"La mayoría de las personas no escuchan con la intención de entender; escuchan con la intención de responder." Stephen R. Covey

Hay una fábula china que dice más o menos así: mientras paseaba cerca de la casa de un amigo, un hombre notó que la chimenea estaba recta, y que junto a ella había un montón de leña apilada. En ese momento decidió avisarle a su amigo: “Sería prudente inclinar la chimenea y mover toda esa leña que has acumulado justo al lado. ¡Podría provocar un incendio!”

Desafortunadamente, el amigo no prestó atención a su advertencia y, pasados unos días, la casa se incendió. Por fortuna, los vecinos acudieron en su ayuda y lograron extinguir el fuego. Para agradecerles, el hombre decidió organizar una fiesta en su honor. De pronto, uno de los invitados se acercó al hombre y le dijo: “No veo a tu amigo, el que te sugirió que movieras la leña… Si le hubieras hecho caso, no habrías tenido que gastar tanto dinero en esta fiesta… ¿no crees que él debería estar sentado en el lugar de honor?”.

La moraleja de esta historia es que un buen consejo tiene más valor que una buena acción, si es que el consejo puede evitar una desgracia… pero yo creo que hay otra lección escondida. Veamos: según Kate Murphy, autora del “No estás escuchando: Lo que te estás perdiendo y por qué importa”, cuanto más cercanos somos de alguien es menos probable que los escuchemos atentamente. Esto se conoce, nos dice Murphy, como el “sesgo de cercanía en la comunicación” y, con el tiempo, puede complicar e incluso poner fin a nuestras relaciones interpersonales. El ejemplo en la fábula china es simple es verdad; quizá no todos hagamos oídos sordos si se nos advierte de un posible incendio, pero la metáfora funciona porque a veces no hacemos caso de cosas que para otros son evidentes, simplemente porque subestimamos lo que la otra persona piensa o siente, porque pensamos que le conocemos demasiado bien.

En la empresa familiar, esto también puede suceder. Ocupados en el trabajo, nuestras conversaciones con nuestros hermanos, padres o hijos se vuelven transaccionales, superficiales y, succionados por el trabajo, nos olvidamos de darnos un tiempo para las conversaciones sustanciales, para realmente escuchar.

Consecuentemente, si no nos escuchamos, no nos conocemos; y si no nos conocemos, no podemos empatizar. ¿Cómo combatir esto? No requiere de técnicas complicadas, afortunadamente, simplemente requiere de tiempo y atención. Dediquemos tiempo para tener conversaciones profundas de nuevo con nuestros seres queridos, conozcamos sus opiniones, sus expectativas, sus preocupaciones, sus miedos, y hagamos que ellos conozcan las nuestras. Te sorprenderá cómo cambiará tu perspectiva, y lo poco que conocías a tu interlocutor incluso cuando estabas convencido de que sabías absolutamente todo.

Esto también sucede, por supuesto, con otros colaboradores y compañeros de trabajo que no son parte de la familia empresaria. Un buen líder sabe poner atención a su equipo, dedicarse a conocerlos para evitar hacer suposiciones sobre ellos, sobre sus capacidades o sobre su personalidad. Uno de los grandes problemas que tenemos como sociedad es que, cuando nos dedicamos a escuchar, procuramos solo poner atención a quienes piensan de manera muy similar a nosotros y, por lo tanto, solo consideramos como personas valiosas a quienes se nos parecen.

“Suponemos que sabemos exactamente lo que un ser querido va a decir o lo que está pensando”.

Pero esto es totalmente incierto. ¿No hemos dicho ya que es la diversidad lo que le da fuerza a la sociedad? Diferentes perspectivas y diferentes habilidades son la fuente de la creatividad y la innovación. Por lo tanto, un líder no solo debe estar dispuesto a escuchar ideas diferentes, sino que debe ser capaz de reconocer su valor. “Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento”. Proverbio italiano

Hay formas sencillas y muy efectivas para ayudarnos a ampliar la perspectiva. Lo primero es hacer un cambio en la información que consumimos: libros, podcasts, incluso a quién seguimos en redes sociales. Un ejemplo: si toda la vida has leído libros de liderazgo de gurús norteamericanos de los años 90, ¿qué tal ahora escuchar a un millennial mexicano hablar del tema?

“No hay peor sordo que el que no puede oír; pero hay otro peor, aquél que por una oreja le entra y por otra se le va”. Baltasar Gracián

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