Por Nicola Morfini* y Bernardo Sainz Martínez** La victoria de Morena ha sido nombrada por el mismo AMLO “la cuarta transformación de México”. Después de la Independencia emprendida por el cura Hidalgo, la Revolución con Madero y la Reforma de Juárez, AMLO se anuncia a sí mismo como el inicio de una nueva gran etapa de transición. No obstante, los mexicanos aún no tienen claro en qué consiste tal transformación y qué repercusiones tendrá más allá de los eslóganes de campaña. No cabe duda que estamos a punto de entrar en una nueva fase política de México, pero no queda claro qué tan cerca estamos de una verdadera transformación democrática. La transición no depende de que un nuevo partido gane las elecciones. Una nueva fase implica un nuevo equilibrio estado-ciudadanos. Es decir, que cambien las dinámicas de representación política junto al control que los mismos ciudadanos y los grupos de presión tienen sobre los políticos. ¿Qué podemos esperar del nuevo gobierno? México está en una encrucijada. El tamaño de la victoria de Juntos Haremos Historia asegura a AMLO un enorme capital político, que bien canalizado, podría significar un verdadero cambio estructural para la política mexicana. Por un lado, el peligro de una regresión es real y latente. Por otro lado, AMLO podría llevar a México a una fase más avanzada de representación democrática. Es imposible negar que existe una seria posibilidad de que Morena adopte comportamientos políticos que solíamos asociar sólo con el priismo. Después del triunfo electoral de AMLO, muchos se han sumado al carro del ganador. Si esta tendencia a converger continúa, Morena podría volverse el lugar de la negociación política. Es decir que, justo como en los tiempos del PRI, las cámaras perderían su poder, ya que todas las decisiones se tomarían dentro de Morena y en la presidencia. Si este fuera el caso, la democracia mexicana sufriría un enorme golpe. Otro escenario posible es que AMLO abra el camino a una verdadera competición política, es decir a un libre mercado de la representación. ¿Cómo? Las negociaciones internas en la coalición de gobierno, y dentro del mismo Morena van a aumentar de tamaño y de complejidad. Si AMLO no logra contentar a todos los grupos de presión que lo ayudaron a conseguir la presidencia, los descontentos podrían mudarse a otro partido para buscar mejor tutela para sus propios intereses. De esta forma, los partidos tradicionales estarían obligados a competir con mejores programas y mayor responsabilidad. Lo que representa una vulnerabilidad en el liderazgo de AMLO, podría traducirse en un beneficio para el país, aunque de forma indirecta e inesperada. Estamos viviendo tiempos extraordinarios, en los que se dan todas las condiciones institucionales y políticas para que la democracia mexicana avance hacia una fase más avanzada. Sin embargo, la sociedad civil juega un rol fundamental. Si el proyecto de AMLO vacila, los partidos tradicionales podrían presentarse como la vuelta al viejo y cómodo sistema clientelar. Para que esto no pase, los mexicanos deben empezar a usar su voto como arma de defensa y de control sobre los políticos que abusan del poder público. Aunque el sincero entusiasmo popular que se ha desarrollado alrededor de la victoria y de la persona de AMLO será un incentivo a una participación ciudadana responsable, esto no es suficiente. México sufre de pobreza, en muchos casos extrema y extendida, y eso hace el voto fácilmente manipulable. Aunque se den muchas condiciones políticas para el cambio, las condiciones socio-económicas de las masas populares podrían jugar en contra del desarrollo democrático. En este momento, AMLO está cooptando a varios políticos y burócratas priistas. Paradójicamente, el PRI, el gran perdedor de estas elecciones, renace dentro de Morena de la mano de AMLO. Esta estrategia forma parte de la nueva línea política y de discurso de AMLO, que ahora quiere enseñar su cara tranquilizadora. No habrá sustitución de élite, ni revoluciones económicas. Los empresarios pueden dormir tranquilos, igual que los políticos: no habrá represalias judiciales. Esta pacificación nacional, aunque en algunos casos se trate más bien de impunidad, es un logro para México porque rebaja el nivel de conflicto que se generó durante la campaña. Todos tienen que participar para que el sistema político del país no vuelva a cerrarse. Los altos cargos de Morena no deben dejar de vigilar sobre los mecanismos de selección de los representantes políticos, y sobre las licitaciones para que la corrupción no prospere. Los partidos tradicionales tienen que mejorar su oferta y su práctica política para volverse efectivos representantes de los intereses populares. La sociedad civil, por su parte, no puede ceder a las lisonjas del viejo sistema clientelar, y tiene que ejercer su voto como sanción ante comportamientos ilícitos o abusivos de los políticos. El futuro de México no es sólo un asunto de todos, sino también responsabilidad de todos. *Profesor del área de Entorno Político y Social de IPADE Business School. **Colaborador académico de la misma área.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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