En todo el mundo están padeciendo por el tema de las vacunas contra el Covid-19 y en dos aspectos de modo fundamentales: El logístico y el que tiene que ver con la dotación y producción de dosis.

Hay estrategias muy exitosas como las de Israel, pero a ellos les ayuda que son una sociedad muy disciplinada y que está acostumbrada a enfrentar las eventualidades. La cultura de la seguridad es de mucha ayuda en estos casos.

El caso mexicano no es distinto al de otras naciones, pero los niveles de opacidad complican el tener una valoración objetiva de lo que podría ocurrir en los próximos meses. Nadie sabe el contenido de los contratos, ni tiene certeza sobre qué vacunas serán utilizadas y la información está reservada por cinco años.

Por lo pronto, la encargada de la estrategia de vacunación, Miriam Esther Veras Godoy, decidió renunciar a unas semanas de iniciado el proyecto. No hay muchos datos de por qué tiró la toalla, pero es probable que se haya cansado de la arrogancia y los malos modos del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.

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También puede ser que no quisiera ser partícipe del desastre que ya se vislumbra y que se cansó de no ser escuchada. Pronto lo sabremos.

En otro gobierno esto hubiera hecho sonar las alarmas, pero ahora no, el relato es que la doctora se fue por motivos personales y que su ausencia no significará escollo alguno, en la marcha triunfal hacia la inmunidad colectiva. 

El panorama, aceptémoslo, no luce nada bien y son amplios los sectores de la población, sobre todo los que no están relacionados con redes clientelares, que tienen pocas expectativas de recibir la vacuna, si algún día la hay.

Es un problema de diseño por supuesto, pero optaron por no utilizar el sistema de vacunación ya existente y que probó su eficacia a lo largo del tiempo.

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Pero no es lo único. Por ejemplo, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que la empresa Pfizer mandará menos vacunas porque nuestro país aceptó que una parte sea para los países más pobres. La farmacéutica más bien anunció que está modificando las cadenas de producción y que ello retrasará las entregas en varios países.

Al margen de que México no puede dar lo que no tiene, lo que queda en claro es que el ritmo de vacunación, ya se suyo lento, lo será más.

Lo inquietante es que todo esto ocurre ante una pandemia que ya desbordó cualquier cálculo y que solo puede empeorar en las próximas semanas. Tiempos extraños y vacunas inciertas.

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