión al modelo de partido hegemónico, eso se trasluce en las propuestas de terminar con los diputados plurinominales y con las senadurías de primera minoría.

Pero es aún más evidente en la intención de que los consejeros electorales, al igual que los magistrados del Tribunal, sean electos, por voto popular, para que estén sujetos a las fuerzas políticas mayoritarias.

Son ya tres las movilizaciones ciudadanas para respaldar al INE, a la SCJN y este domingo a la democracia misma.

Dos años de salir a las calles, desde aquel noviembre, cuando la iniciativa para debilitar a las instituciones electorales se discutía en la Cámara de diputados, pero luego para que los ministros de la Corte supieran que contaban con el respaldo ciudadano para realizar su trabajo con independencia, y en estos momentos, en que  ya se plantearon los términos de una contienda electoral en la que se definirá si seguirán existiendo los equilibrios en el poder político.

Lo notable, por supuesto es que hay una ciudadanía despierta, que se no se desanima y más bien encuentra motivos para continuar movilizada.

Además, son generosos, ya que las organizaciones que animan la defensa de las instituciones no han recibido dividendo alguno, en lo que serían candidaturas a senadurías o diputaciones. Ahí radica su fuerza y legitimidad, ya que su afán es genuino y se expresa desde la libertad que solo es posible de activarse por la sociedad misma. 

Ante un Zócalo repleto, Lorenzo Córdova, recordó que la democracia en México nunca fue un regalo y que, hace apenas cuatro décadas, no existía pluralidad en las cámaras y hacer política, desde el cuadrante opositor era un riesgo.

Apuntó que “no se vale exigir reglas de equidad y condiciones justas en la competencia política siendo oposición y violarlas sistemáticamente siendo gobierno”.

Ya que ello es una “deslealtad que hoy pone en riesgo a nuestra democracia”.

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