Por Jorge Alor* En 1950 Alan Turing, matemático creador de los primeros algoritmos formales y considerado uno de los padres de la computación, escribió un ensayo planteando la posibilidad de que las máquinas pudieran “pensar”. En su ensayo propuso una prueba que consistía en pedirle a una persona o a un jurado que interactuara alternadamente con un humano y una computadora mediante una interface, sin saber cuál era cuál. El jurado debía adivinar, con un número limitado de tiempo, cuál era la computadora y cuál era el humano. En caso de que el jurado se equivocara, la computadora habría pasado el test y sería considerada inteligente. A este “juego” se le conoce como el Test de Turing. Hoy, que estamos entrando a la era de la Inteligencia Artificial, ya no existe una sola prueba de Turing, sino cientos de estas. Por un lado, nos encontramos con las que siguen el modelo clásico, El Premio Loebner, por ejemplo, es un premio que se otorga una vez al año a la inteligencia artificial que mejor simule un diálogo humano, decenas de inteligencias compiten anualmente por el premio que ha subido sus requerimientos año con año, empezando con una interacción de cinco minutos en el ’91 y llegando en la actualidad a interacciones de 25 min. Este año, Sundar Pichai, CEO de Google, presentó un video donde la asistente virtual de Google hace diversas llamadas telefónicas para solicitar servicios de una recepcionista. El video muestra que la asistente logra hacerse pasar por humana perfectamente, reservando una mesa y confirmando una cita de corte de pelo. Cada vez son más los retos (variantes de las pruebas de Turing) que han superado las inteligencias artificiales: en 1997 la computadora Deep Blue ganó al campeón mundial de ajedrez en su juego, en 2011 Watson, la inteligencia artificial de IBM ganó 1,000,000 de dólares en Jeopardy, al vencer al resto de los campeones y en el 2016 Alpha Go una inteligencia creada por Google, venció al campeón mundial de Go, el juego con más movimientos del mundo. En otros aspectos, las inteligencias también han demostrado ser capaces de imitar, e incluso superar a los humanos. En un TED talk de este año, Pierre Barreau, CEO de AIVA Technologies, presentó dos composiciones musicales e invitó a la audiencia a adivinar cuál fue hecha por una inteligencia y cuál por humanos. ¿El truco? Ambas composiciones fueron creadas por AIVA, la inteligencia desarrollada por la compañía de Barreau. El sitio http://botpoet.com/ reta a los usuarios a adivinar si un poema fue escrito por humanos o bots y se describe a sí mismo como el test de Turing de la poesía. La Inteligencia Artificial de Google fue programada para que generara obras de arte por sí misma y a los resultados se les ha clasificado en un estilo artístico propio, denominado “Deep dream”. Todo esto se podría combinar con una “interface” gráfica que nos haga creer que lo que vemos es una persona real. Magic Leap este año presentó a MICA, su nuevo avatar para inteligencias artificiales, que es tan real que la gente no puede evitar devolverle una sonrisa cuando los mira. En el futuro será muy difícil para nosotros distinguir a los humanos de las inteligencias artificiales, pues éstas últimas serán cada vez más rápidas y certeras. Lo más emocionante es el efecto que estas IAs tendrán en nuestra creatividad e ingenio, nos espera un futuro acelerado y lleno de cosas hoy inimaginables. La inteligencia humana pura quedará rezagada como un sastre contra una prenda de fábrica, tendrá más valor, pero no necesariamente será mejor. *Fundador y CEO BNN   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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