Hace unos meses, el plástico era considerado uno del los principales enemigos de la sociedad: las bolsas y otros materiales, eran mal percibidos, en gran medida, por la mala disposición que realizamos como población y, por ende, su afectación al medio ambiente.

Sin embargo, ahora se reconsidera su utilidad y, en muchos casos se ha suspendido la prohibición de su uso. Esto porque se ha reconocido su importancia como un material útil para mantener ambientes sanos y la inocuidad alimentaria; incluso, de preservar nuestra seguridad ante residuos que pueden considerarse peligrosos por su alto grado de infección a raíz del Covid-19.

A pesar de ello, hemos visto que grupos ambientalistas y las autoridades han vuelto a la carga, rápidos a denunciar y atacar la utilización de algunos productos fundamentales en la primera línea de defensa contra el nuevo coronavirus. Así, guantes y tapabocas, e insumos que ni siquiera están hechos a base de plástico. Pero esas voces asumen que sí son de este material y por lo tanto los consideran dañinos para el planeta.

Algunos gobiernos locales han retomado su postura de rechazo y prohibición, atacando a una industria que se ha sumado sin condiciones a la atención y detención de una pandemia global.

Asimismo, en los últimos meses se ha hablado mucho de la vitalidad de volver a nuestras actividades, pero con una nueva normalidad. Entonces, ¿por qué regresar a los mismos esquemas anteriores? Se ha demostrado la utilidad innegable del plástico. Sin embargo, su mal manejo postconsumo sigue siendo su talón de Aquiles y un agente detonante en la perspectiva que la sociedad tiene en torno a él.

La responsabilidad de esto no es exclusiva de los sistemas de limpia, sino también de los consumidores, a fin de reutilizar estos materiales como fuentes de materia prima que sirvan para la creación de nuevos productos y evitar que estos terminen en el ambiente.

Entonces, ¿regresar a una nueva normalidad, significa reducir fuentes de empleo para dar lugar a prohibiciones de materiales que han demostrado su valor en la actualidad?, ¿Son éstas realmente necesarias cuando requerimos de empleos para reducir la afectación económica del país?, ¿Debemos seguir solapando el manejo irresponsable de la sociedad, dejando que se tiren impunemente recursos valiosos que después pueden ser reciclados?

La respuesta es: no, ya que es momento de trabajar en la misma dirección, de asumir responsabilidades compartidas y conjuntas, pues las acciones aisladas solo generan resultados pobres. La ruta adecuada debería de ser: Medición de impactos, Normalización, Regulación y al final, Legislación, sin embargo, parece que el camino ha sido a la inversa.

Recordemos que, de acuerdo a información reportada por los Censos Económicos de INEGI, se estima que hay casi 4,300 empresas en el sector del plástico a nivel nacional, mismas que generan alrededor de 1 millón de empleos, tanto directos como indirectos y ventas que superan los 368,000 millones de pesos al año, por lo que, de no llegar a un acuerdo con las autoridades, quedarían en riesgo decenas de miles de empleos en el país.

Es por ello que en la industria del plástico queremos una nueva normalidad, que busque la producción y consumo tanto sustentable como responsable de nuestros productos. Por lo tanto, a partir de ahora, destinamos nuestros esfuerzos en sensibilizar a la población sobre la importancia de estos productos, pidiendo a los consumidores su ayuda para tener un uso correcto y, sobre todo, un manejo ambientalmente responsable de sus residuos, donde en colaboración con el gobierno.

Hagamos de México un país responsable en el cuidado del planeta, respondiendo así, con una nueva normalidad.

* El autor es Presidente de los Industriales de Bolsas Plásticas de México (INBOPLAST); así como Fundador y Director General de la firma Polietilenos Arandas.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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