A lo largo de la historia, la migración ha sido una valiente manifestación de la voluntad del ser humano de sobreponerse a la adversidad, tener una vida mejor e incluso de supervivencia. La globalización, la guerra, el cambio climático y la resaca de la pandemia han enmarcado cambios importantes en los flujos migratorios del siglo XXI.

Esta nueva era ha planteado retos y abierto oportunidades a las sociedades de todo el mundo. También ha contribuido a poner de relieve la clara interrelación que existe entre la migración y el desarrollo, así como las oportunidades que presenta para la mejora coordinada o concertada de las condiciones económicas y sociales de los lugares de origen y de destino. 

La migración está evolucionando como consecuencia de la progresiva globalización de los mercados laborales y las sociedades, de la evolución tecnológica y del deterioro del medio ambiente. En este contexto, reconsiderar las políticas migratorias no es opción.

Hablar de este fenómeno conlleva un reto importante: conocer y difundir los beneficios que aporta la migración cuando las políticas son basadas en el desarrollo humano y no en los fines electorales. La migración es un tema complejo que se ha utilizado como parte de la agenda político-electoral alrededor del mundo y teniendo tantas aristas, la complejidad de las sociedades del siglo XXI tienen en la migración la oportunidad de generar crecimiento y desarrollo. 

Es cierto que tradicionalmente se piensa que la migración puede privar a los países de sus ciudadanos más capaces y brillantes, separar familias, generar tensiones sociales y facilitar la proliferación de crimen y delincuencia. Sin embargo, la migración también puede ser factor detonante de desarrollo si se atiende poniendo al centro a las personas y no a los intereses políticos o económicos, generando políticas públicas de empleabilidad planeada y de integración intencionada.

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Mediante la cooperación internacional, los países pueden generar un impacto positivo en tres frentes a la vez: el de los migrantes, el de los países de origen y el de las comunidades de acogida.

Dado que la migración es un fenómeno global y que se produce no sólo entre pares de países o dentro de una misma región, sino prácticamente de cualquier rincón del mundo a cualquier otro, es necesario que se le atienda de forma global, transversal y multidisciplinariamente. Sin muros ni títulos que solo agravan la polarización de las sociedades actuales.

Se calcula que unos 281 millones de personas (el 3.6 por ciento de la población mundial) residen actualmente fuera de sus países de origen. Esta migración se caracteriza por diversos grados de compulsión. Un número cada vez mayor de migrantes se ven obligados a abandonar sus hogares debido a una compleja combinación de factores. Más allá del contexto en el que se da la migración, los migrantes se ven expuestos a constantes violaciones de derechos humanos tales como la denegación de sus derechos civiles y políticos (detención arbitraria, tortura o ausencia del debido proceso judicial) así como la vulneración de derechos económicos, sociales y culturales (derechos a la salud, la vivienda o la educación). La denegación de derechos a los migrantes suele estar estrechamente vinculada a discriminación, prejuicios y xenofobia.

Las precarias condiciones a las que se enfrentan los migrantes hoy en día reiteran la necesidad de eliminar los tintes políticos en el tratamiento de los flujos migratorios, pero también pone sobre la mesa la urgencia de generar esquemas de asimilación e incorporación de los migrantes a las sociedades de destino, considerando que los flujos migratorios se intensificarán en los próximos años por el impacto del cambio climático y el calentamiento global alrededor del mundo.

Más allá del Título 8 y de la próxima contienda electoral, México y Estados Unidos deben retomar los marcos de cooperación bilateral para disminuir la complejidad del fenómeno migratorio para ambos países. México ha dejado de ser un país de tránsito, es hoy un país de destino (obligado) para miles de migrantes que han sido testigos de la desaparición del sueño americano, y como tal debe asumir con total apego al derecho internacional la responsabilidad de atender la migración como tema prioritario en la agenda interna.

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