Las redes sociales, son el nuevo territorio de la contienda electoral. Sus enormes recursos constituyen un escenario envidiable, atractivo, rentable y apenas en desarrollo para el marketing político. Ya antes en este espacio habíamos señalado algunas de las posibilidades de su explotación aplicada a la política. Es mucho lo que se puede hacer en el terreno de la inducción, influencia y manipulación emocional; dado el amplio espectro de sitios, tráfico, necesidades, consumo, direccionamiento y frecuencia; a través de las redes sociales las posibilidades para ganar votos son todavía mucho mayores.
  • Las redes nos facilitan el acceso a estadísticas clave para medir el impacto, tendencias, efectividad, secuela y alineamiento de todo lo que producimos en materia de propaganda, inteligencia del mercado electoral y el desempeño de las campañas y los candidatos.
  • A través de redes es posible incidir en el estado de ánimo, sensibilidad, percepción e identidades de los electores. Mediante noticias, memes, caricaturas, videos, fotos, comentarios, es posible activarlos, motivarlos, invitarlos a participar, contagiarlos y provocarlos. Podemos también hostigar, acosar, contrapuntear y responder ante crisis, informar, difundir, presentar propuestas y acceder a nuevos segmentos de población.
Revisemos algunos ejemplos de situaciones sociales, políticas públicas, discurso y sus efectos correspondientes: 1) Exhibir y burlarse de los políticos. Este proceso de catarsis permite liberar parte de las frustraciones de la sociedad y canalizarlas mediante la ridiculización y caricaturización de partidos y candidatos. Memes y videos, suponen un desquite ante la autoridad, los resentimientos guardados y las exigencias no satisfechas. La población quiere expresar su rechazo a la corrupción, prepotencia, excesos, ignorancia, incompetencia, impunidad y complicidades acumuladas. Le da salida a su enojo y decepción, al mismo tiempo que siente vergüenza, arrepentimiento y culpa por que las autoridades no están a la altura de sus problemas, sus demandas y sus expectativas; pero que -al mismo tiempo- ocupan un cargo por no evaluar ni reflexionar a la hora de elegir. Las redes ofrecen terreno fértil y los malos gobernantes aportan el resto; sus fracasos, errores y aberraciones se harán virales con toda clase de efectos visuales, sonoros y accesibles para todas las audiencias, globalmente y en tiempo real. El humor negativo y la parodia, nos hacen sentir fuertes, cínicos, proclives a desdeñar propuestas e ideas. 2) Inseguridad, ansiedad. Lo mejor para degradar la unidad y la participación de los ciudadanos es hacerles sentir que no pueden vivir con tranquilidad, que no pueden confiar en nadie y que en cualquier momento pueden ser víctimas de un crimen. Sometidos a un estado de sitio y acoso permanente, en medio de una situación tan crítica, se les pide resignarse ante la violencia, el desempleo, la enfermedad o los desastres naturales. Aguanten, podría ser peor, aprendan de lo que le paso al vecino, mejor no le muevan. La nota roja, estadísticas, comentarios, videos y trascendidos en redes alimentan y contagian la desesperación e incertidumbre, al mismo tiempo que este cultivo emocional es una oportunidad para mostrar que el gobierno está fallando en una de sus funciones fundamentales: la seguridad ciudadana. En consecuencia, el voto castigará esas deficiencias. 3) Envidia, recelo y deuda. El ideal democrático señala que todos tenemos los mismos derechos, que debemos gozar de las mismas oportunidades y que somos iguales ante la ley. Hasta aquí nadie puede discutirlo, así es en efecto. Sin embargo, la naturaleza asincrónica y universalista de las redes puede extender el precepto de que todos merecen riqueza y abundancia de forma natural, solo por el hecho de existir, sin medir la capacidad, el mérito ni los resultados. Más aún, se puede influir en la conciencia social agudizando y avivando la idea de que los segmentos de mayores ingresos son los culpables, los victimarios y explotadores de los pobres. 4) Confort ciudadano. Ante la falta de credibilidad, partidos y candidatos apuestan a mendigar la voluntad ciudadana. Convierten las campañas en una subasta descarada sin propuestas para los problemas reales, pero ofreciendo tarjetas, becas, subsidios, apoyos, prestaciones y programas sociales. Una tajada del presupuesto, una forma subrepticia de corrupción que les ayude a eludir los cambios y seguir enquistando el gobierno. El ciudadano solo tiene que responder al mejor postor, todo flujo de efectivo cuenta, en línea puede ver que le ofrecen (después de todo los recursos del dinero son de todos, imagínense un aliviane en los uniformes, los pasajes y la despensa). La compra de votos a plazos, por goteo y con la capacidad de reutilizar a grupos de “beneficiarios” cautivos, suficientes para el acarreo, con la ventaja para las autoridades para que puedan inflar las listas, robarse más dinero, borrar pobres de un tajo y sobrevivir hasta la próxima elección. Las redes son un campo de cultivo para muchos trucos psicológicos, una combinación de estadística aplicada, recursos técnicos, bombardeo a los sentidos e incursión furtiva a reacciones, sensaciones y disfraces tentadoramente a disposición de gobiernos y actores políticos. Como seguramente seguirá evolucionando, lo más conveniente es formar mejores ciudadanos, menos vulnerables a sus influencias, con mayor y mejor educación electoral.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CapitolCComm Facebook: Capitol Consulting & Communication S.C. Página web: Capitol Consulting & Communication Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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