Por Madeline Berg La semana pasada, los Reimann, una familia multimillonaria alemana cuya empresa JAB Holdings es dueña de Krispy Kreme, Panera Bread y Pret-a-Manger, admitió que se benefició y tomó parte en una serie de abusos de los nazis, así como de mano de obra de esclavos durante el régimen nazi.

Ese reconocimiento vino luego de que el diario alemán Bild reportó que Albert Reimann Sr. y Albert Reinmann Jr., ya fallecidos, participaron en el Partido Nazi y explotaron a civiles rusos y prisioneros de guerra franceses como esclavos en la Segunda Guerra Mundial. La familia, que incluye a cuatro hijos de Reimann Jr. con fortunas cada uno de 3,700 millones de dólares, planea donar unos 11 mdd a una “organización adecuada”, de acuerdo con el vocero Peter Harf, pero no han indicado cuál sería. Harf también afirma que la familia ya ha estado investigando sus lazos ancestrales con el nazismo, para lo cual contrató al historiador alemán Paul Erker en 2014. Su trabajo está en desarrollo y se espera que lo termine en 2020, dijo un portavoz a Forbes.

Por toda Europa

Sin embargo, los Reimann no son los únicos en haber participado en actividades con los nazis, o en haberse beneficiado del régimen nazi. Más de una docena de multimillonarios europeos y sus familias, cuyos negocios preceden la Segunda Guerra Mundial, incluye a Klaus Michael Kuehne, de Kuehne and Nagel, así como a Heinz Hermann Thiele, de Knorr-Bremse AG. Se dice que ellos se relacionaron con el nazismo a través de sus contactos, de la mano de obra de esclavos, de la apropiación de bienes robados, y otras acciones.

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“Este tipo de historias nunca sorprende. En 1944 un tercio de toda la fuerza laboral de Alemania era trabajo forzado. Esto significa que casi cualquier empresa productiva en ese tiempo de alguna u otra forma estaba relacionada con la economía de guerra”, dice Roman Köster, un historiador alemán. “A partir de 1942 era muy complicado (para un negocio alemán) mantener una producción que no  estuviera ligada de una manera u otra a la guerra”. Añade que los hallazgos de Bild, en el caso de la familia Reimann, son peor que otros debido al abuso y maltrato de los trabajadores. Un vocero dice que ni Albert Reimann Sr. ni Albert Reinmann Jr. atacaron o lastimaron a ningún trabajador.

Perdón, pero sin dinero

Aunque muchas de estas empresas multimillonarias reconocen, y se disculpan, abiertamente por esos nexos, han sido muy raras las compensaciones económicas.

“Con el paso del tiempo se dificulta más un argumento legal para reparar el daño, a menos que el demandante entregue pruebas contundentes de robo por parte de los ancestros de los demandados”, dice Karthik Ramana, un profesor de negocios y políticas públicas de la universidad de Oford, cuyas investigaciones también tienen que ver con la ética. “Lo que los potenciales demandantes tienen a fin de cuentas es la fuerza moral y, dado que hay mucho en juego para la parte corporativa, no me sentaría a esperar una corrida de compensaciones”.

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Como el multimillonario Ingvar Kamprad, fundador de Ikea, dijo a Forbes en 2000 en torno a sus nexos de adolescencia con el partido nazi: “Quizá tú también hiciste algo en tu juventud que ahora sabes que fue estúpido. ¿Por qué no revelé yo mismo esta tontería de antaño? Es simple. Porque temía que afectara mi negocio”. Kamprad murió en 2018 y sus tres hijos, todo multimillonarios, heredaron parte del emporio de Ikea y se cuentan entre las familias con lazos nazis.

Las empresas no sólo sacaron ganancias del trabajo forzado. “Los contratos con los nazis no eran nada raro en un exclusivo círculo de emprendedores quienes eran muy cercanos a los líderes de las SS o tenían otro tipo de conexiones”, dice Christopher Kopper, un profesor alemán de economía y de historia de los negocios.

