El pasado lunes 22 de marzo Donald Trump aseguró que pronto regresaría a la vida pública y que, además, lo haría a través de su propia plataforma de redes sociales, según declaró a The Truth, podcast conducido por Lisa Boothe, colaboradora de Fox News y CNN. “Pronto tendrán noticias”, declaró el ex Presidente.

Y es que como recordaremos, a Trump no le fue nada bien con el uso de las redes sociales, ya que no fue sólo criticado por su uso político, que tenía un carácter polarizador e intimidante, también por su uso, que saltaba cualquier intento de formas políticas, llegando hasta a fanfarronear. Lo más importante es que, más allá de dictar la agenda mediática, el ex presidente lograba realmente afectar la política interna del país a través de tuitazos. Incluso, la cantidad de tuits que publicaba, incidían sobre el índice de la bolsa de valores, si tuiteaba más de 11 veces en un día, la bolsa podía caer hasta 5 percentuales.

Varias veces su cuenta fue etiquetada o suspendida de las principales redes sociales e incluso, inició una cruzada personal contra Twitter en la que, de forma pertinente, señaló una serie de lagunas en el Artículo 230 de la Ley de Decencia en Telecomunicaciones, que provocó no sólo su “baneo” de las plataformas digitales, sino una discusión mundial sobre la forma en la que las plataformas toman decisiones sobre los contenidos que censuran.

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En enero pasado, de manera coincidente, el presidente López Obrador habló de crear una red social, libre de cualquier censura. Y más allá de cualquier cuestión técnica, de diseño de arquitectura de la información, de concretarse, las plataformas deberían tener en cuenta varios factores.

En primer lugar, está la compatibilidad con otras plataformas. Una parte del éxito de las redes sociales es que un contenido, es totalmente compatible y compartible en otras plataformas, es decir, si bien cada una tiene formatos nativos, también es cierto que los contenidos forman una especie de piezas de rompecabezas que se unen entre sí para generar una gran narrativa.

Por otra parte, se encuentra el factor de entretenimiento, puesto que, una red social debe generar interés y ser lúdica para atraer usuarios. Recuperar los formatos que hoy en día están en boga es importante: historias, salas de chat de voz, video, encuestas y preguntas, transmisiones en vivo, entre otros.

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Además, al tratarse de figuras públicas vinculadas al mundo político, las políticas de datos personales deberían ser muy claras y transparentes y explicar de manera detallada qué tipo de datos van a conservar, por cuánto tiempo, qué se harán con ellos y quién estará a cargo del resguardo.

Y, por supuesto, la imparcialidad y la libertad de expresión son factores decisivos ¿Qué pasará si llegan muchos usuarios con posiciones políticas opuestas? ¿La plataforma sería capaz de admitirlos y respetar sus críticas?

Los aspectos técnicos en la creación de una red social, aunque complicados, son salvables, mientras que, por otra parte, proteger la libertad de contenidos y más aún, los datos personales de los usuarios, es lo difícil. Por ello, los alcances de la red social que Trump propone deberán considerar más que un formato atractivo o una buena campaña de mercadotecnia.

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