Por Garry Lyons* En el mundo 4G de hoy en día, los hogares conectados nos permiten encender las luces, bajar los termostatos o activar sistemas de riego de manera remota. Los wearables nos despiertan y dicen cuánto tiempo y qué tan bien dormimos. Huellas dactilares, rostros, hasta el ritmo de nuestro corazón están remplazando las contraseñas. Hay muchos acontecimientos desarrollándose en el frente de la conectividad. Aun así, sólo el 1% de lo que pudiera estar conectado en realidad está conectado. Imaginen las posibilidades a medida que este porcentaje sube con el Internet de las Cosas (IoT) ganando terreno e impulsado por el 5G. Una película en HD que tomaba 10 minutos para descargar, ahora tomará segundos, ocupará menos espacio de la memoria, y la operación se realizará sin retrasos desde un punto de vista de conectividad. También tendremos mejor eficiencia energética ya que a diferencia del 4G, los sensores de red no deben permanecer conectados en todo momento, sino que van drenando la batería. Esto significa que los dispositivos inalámbricos habilitados con 5G pueden durar hasta algunos años sin recarga o remplazo de batería. También se prevé que el 5G mejore la forma en la que las personas interactúan con las máquinas y cómo las máquinas lo hacen con otros dispositivos. Sensores conectados en una línea de producción pueden alertar a los operadores que trabajan de manera remota sobre las fallas antes de que sucedan, a la vez que los trabajadores que operaban maquinaria pesada en el sitio de construcción, ahora podrán hacerlo a distancia. Y esto es tan solo un mini preámbulo del potencial que brinda la IoT. Es en torno a esta conectividad extendida que las placas tectónicas empiezan a acomodarse y el potencial de una economía 5G comienza a emerger. Si bien existe certeza sobre el impacto, no se sabe cuándo el 5G será una realidad. Sin embargo, algo es seguro: sin 5G y una nueva generación de inalámbricos, es difícil ver cómo IoT puede llegar a su máximo potencial. No es de extrañar entonces que haya sido un tema clave de conversación durante el último año en el Mobile World Congress. El 4G aún tiene mucho por dar, pero asumiendo que el 5G cumpla con su expectativa, y sinceramente tengo mucha confianza de que lo hará, esto tendrá un efecto exponencial. Esta red tiene el potencial de reconfigurar la realidad sobre lo que se puede lograr en torno a la conectividad. Nos lleva desde un mundo en donde hacemos cosas desde nuestros dispositivos -en teléfonos inteligentes, o tabletas- hacia un universo donde conviven diferentes dispositivos -que cada vez serán más proactivos haciendo cosas por nosotros-. En el corto plazo, una economía 5G puede generar nuevos flujos de ingreso en comercios dentro de Ciudades Inteligentes. Mastercard está trabajando con sistemas de transporte público para permitirles a los usuarios utilizar sus teléfonos inteligentes para pagar, reduciendo costos de impresión de boletos, mantenimiento de máquinas de recargas y cobro de tarifas. Con 5G, los proveedores de transporte también pueden cobrar y leer información crítica en tiempo real para mejorar el servicio: desde mayores eficiencias de autobuses y cantidad de pasajeros hasta mejores tiempos de respuesta a accidentes y emergencias que salvan vidas. Especialmente dentro de esas ciudades, los comercios y sus consumidores podrían obtener servicios personalizados y a la medida. La gestión de inventario será más rápida y mejor a consecuencia de la reorganización inteligente en la cadena de suministro B2B. Los bienes de consumo que tienen fecha de vencimiento, sufren de desgaste, o simplemente se agotan, se reordenaran a sí mismos. En el plazo más largo, el 5G tiene el potencial de llevar conectividad a áreas remotas, en dónde construir infraestructura de conexión sería inviable. El efecto neto potencial no se puede sobrevalorar. Además, aceleraría en gran medida los esfuerzos hechos por compañías de medios de pago, al igual que aquellos de organizaciones como la ONU, el Banco Mundial, la Fundación Bill y Melinda Gates, y muchos otros que trabajan juntos para incluir más poblaciones en la economía mundial. Con la red, se puede hacer todo esto, y a la vez, reduce la huella de carbono. No tener que expandir la infraestructura física implica menos, o ninguna necesidad de transporte de equipos, cables, líneas, trabajadores y lo demás requerido para construir esa infraestructura. Al replicar esto a escala global, el impacto puede ser impresionante. Entonces, ¿cómo logramos que el 5G se lleve a cabo? El listado de cosas por hacer es sustancial, e inicia con asociaciones a lo largo de varios sectores e industrias. Un aspecto clave por ejecutar es lograr una mayor interoperabilidad entre sistemas y máquinas, para que se puedan comunicar entre sí de forma simultánea y segura. Esto requiere de una combinación de estándares y protocolos globales, seguridad incrementada incluyendo nuevos métodos de autenticación de pagos, regulaciones fuertes pero sensatas y una forma de facilitar la forma de compartir datos. El despliegue de 5G puede estar aún a unos años de distancia, pero el momento de empezar a apostarle a esto es ahora. Eso es lo que estamos haciendo, trabajando con nuestros socios para fijar las bases y darle seguridad al comercio a lo largo de todos los dispositivos. Poniendo el ejemplo, en asociación con los bancos y comercios, estamos escalando una solución llamada Masterpass la cual permite hacer compras en línea, en la tienda, en la App y desde cualquier dispositivo conectado de forma simple y segura. Se ha dicho que lo “genial en este mundo no es en dónde nos encontramos, sino la dirección en la que nos movemos”. Nos dirigimos hacia una nueva generación de tecnología que puede definir una nueva generación de comercio. Llevar esa oportunidad a la realidad, cumpliendo con el potencial de 5G, no es un emprendimiento para un solo actor. Es el recorrido de una asociación que comienza ahora. *Garry Lyons es Director de Innovación para Mastercard Worldwide.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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