Las posibilidades de un golpe de Estado en México son nulas. Las fuerzas armadas son leales a la Constitución, a las instituciones y al presidente de la República y la mayoría de sus mandos fueron formados en un esquema de protección a las libertades y la democracia.

En la historia del mundo no existe el caso de un relevo forzado del poder en el que no hayan participado soldados, ya sea de modo activo o pasivo, pero siempre inclinando la balanza ante uno de los grupos en pugna.

Nuestro país nunca estuvo en una situación semejante, ni siquiera en 1968, luego de la matanza de Tlatelolco, existió esa posibilidad, aunque más de un general debió estar consternado ante la barbaridad cometida por el presidente de la República, elementos del Estado Mayor Presidencial y del Batallón Olimpia. 

Durante la presidencia de Luis Echeverría se desataron diversos rumores al respecto, probablemente propagados desde Palacio Nacional, ante un contexto político en el que ya se había desatado la guerra sucia contra las organizaciones guerrilleras y de distanciamiento con los grupos empresariales luego del asesinato de Eugenio Garza Sada en un intento fallido de secuestro perpetrado por la Liga Comunista 23 de septiembre.

Hace algunos años, el entonces secretario de la Defensa, Antonio Riviello, solía bromear cuando le preguntaban respecto a la eventualidad de un golpe: “si yo siquiera sugiriera una extravagancia semejante, los jóvenes oficiales me dirían: general, mejor tomémonos unas cervezas”.  

Antes de la pausa de Semana Santa, el presidente López Obrador se refirió a una modalidad de golpe que él llama técnico y que, en teoría, implicaría la anulación de la elección presidencial.

“Imagínense ustedes -toco madera-, solo que la irracionalidad los lleve (a los conservadores) a una situación extrema, que sería equivalente a un golpe de estado técnico, pero sería soltar un tigre, o a muchos tigres”.

Hace seis años, el entonces candidato López Obrador, en la Convención de Banqueros, dijo que “si hay fraude, yo me voy a Tabasco y ahí les dejo el tigre para que lo amarre quien lo soltó”. 

En 2018, no hubo irregularidad mayor alguna y en este proceso tampoco la habrá, como no sea provocada por la intromisión del propio gobierno o del crimen organizado en la contienda.

Pero, aun así, existe todo un entramado legal que hace que las inconformidades encuentren solución en el Tribunal Electoral.

Santiago Creel, coordinador de la campaña de Xóchilt Gálvez, señaló que se trata de un disparate el solo pensar en el golpe técnico y cree que el presidente de la República “lo hace con el afán de llamar la atención y, por otra parte, con el objetivo de buscar generar un sentimiento de miedo hacia el dos de junio”.

Rubén Moreira, responsable de la estrategia de seguridad Fuerza y Corazón por México, señaló que más bien de lo que hay que preocuparse es que “el crimen ya está por todos lados y hay que frenarlo, hay que ponerle atención y evitar que participe más en las elecciones.” Para líder del PRI en la Cámara de diputados, lo que se tendría que anular son las elecciones en que participe el crimen organizado.

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