La disputa por la presidencia de Morena es reveladora y preocupante. La división es todavía más profunda de lo que se podía esperar y es casi imposible que logren acuerdos. El escándalo en que llevan enfrascados para determinar quién los dirigirá es el síntoma de una enfermedad grave.

En los hechos, Morena se rompió y será difícil armar de nueva cuenta los pedazos. Los daños quizá sean maquillados por el aliento que da el ejercicio del poder y su venta de futuros, pero están ahí, corroyendo sus cimientos. Por eso, entre otras cosas, no pudieron elegir a su nueva dirigencia sin ayuda y el INE tuvo que intervenir por instrucción del Tribunal Electoral.

Porfirio Muñoz Ledo encarna a la corriente histórica que proviene de la ruptura interna del PRI y de la creación de la Corriente Democrática. Junto con Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Martínez logró colocar a la izquierda en el centro de la disputa por el poder político.

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Muñoz Ledo, uno de los artífices de la reforma política en la capital del país, cuenta con el respaldo de los grupos tradicionales del morenismo, los que surgen de liderazgos que han acompañado a López Obrador desde la jefatura de Gobierno y aún antes.

Mario Delgado proviene del grupo del canciller Marcelo Ebrard y le tocó la etapa de los triunfos en el plano estatal y local. La victoria del PRD en la Ciudad de México y en diversas regiones del país. Ebrard pudo ser candidato presidencial en el 2012, pero optó por el acuerdo con Andrés Manuel López Obrador.

Muñoz Ledo acusa a su contrincante de gastos excesivos para promover su imagen y lo considera un riesgo para el futuro de la 4T. Delgado, por su parte, percibe en su contrincante a un político del pasado, sin capacidad para construir el partido para el futuro.

Son pocos los puntos de identidad, porque Morena no los tiene. Esa fue su fuerza en la campaña presidencial, pero está resultando un obstáculo para asumir la institucionalización que se requiere para acompañar al presidente de la República.

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Dejaron de ser oposición, aunque les cueste asumirlo y están metidos en una vorágine de cambios en los que seguramente no están del todo de acuerdo.

Pero están mostrando hasta dónde puede llegar el pleito interno cuando de lo que se trata es del poder y de sus retribuciones, entre ellas las designaciones de candidatos para el 2021 y los apoyos que de ello deriven para el 2024. Ese es el nudo central y para desatorarlo se necesitaría de dialogo y tolerancia, dos aspectos que no abundan en esa organización partidista.

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