Los Reimann, uno de los clanes alemanes más ricos, admite su pasado nazi
 

Hasta la heredera más rica del mundo

Françoise Bettencourt Meyers, la mujer más rica en el mundo con 53 mil millones de dólares, heredó una participación de casi 50 mil mdd del gigante de la belleza L’Oréal, una empresa que prosperó durante el Tercer Reich. E dice que el francés Eugène Schueller, fundador de L’Oréal y abuelo de Bettencourt Meyers, era un conocido antisemita.

Destaca más el hecho de que Schueller supuestamente estableció una sociedad entre Valentine, un fabricante de pinturas y barnices que él codirigía, y la empresa alemana Druckfarben, para el suministro de pintura para la Armada nazi. Entre 1940 y 1943, las declaraciones fiscales de Schueller demuestran que su ingresos creció casi 10 veces, pasando de 250,000 francos a 2,248 millones. Esto de acuerdo al libro de 2017 The Bettencourt Affair: La mujer más rica y el escándalo que sacudió a París. Posteriormente, a Schueller lo acusaron de colaborar económica y políticamente con los nazis, pero nunca se le persiguió judicialmente. L’Oréal declinó hacer comentarios.

Si bien Schueller operó desde Francia, las empresas más ligadas a los nazis eran alemanas. “Como la mayoría de los alemanes, la mayoría de los empresarios actuaron por oportunismo”, dice Kopper.

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Otra forma en que las empresas obtuvieron ganancias de la guerra fue utilizando la mano de obra gratuita de la gente capturada por los nazis: prisioneros en campos de concentración o prisioneros de guerra. La familia Quandt, los mayores accionistas de la armadora alemana BMW, que incluye a lis multimillonarios Stefan Quandt (con 17.3 mil mdd) y Susan Klatten (con 20.1 mil mdd), también tuvieron vínculos con los nazis.

Gunther Quandt, el patriarca de la familia, y su hijo Herbert (abuelo y padre, respectivamente de Stefan y Susanne), emplearon a más de 50,000 trabajores esclavos de campos de concentración nazis en fábricas de la familia durante el Tercer Reich.

De acuerdo con el documental alemán Das Schweigen Der Quandts, o “El silencio de los Quandt”. Ellos utilizaron a los esclavos para cumplir con contratos de armas con los nazis, específicamente en el caso de baterías de artillería, armas de fuego y municiones en su fábrica Accumulatorenfabrik AG.

Los Quandt también adquirieron (sin pago de por medio) varias negocios judíos confiscados por los nazis, una práctica muy frecuente, ya fueran propiedades, empresas o arte. Por medio de otra conexión familiar, la madrastra de Herbert y segunda esposa de Gunther Quandt, Magda Ritschel, se divorció de Gunther y se volvió a casar con Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda durante el régimen nazi y confidente de Adolfo Hitler, quien fue padrino en esta boda.

BMW, de la cual los Quandt se convirtieron en los principales accionistas tras la Segunda Guerra Mundial y que es su principal fuente de riqueza, se enriquecieron por su cuenta gracias al trabajo forzado y de los contratos de su empresa con los nazis, como informa en su sitio BMW. Un vocero de la familia no respondió a una petición de comentarios, pero en la celebración de su 100 Aniversario, la empresa emitió un comunicado en el que dice: “A la fecha, el enorme sufrimiento que esto causó, y el destino de muchos trabajadores esclavos son un hecho que lamentamos profundamente”. La empresa donó dinero a la German Economy Foundation Initiative, que compensa a los extrabajadores esclavos.

Los libros, y heridas, abiertos de Bertelsmann

El conglomerado de medios alemán Bertelsmann obtuvo ganancias del trabajo forzado y de otros medios más directos. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la empresa, cuya vicepresidenta Elisabeth Mohn tiene 3,200 mdd, era una editorial relativamente pequeña. Pero para fines de la década de los 20, comenzó a publicar y a obtener ganancias de textos antisemitas, nacionalistas y nazis, de acuerdo con el archivo de la empresa.

