Tras la firma del tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, más conocido como T-MEC (antiguo TLCAN), el país azteca, con relación a las disputas ocasionadas por aspectos no contemplados en el antiguo acuerdo, se comprometió con el país estadounidense en la creación y aplicación de, entre otros agregados, el Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida (MLRR), un procedimiento inédito de resolución de controversias que, en lo que va de año, ha tenido que utilizarse en dos ocasiones.

De esta forma, el nuevo T-MEC, entre otros aspectos, reforzaba las garantías en lo que respecta al empleo de calidad en el país azteca. Para ello, este mecanismo, en adición a otras herramientas relacionadas, dota de mayor capacidad a las autoridades implicadas en dicho acuerdo para denunciar abusos laborales y, de la misma forma, intervenir en ellos. En otras palabras, garantizaba que, ante una posible violación por parte de alguna de las partes, la contraparte pudiera exigir su rápida resolución. Todo ello, con el fin de sostener un acuerdo que tan beneficioso es para la economía mexicana.

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Sin embargo, desde su creación, y como decimos, el mecanismo contemplado ha tenido que ser utilizado por los Estados Unidos en dos ocasiones. El conflicto que se produjo en la fábrica de autopartes Tridonex, ubicada en Matamoros, Tamaulipas, así como el que se produjo en la planta de General Motors de Silao, Guanajuato, motivaron a los Estados Unidos a, a través de su representante comercial Katherine Tai, activar dicho mecanismo por posibles incumplimientos de algunos aspectos del tratado. Quejas formales que pusieron en el punto de mira un acuerdo que ha generado tanta controversia como beneficio económico ha reportado al país azteca.

Tras el comunicado por parte de la Administración de Joe Biden, México, trató de solventar dicho asunto para no poner en peligro dicho acuerdo. Sin embargo, pese a la rápida respuesta y la atención mostrada por el presidente mexicano, algunas empresas en el país, así como algunos miembros del Gobierno, pudiendo destacar a la secretaria de Economía Tatiana Clouthier, han mostrado su descontento con los Estados Unidos, así como con las quejas formales que este país ha transmitido a México.

De esta forma, las nuevas disposiciones del tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, como vemos, están generado nuevas tensiones entre los países, acercando a estos a un punto de inflexión muy peligroso. La relación entre Estados Unidos y México, como sabemos, supedita una gran parte de la economía mexicana, y podemos decir que esta relación entre las dos economías ha sido, también, la que ha permitido que la economía mexicana se recupere tras el Covid, pues teniendo en cuenta que el comercio exterior representa el 80% del PIB, y que la respuesta de México ante el Covid no superó el 1% del PIB, poco queda que decir de los crecimientos que hoy se registran. 

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Así, debemos saber que desde que México firma, en 1994, el ya extinto TLCAN, el peso del comercio en el PIB mexicano no ha dejado de crecer. Para hacernos una idea de lo que hablamos, mientras en 1994 –momento en el que México firma el acuerdo–, el comercio representaba el 30% del PIB, justamente dos años después, en 1996 y con el acuerdo funcionando, el peso de este se incrementó hasta alcanzar el 50% del PIB. Hoy, este comercio, como hemos dicho, representa el 80% del PIB. Sin embargo, es conveniente aclarar, también, que los Estados Unidos compra el 80% de todo lo que exporta la economía del sur, estimando así una contribución aproximada del 35% del PIB mexicano, que se encontraría supeditado a esta relación comercial.

Al menos, desde que el estallido de una guerra comercial ponía fin a la relación entre China y los Estados Unidos, convirtiendo a la economía mexicana en su principal socio comercial y principal receptor de capital norteamericano. Una situación que, como decíamos, ha impactado notablemente en la economía mexicana durante la crisis del Covid. El comercio no ha dejado de registrar máximos, pese a la caída vivida. Y la fuerte respuesta fiscal de los Estados Unidos, que ha impulsado a máximos, incluso, a las remesas, ha sido el dique de contención en la caída registrada por la economía azteca.

En resumen, la retirada de estímulos, con la subida de las tasas de interés, así como la escasa respuesta fiscal, la escasez en materia de recursos sanitarios y vacunas, y ahora esto que ha ocurrido con el T-MEC, son algunos de los riesgos que presenta la economía mexicana y que, como muestra el FMI, condicionan una recuperación que todavía no ha visto la luz al final del túnel. La economía mexicana, atendiendo a la OCDE, prevé recuperar su nivel previo en 2023. Estos riesgos, así como la moderación en los crecimientos por lo comentado, podrían ir modificando unas previsiones optimistas, pero que, ante semejante escenario, podrían sufrir variaciones.

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