Aunque aún no empiezan oficialmente las campañas políticas, el precedente que hemos visto en las precampañas podría no ser muy alentador respecto a lo que podremos ver en términos de debate, contenido y formas. Si bien es cierto que en las campañas políticas se está compitiendo con otros candidatos y que el enfrentamiento es la norma, también es cierto que la forma de competir puede variar radicalmente. La forma desde que se abordan las campañas tiene que ver mucho con la manera en la que se ve la realidad del país. Desde hace tiempo en la política en México se ha caído en la manía de retratar al país de la peor manera posible para entonces justificar la necesidad de un cambio y presentarse como la mejor alternativa para este. Se pueden hacer campañas que sean guerras de lodazal o campañas que vean que hace falta. Y esto no es privativo de México como hemos visto en otras campañas electorales alrededor del mundo. El tema aquí es que desde magnificar lo malo y minimizar lo bueno, ocultar lo que funciona y volver las cosas personales, el resultado es siempre bastante inferior al que se puede lograr viendo las cosas con los pies bien puestos en la tierra y sabiendo que siempre es posible hacer algo respecto a las circunstancias que enfrentamos. Es posible tener otro tipo de campañas que elevan la discusión, debate y finalmente inspiran al electorado. Es posible tener campañas llenas de invalidaciones y descalificaciones, como también es posible tener campañas en las que se inspira al electorado y existen propuestas más o menos concretas en los ámbitos de interés para la ciudadanía; es posible tener campañas que hablan de explicaciones o campañas que inspiran a la ciudadanía. Campañas que hablan de pasado o campañas que hablan de futuro. Campañas que hablan de lo mal que están las cosas o campañas que hablan de lo que es posible lograr. Campañas que hablan de ideas o campañas que hablan de descalificaciones. Campañas que presentan mesías o campañas que presentan sociedad entre ciudadanía y gobierno. Así que uno de los grandes retos de los candidatos en 2018 será sin duda desde donde abordar sus campañas para elevar el nivel de la contienda, del debate y del contenido de las mismas de forma que en lugar de convertirse en espacio de fracaso, descalificaciones y desempoderamiento, se vuelva un espacio de reflexión práctica que contribuya a la calidad y experiencia de la democracia mexicana. Más aún, en tiempo de campañas políticas es imposible dejar de escuchar a los candidatos acerca de cuáles serán las grandes propuestas y acciones que producirán las grandes obras que harán la diferencia por la transformación del país. Entonces la pregunta clave que vale la pena hacerse es sobre los elementos que deberían considerar los candidatos de cara a la elección presidencial para tener una mejor campaña y competir en mejores condiciones. Veamos cuales:
  • Un nuevo futuro. Es necesario hablar de futuro. Los precandidatos tienden a hablar demasiado del presente y de acciones. El último gran futuro de México fue el futuro de la modernización, nuestro país insertado en la economía global, el TLCAN, las carreteras de peaje, la OCDE, los celulares, estabilización macroeconómica, etc. Pero hoy, para cualquier mexicano que nació a partir de 1984 ese futuro es el presente, no hay nada nuevo ahí. Cuando se habla de acciones y propuestas que no vienen de un futuro es como si las acciones a empellones quisiéramos nos llevaran a un futuro. Al contrario, no se trata de empujar al país al futuro sino pararse desde el futuro ya realizado -cualquiera que este sea – para regresar al día de hoy ligando las acciones desde el futuro hasta el día de hoy para lograrlo. El futuro del que hablo “jala” porque inspira, conmueve y toca a las personas, no es necesario empujar a nadie ni convencerle y, menos, explicarle. Un futuro debe inspirar y hacer que el electorado diga “yo quiero”. Las grandes corredurías financieras y organismos internacionales pronostican que México será en 2050 la séptima economía más grande del mundo. Yo quiero escuchar a los candidatos de hablar de este futuro y de las acciones que tomarían para llegar a lograrlo, incluyendo los hitos.
  • Ver qué falta. Ver qué está mal nos lleva necesariamente a quién está mal. Es una forma de personalizar y buscar culpables. Pero ahí no están las soluciones, ni la respuesta. En realidad, cuando vemos lo que está mal buscamos castigo y no se evoluciona a discutir lo que verdaderamente es importante. No existen el tipo de conversaciones que mueven a la acción. Nos quedamos en la crítica, el linchamiento y, finalmente, sin acciones concretas para hacer que funcionen las cosas. Al pensar qué falta podemos ver qué es necesario agregar a lo que ya tenemos para que funcione. Esta forma de ver las cosas permite trabajar en acciones concretas para capitalizar lo que se tiene y realizar los ajustes que traen funcionalidad. En última instancia, lo que queremos es que las cosas funcionen más que culpables. Cuando hay culpables estamos tranquilos pero eso no quiere decir que las cosas funcionen, sólo quiere decir que hay culpables. Es necesario trascender de la comodidad de los culpables a las acciones concretas para traer funcionalidad. Saber qué está mal no hace una diferencia en sí mismo. Ver qué falta abre la oportunidad para ponerlo, para proveerlo, nos mueve a actuar. ¿Hay corrupción, y luego? Es necesario castigar culpables pero lo más importante quizá sea prevenir. La pregunta clave para avanzar es qué falta y qué está faltando en México en diverso ámbitos.