Bertelsmann pronto se convirtió en el principal proveedor de libros para las Fuerzas Armadas de Alemania con ediciones de bajo costo que eran muy populares entre los soldados. Para incrementar su margen de ganancias, la empresa seguramente utilizó mano de obra forzada de judíos para hacer sus libros, de acuerdo con un reporte que Bertelsmann encargó en 1998. Heirich Mohn, el suegro de Elisabeth e hijo del fundador de Bertelsmann, no estaba afiliado al partido nazi, pero sí se benefició del crecimiento económico, dice Kopper.

La empresa se ha dedicado a reparar el daño por sus acciones. En 2000 fue parte de 6,000 compañías alemanas que pagaron en conjunto 4,500 mdd a personas que realizaron trabajos forzados para los nazis. Elisabeth Mohn, quien es una prominente filántropa, ha trabajado para promover las relaciones judeoalemanas mientras su esposo, ya fallecido, Reinhard Mohn, fue uno de los primeros en establecer una comisión independiente para investigar la historia de la empresa y sus ligas con el partido nazi, dijo un vocero de la compañía.

La resistencia, en serio

Algunos ricos empresarios europeos se negaron a trabajar con los nazis. El francés Marcel Dassault, cuyos nietos Olivier, Thierry, Laurent Dassault y Marie-Hélène Habert poseen cada uno 6,000 mdd, construyeron aviones de combate y bombarderos para el ejército francés al inicio de la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo con la propia empresa. Luego de que Alemania consiguió controlar a Francia, Dassault (un judío converso quien cambió su nombre de Bloch a Dassault) se negó a colaborar con el nuevo régimen. El gobierno de Vichy lo arrestó y lo etiquetó como “un personaje peligroso a la defensa nacional y la seguridad pública”. Eventualmente lo enviaron al campo de concentración de Buchenwald, donde le ofrecieron trabajar en la administración de una fábrica a cambio de libertad. Él rehusó esa oferta y permaneció en el campo hasta la liberación en 1945.

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Pero algunos potentados antinazis prefirieron trabajar con los nazis antes de perder sus negocios o de poner a ellos o sus familias en peligro Tanto Kopper como Köster señalan al ingeniero Robert Bosch, cuyo hijo Robert Jr. y su familia acumulaban una fortuna de 4,600 mdd en 2006.

“Me da gusto por los judíos, turcos y budistas que veneran a sus propios dioses e ídolos; siempre y cuando sean buenas personas los amo igual”, escribió Bosch en una carta que le envió a su prometida en 1885. Luego fue uno de los miembros fundadores de la Verein zur Abwehr des Antisemitismus, una organización similar a la Liga Antidifamación, dedicada a combatir el antisemitismo, en Stuttgart, en 1926, según refiere el historiador de la empresa.

La compañía reconoce que Bosch “estuvo ligado al rearme” del Tercer Reich. Un vocero confirma que la empresa empleó a unos 20,000 trabajadores esclavos y firmó contratos con el partido nazi. Sin embargo, también colaboró en el rescate de aliados judíos y apoyó a la resistencia, canalizando dinero para ayudar a la migración de los judíos y contratarlos a fin de evitar su persecución.

Así que si el caso Reinmann puede ser confuso, sería ingenuo pensar que es el único. La historia de muchas familias europeas con enormes fortunas está manchada por sus relaciones con el régimen nazi. Y eso que aquí no mencionamos las numerosas empresas de gran calado que perduran desde entonces pero que no tienen nexos  multimillonarios.

“Si quisieras encontrar a alguien ‘inocente’ en las ligas de las empresas con los nazis, te costaría mucho trabajo”, dice Köster.

 

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