Tras varios meses con presiones inflacionarias, las cuales han hecho saltar las alarmas en los principales bancos centrales a lo ancho y largo del planeta, el Banco de México, asustado por el alza sostenida de los precios, ha comenzado “una retirada de estímulos” in extremis, tratando de frenar la escalada. Para ello, el Banco Central ha aplicado una subida en los tipos de interés, siendo su objetivo contener, dado que reducirlos es muy difícil en estos momentos, los niveles de inflación y que ello, de paso, no afecte a la recuperación de la economía mexicana; descolgada en ese contraste con otras economías.

Como sabemos, la inflación es un fenómeno, para algunos exclusivamente monetario, que produce un incremento sostenido de los precios. La aplicación de estímulos y la inmensa cantidad de recursos que han destinado los países para reanimar la economía ha provocado que los niveles de inflación escalen sustancialmente en las principales economías del planeta. Un alza que también ha vivido la economía mexicana, la cual registraba durante el pasado mes de julio una tasa de inflación que  superaba nuevamente las expectativas del mercado, ubicándose en una tasa anual de 5.81%.

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Los principales bancos centrales, ante una recuperación en la que cada recursos cuenta, se han mostrado reticentes cuando se les ha preguntado por una posible retirada de estímulos, ante esas presiones inflacionarias que se han ido observando. Y es que, ante la posibilidad de que se dé una pronta retirada de estímulos, la cual pudiese ahogar la economía, las principales autoridades monetarias tratan de apostar por seguir aplicando los estímulos y confiar, pues no se puede hacer otra cosa, en que dichas presiones inflacionarias no serán más que un suceso meramente coyuntural.

Así, hablamos de autoridades que, en el caso de Estados Unidos por ejemplo, han destinado cerca del 11% del PIB a una recuperación, la cual precisaba, y como muy bien resaltaba el Fondo Monetario Internacional (FMI), una fuerte respuesta fiscal por parte de los Gobiernos. De media, atendiendo a los datos que ofrece la universidad de Columbia (Nueva York), hablamos de una respuesta fiscal que en las economías desarrolladas, de media, ha representado cerca del 6,7% de sus respectivos niveles de PIB. Como vemos, apuestas de gran dimensión, a las cuales se las ha denominado con nombres como “Nuevo Plan Marshall”, que no pueden caer en saco roto por aplicar una pronta retirada de estímulos.

Al menos este era el planteamiento general que tenían los principales bancos centrales, incluyendo aquí al Banco Central Europeo (BCE) y a la Reserva Federal (FED). Sin embargo, parece que no es el que tiene el Banco de México, quien ha decidido comenzar con la retirada de estímulos, de forma unilateral, ante una inflación que, para los analistas del país, se antoja persistente. El componente subyacente de la inflación ya lleva 8 meses al alza, y este se ha situado durante todo este periodo por encima del 4%, superando ampliamente el nivel de tolerancia del Banco Central azteca, el cual se fijó en el 3%. Una situación que ha puesto al Gobierno contra la espada y la pared, pero que se ha saldado, finalmente, con una subida en los tipos de interés.

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Entre los riesgos, como decíamos, se encuentra el hecho de que la fuerte apuesta de la que hablamos podría caer en saco roto, al ralentizar el crédito y frenar el auge de la demanda. Sin embargo, la apuesta presenta más riesgos cuando observamos el caso de México, situándose el país por debajo de la media, y muy por debajo, en lo relativo a su movilización de recursos y la respuesta fiscal ofrecida por parte del Gobierno. Mientras que la media en las economías emergentes, en lo que respecta a esa respuesta fiscal de la que hablamos, se ha situado en el 2,4% de sus respectivos niveles de PIB, en el caso de México no alcanzó ni el 1% del PIB; siendo, dicho sea de paso, la economía que menos recursos ha movilizado de entre las economías OCDE.

Como vemos, una retirada de estímulos, teniendo en cuenta la escasez de la respuesta ofrecida por el país, podría dañar severamente una economía que ha notado un amplio impulso por su exposición al exterior y su relación con los Estados Unidos. Y si a esto le sumamos que México sigue expuesto, y de forma muy vulnerable, a una nueva variante que podría volver a paralizar la economía, los riesgos de los que hablamos deberían, como poco, tenerse en cuenta a la hora de tomar decisiones de este tipo. La economía comenzaba a ganar impulso, y ese contagio que estaba sufriendo México de su vecino no debe frenarse con una retirada de estímulos; máxime teniendo en cuenta esa respuesta fiscal del 1% ofrecida.

Las perspectivas son buenas, aunque se han moderado. La recuperación es lo que necesita la economía mexicana, y cualquier acción que pueda poner en peligro el crecimiento que hoy registra el país debería tenerse muy en cuenta. Como decíamos, ahogar la demanda no sería lo más conveniente en estos momentos, y el país está adoptando una decisión que va en contra de la adoptada por las principales economías en el planeta. Esperemos que esta apuesta no salga mal, aunque la trayectoria de AMLO y este Gobierno al frente del poder no los avala.Pues aquí, más que nunca, debemos recordad la célebre cita del economista Thomas Sowell, quien decía que las políticas debían medirse por su impacto en la economía y no por la intención con la que se aplicaban.

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