- Dejar de agrupar en minorías.
- Dejar de callar lo que pensamos, y nos mueve.
- Poder evolucionar sin perder nuestra esencia.
- Aprender a no sentirnos ofendidos porque alguien piensa distinto.
¡Sé diplomáticamente INcorrecto por favor!
Para cerrar las brechas de inequidad, sea cual sea el grupo minoritario afectado, es importante debatir sobre las ideas, manteniendo en el centro, el respeto y valía de la persona.
La semana pasada se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. A través de los distintos estudios, artículos, pláticas y entrevistas, queda claro cuánto trabajo hay que hacer para mejorar la equidad de género. Al preparar particularmente una conferencia para una trasnacional, sobre empoderamiento e inclusión, me cuestioné como mujer, si realmente el tema de la conversación que debemos impulsar es “equidad de género” o más bien, debiera ser “respeto y valía de las personas”.
En un mundo social, político y económico inundado por el relativismo con el fin de mantener un discurso políticamente correcto, perdemos la posibilidad de debatir abiertamente sobre las ideas. Debatir abiertamente sobre los temas polémicos, y muchos otros que en el interior nos mueven, está mal visto.
En lo personal, hoy pienso que la conversación sobre inclusión, sea cual sea el grupo minoritario afectado, es obsoleto. No vamos a cambiar las cifras ni cerrar la brecha de inequidad entre hombres y mujeres de 217 años que menciona en su índice el Foro Económico Mundial, sino cambiamos el tema de la conversación. A medida que respetemos y valoremos a las personas por el simple hecho de ser personas, quitaremos ese estigma que estamos inculcando a los niños: “perteneces a este grupo minoritario”. La exclusión la generamos nosotros mismos al momento que hablamos sobre inclusión. ¿Por qué habría una organización que estar pensando en que tiene que cumplir una cuota por género o diversidad en sus mandos superiores, si de todos modos de forma velada se le va a rechazar?
Dejemos de ser hipócritas, las cuotas de inclusión se han impuesto porque no vemos el valor en el otro, no para favorecer la riqueza de las organizaciones a través del valor que “el otro, distinto a mi” puede agregar.
Cambiemos por favor el discurso. Atrevámonos a ser políticamente incorrectos. Salgamos del relativismo en el que nos escondemos y tengamos las discusiones sobre las ideas que nos importan, siempre, siempre y siempre, respetando a la persona.
Este cambio en el discurso empieza desde la casa, respetando y habilitando a todos quienes integran la familia. Empieza con el ejemplo generando y ofreciendo igualdad de oportunidades para todos. Apoyando e impulsando a todos sus miembros.
Necesitamos más papás de Malalas que den herramientas emocionales a sus hijas, para enfrentar talibanes, y esposas de Justin Trudeaus que pidan a sus maridos tener las mismas conversaciones que tienen con sus hijas sobre su valía, con sus hijos varones para que aprendan a respetarlas.
Necesitamos: