La vida, hoy, se puede medir en agilidad, eficiencia, optimización, time to market, practicidad operativa y tantos conceptos que apuntan a tomar atajos en el curso natural del estar, sea para ocupar una posición competitiva o por temor a quedar fuera del reflector, lo que en otro mundo de las tendencias le llaman “Fomo”.

Hablaré de la capacidad de saber estar. Solo eso y entiendo que moleste, intranquilice y hasta fastidie, por lo que este es un momento idóneo para saltar a otra nota, si lo que se busca en realidad, es estar en otra parte.

Se trataba de vivir, no de pasarse de vivos

El error más inocente al interpretar el estar es querer razonarlo y así, contenerlo en lugar de asumirlo y habitarlo. Al estar se le pilla tal como uno está plantado: con la postura, contexto y circunstancias que envuelven —pero no suplen— el instante.

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Reconocer la calidad de la atención que se aplica sobre el momento, sentirse y saberse consciente de lo que sucede, notar la gravedad de la fuerza y mantener a raya la inercia — esa dictadura— de la distracción, es lo que se entiende por estar.

Adoradores de una prisa con la que no da tiempo de estar, hemos fundado y perfeccionado un culto a la amnesia: todo hace pensar que estamos ahí, el cuerpo parece constatarlo, solo un detalle: la mente se ha fugado.

Algunos comerciantes del Siglo XVI ilustran la magia con juegos lingüísticos. Cuando se pasaban de vivos ofreciendo carne de gato como si se tratara de un ejemplar varias veces más exótico y caro dieron no solo minino por liebre, sino la idea para acuñar frases como dar “el gatazo”. Engañar. Parecer, no ser —o por lo menos, estar—.

Solo estar, entonces, nutre por fuerza la contundencia de habitar el momento, comprender el propósito del mismo y dedicarle, como los artesanos japoneses —shokunin katagi—, el más cuidado detalle.

Estar es mucho más que no hacer nada. Involucra reconocer el instante, su inicio, estabilidad y conclusión. Estar comiendo significa —en este contexto— solo estar comiendo. Estar leyendo supone estar leyendo —y no estar imaginando, recordando o cavilando—. Solo estar es asumir el rol del momento presente y saturarlo con atención.

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Pero hoy esta propuesta puede parecer primitiva y poco atractiva para una dinámica eficiente, ágil y productiva. Hasta que se cuestiona la naturaleza de lo que se produce.

Practicando el estar

Lo que en un inicio parece un chiste ahora se vuelve un reto que cada vez más CEOs adoptan no solo en su repertorio personal, sino hasta organizacional.

Basta practicar la atención para familiarizarse con ella y construir un modelo con el que la mente genere y mantenga presencia y no se distraiga, momento a momento.

Todo empieza con la tarea de enfocar un punto y mantenerlo ahí, en la mente, sin distracción ni aferramiento. Y de aquí, las siguientes observaciones:

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  • Seguir la respiración con la atención sin necesidad de ser controlada logra afilar una herramienta con la que siempre se cuenta y que determina la respuesta al estrés y a cualquier reto, decisión e interacción.
  • Observar la mente puede parecer algo estéril o aburrido, especialmente si se ha cedido el volante al piloto automático por décadas, pero basta un leve intento, para evidenciar que está fuera de control y encontrar motivación para resarcir este hecho.
  • Enfocar un punto del cuerpo para fijar la atención sobre la respiración (nariz, pecho o abdómen) y contar 10 inhalaciones y exhalaciones libres de prisa, mostrará este deterioro de la concentración. Llegar al 3 sin que un pensamiento obstaculice la claridad deseada merecería acceder a un medallero de los distraídos.
  • El obstáculo al poner atención es pensar. No es detener las funciones cerebrales que nos permiten permanecer indolentes ante un próximo cataclismo ambiental, es solo evitar ceder a la distracción y saber que hay estructuras evolutivas más relevantes que la razón, como la conciencia.
  • Saber de manera contínua cómo estás —y no es meramente bien o mal— conduce a aprender una nueva habilidad con la que se descubre cómo es la mente y sus procesos de respuesta.

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  • Cuando la mente deja de identificarse con los contenidos de los pensamientos se libera y se enfoca. Se vuelve funcional e incluso puede voltear a verse a sí misma y estudiarse.
  • Otro ejercicio es notar la presencia del cuerpo en el espacio y sus sensaciones cambiantes. La idea es depositar la atención al momento sin pretender modificarlo y estar consciente de las sensaciones del cuerpo. Parecen no ser importantes, pero estas conectan con la facultad de atención más profunda, que hace la diferencia para quitar el piloto automático a la rutina.
  • Pedir la atención de alguien es tan obvio como alarmante. O no estamos siendo relevantes o nuestro círculo es ingrato e inmaduro. La comunicación tendría que ser fluida y natural, sin pantalla alguna que distraiga el proceso.

¿Por qué nos distraemos tanto?

Los científicos de la atención lo entienden desde la naturaleza del ser y la habituación: no estamos educados a refinar la parte más trascendente del ser, por el contrario, nos acostumbramos a la ausencia y a la reacción.

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O, ¿de qué otra manera habríamos descubierto que el dinosaurio en el navegador que acompaña a quedarse sin internet no solo puede moverse, sino brincar cactos, esquivar terodáctilos y hasta batir récords que harán olvidar la búsqueda que llevó a esa página?

Nos distraemos tanto que parece un estado normal y hasta agradable. Los publicistas convirtieron a la experiencia en otro artículo a sumar en el carrito. En la medida que una experiencia importe más para vender campañas que para practicar la vida cotidiana, estaremos condenados a desperdiciar el recurso más importante que tenemos (y no es whatsapp).

Solo estar reconcilia al ser con su espacio. Las experiencias físicas y mentales por las que navegamos las jornadas definen la vida y con ello, la manera en la que nos relacionamos con los eventos circundantes que la definen y nutren. No en vano, la palabra de moda, es experiencia.

Darse cuenta es el resultado activo de solo estar —que no, estar solo—. Sea en grupo, o de manera personal, como Montaigne, cabe no señalar al destino de sus avatares, sino ensayarse a sí mismo.

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Contacto:

Eduardo Navarrete se especializa en dirección editorial, Innovación y User Experience*

Twitter: @elnavarrete

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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