  • Propuestas desde otra mirada. Es necesaria una nueva mirada para abordar los problemas que nos aquejan. Decía Einstein que “los problemas no pueden ser resueltos con el mismo nivel de pensamiento con el que fueron generados” y quizá estemos siendo presos de esto. Generalmente, todas las propuestas parten de un mismo punto de vista o trasfondo desde el cual se ven las cosas, por lo que acaban siendo una variación definida por el problema mismo. Así, las soluciones no son otra cosa que variantes de lo mismo en función de hacer “más”, “menos”, “mejor” o “diferente” de esto o aquello, pero finalmente, con referencia a lo mismo. Así que inconscientemente, tenemos un mismo trasfondo o forma de ver las cosas que define las soluciones que daremos a los problemas. Suenan conocidas discusiones del tipo de tener “mejor educación”, “mayor o menor gasto”, “programas sociales diferentes”, pero finalmente variantes de lo mismo y la mismísima forma de ver las cosas. Si vemos que más que dar ayuda lo importante es facilitar el empleo ¿cómo cambiarían los programas sociales y las políticas públicas? Cuando no cambiamos nuestro punto de vista acabamos viendo lo mismo y, por consiguiente, haciendo lo mismo que nos lleva a tener…lo mismo. Se requiere un nuevo dominio de propuestas y esto solo se puede lograr cambiando la forma desde donde vemos los problemas. Fundamental para los candidatos.
  • Enfoque ciudadano. Aunque esta idea del gobierno o el “mesías” que todo hace y todo resuelve por inspiración divina es muy atractiva y seductora, sabemos que esto no funciona así. Tampoco es cierto que son los gobiernos los que transforman a los países. En el mundo en el que vivimos -y en el México que tenemos ahora- ningún gobierno ni gobernante tiene la capacidad de transformar un país. Los grandes cambios que requiere México sólo son alcanzables mediante la transformación de la ciudadanía. Los problemas de corrupción, de criminalidad o de pobreza requieren de la participación ciudadana y de sus organizaciones para resolverse. La participación ciudadana estructurada, consistente y voluntaria es fundamental. Acabar con la corrupción requiere de leyes, instituciones y políticas específicas, pero también de que alguien no ofrezca la mordida y ese es trabajo para la ciudadanía. Los grandes problemas que enfrenta el país requieren quizá menos de políticas públicas y más de ciudadanía. Una ciudadanía involucrada y las políticas públicas correctas nos vuelven imparables. La ciudadanía es el espacio de donde surgen los gobernantes y el gobierno. En el México que queremos transformar los políticos necesitan a los ciudadanos -que lo digan- y los ciudadanos no necesitan mesías.
  • Hablar al oído de las audiencias. México ha vivido cambios muy importantes en las últimas décadas. Ha habido un crecimiento importante en la clase media, nos hemos vuelto un país urbano, estamos en un mundo global y hay millones de mexicanos que están mejor que sus padres. Ha habido progreso. Hablar a esta audiencia creciente -por ejemplo- y entender qué es lo que quiere y necesita es la mejor manera de estar cerca del electorado. Los discursos tradicionales desde visiones de que “estamos mal y vamos para peor”, que magnifican lo malo y minimizan lo bueno nos llevan a diagnósticos que no atienden aquello que es importante para el electorado.
El México de la transformación, el de siguiente nivel, el que anhelamos, requiere también de gobernantes y políticos que encaren los grandes retos del país desde otro punto de vista. Eso empieza, como un acto de congruencia personal y profesional, desde que son candidatos y desde sus propias campañas ofreciendo debate, discusiones y propuestas a la altura de lo que será su gobierno. Sin duda, aquel candidato que mejor maneje estos elementos y lea mejor a esta nueva ciudadanía contribuirá a tener mejores campañas políticas y tendrá mayores probabilidades de éxito. Como dicen, en política la forma es fondo. Y las campañas, gobierno.   Contacto: Correo: thecatalist@thecatalist.org Twitter: @MxPiensaMas Facebook: JFloresKelly Páginas web: México Piensa Mas / elcatalista Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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