Ante todo lo ocurrido durante los últimos meses, así como la posibilidad de que la llegada de la vacuna ya se encuentre, como diría aquel, a la vuelta de la esquina, muchos son los ciudadanos que ya no se preguntan hasta cuando durará esta situación, así como el impacto que dejará esta crisis en la economía, y que comienzan a preguntarse qué será lo que nos deparará el futuro tras la pandemia, así como lo previsto por los analistas para cuando toda esta “nueva normalidad” comience a ser una auténtica normalidad. Una cuestión bastante fundamentada, pero que, por desgracia, carece de respuestas certeras.

En este sentido, se ha debatido mucho sobre cómo se irán adaptando los distintos sectores a esta nueva normalidad, a la vez que se cuestiona el previsto crecimiento económico ante un deterioro de dimensiones históricas. El Coronavirus ha puesto “patas arriba” todo el planeta, y las tareas de recuperación, en línea con los daños registrados, no serán para nada sencillas. Recuperar la economía será todo un reto para el conjunto de economías en todo el mundo, pero más lo será para aquellas empresas que, habiendo registrado pérdidas como nunca antes lo habían hecho, deben trabajar para recuperar el nivel previo a esta crisis.

Por esta razón, ante la pérdida de capacidad productiva que arrojan numerosos países, muchos ciudadanos tratan de anteponerse a esa normalidad prevista. La pandemia ha trastocado los cimientos que sostenían todo nuestro sistema, generando, de la misma forma, cambios que perdurarán en el tiempo cuando todo esto pase. Estos cambios, entre los que se incluye un gran impulso de la digitalización y la automatización, asustan a una población que no encuentra cabida en este nuevo escenario. Una población que teme la llegada de robots que se encarguen de aquellas tareas que, previamente, eran tareas realizadas por ciudadanos de carne y hueso.

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Debemos saber que esto no es una hipótesis infundada, sino que encuentra su fundamento en los principales análisis que, hasta la fecha, se han ido publicando. En este sentido, el último informe que publicaba el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) arrojaba que, de todas las empresas encuestadas a nivel mundial, el 80% de las mismas pretende acelerar los procesos de transformación digital y automatización en sus empresas cuando esta crisis pase. Un dato que contrasta muy bien con las cifras que muestra el teletrabajo en el mundo.

En este sentido, instituciones como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) hacían públicos estudios que mostraban dicha realidad. Así pues, el informe que publicaba el MIT sobre el teletrabajo en los Estados Unidos afirmaba que el 50% de los ciudadanos en el país ya desarrollan su actividad desde casa. En Europa, por ejemplo, la cifra se reduce hasta alcanzar el 20%, sin embargo, los analistas, así como los propios mandatarios en Bruselas, prevén que dicha cifra converja progresivamente con la que muestra el país norteamericano. Como vemos, unas cifras que justifican las suposiciones de esta ciudadanía, permitiendo anticipar un avance de la digitalización y la automatización en los próximos años.

Y es que, dada la naturaleza de esta crisis que hoy vivimos, muchas son las empresas que se vieron forzadas a echar el cierre, tras la paralización forzosa que impulsó el gobierno para evitar los contagios. Dicha paralización forzosa, de querer obtener ingresos y sobrevivir al golpe que nos asestaba el virus, obligó a muchas empresas a adaptar su operativa diaria, permitiendo, en aquellas empresas que sí se podía, la continuidad de dicha actividad en formato digital. De esta forma, pudiendo continuar con la persiana abierta, aunque esta solo pudiese estarlo a través de la red.

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Lo que a priori parecía una adaptación, de cara a prever nuevos escenarios futuros como el que hoy se muestra, parece que, finalmente, se convertirá en la nueva normalidad. La posibilidad de que se den nuevos rebrotes y oleadas en el futuro mantiene el desasosiego de la ciudadanía muy activo. Una situación que provoca en los empleadores la necesidad de seguir adaptando y acelerando una transformación que se ha visto impulsada por los daños, así como por los acontecimientos que ha ido provocando la pandemia.

Ahora bien. Que se observe un impulso de la digitalización y la automatización no es, de facto, una mala noticia. Partiendo de que no es conveniente entrar en un falso debate como es la creencia de que la cantidad de empleo es fija y que la automatización genera destrucción de empleo como tal, debemos saber que dicha digitalización es un gran agregado para economías como la mexicana, la española, así como otras economías que adolecen de problemas de productividad en su análisis. En este sentido, la economía azteca lleva meses en los que los niveles de productividad, al hilo con la desaceleración económica registrada en estos últimos años, se han mantenido estancados.

Así pues, unos niveles de productividad que podrían comenzar a recuperar el dinamismo perdido ante la llegada de inversiones que aceleren dicha transformación. Todo ello, en adición a lo que supondría para una economía como México el hecho de seguir creando empleos de un mayor valor añadido y menos forzosos. Trabajos que, de la misma forma que iría acercando al país a los proyectos de economías desarrolladas más vanguardistas, mejorarían una situación que también supone un lastre para el crecimiento económico de dicha economía, como es lo ocurrido con la economía sumergida.

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