Forbes Nueva York. RJ Scaringe es el chico nuevo de la industria automotriz estadounidense. Con 36 años, el CEO y fundador de Rivian Automotive es fácilmente identificable en el stand que esta firma de autos eléctricos montó en la reciente edición del Auto Show de Nueva York. Su equipo viste chamarra verde, que luce el logotipo de la marca, y pantalones y zapatos negros. Scaringe, en cambio, porta una camisa gris desfajada, pantalones de mezclilla y tenis con toques amarillos. Hay más diferencias. Sus colegas resguardan bien la pickup y el SUV que Rivian expone en el evento y que, por sus diseños aeroespaciales, atraen a propios y extraños. Mientras tanto, el joven “estrella” camina de un lugar a otro, saluda de mano a cada miembro de su equipo y conversa con desparpajo con los periodistas, que hacen fila para entrevistarlo. “Él mismo representa el espíritu de las personas libres y aventureras que adquirirían una Rivian en busca de adentrarse en lugares inhóspitos y de difícil acceso. No es para toda la gente, sino para personas con hábitos de consumo y un estilo de vida particular. Si alguien busca autos masivos y baratos, nosotros no somos su objetivo”, dice uno de sus colaboradores. El imán de Scaringe se debe a dos cosas: La primera tiene que ver con la imagen de un joven que, al estilo Mark Zuckerberg, de Facebook, o Evan Spiegel, de Snapchat, ha aterrizado, con una empresa propia, en una industria controlada por marcas centenarias que tenían el mercado en un puño, como Ford, GM o VW. Por si fuera poco, cuenta con un halo tecnológico que lo vincula a tendencias futuristas enmarcadas por la automatización y el Internet de las Cosas. Es egresado de una de las instituciones que marcan la pauta en esos temas: el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde fue miembro del prestigiado equipo de investigación del Laboratorio de Automoción Sloan. Y, luego, viene la forma en que Scaringe irrumpió en la escena automotriz, precisamente cuando las manifestaciones del cambio climático ganan titulares en la prensa, por la contaminación que, según los expertos, los autos provocan en el planeta (se calcula que participan con el 70% de la polución en las ciudades). La promesa de Rivian no sólo es ofrecer, con sus vehículos eléctricos, una solución a la contaminación. Pone también en el mercado su plataforma tecnológica limpia que puede ser utilizada por cualquier armadora que quiera ahorrarse el largo camino de desarrollar desde cero sus propios vehículos eléctricos, y que esté dispuesta a pagar por usar la patente, claro está. La plataforma se llama Skateboard y explica el respaldo de 450 mdd que Rivian recibió de Sumitomo Corp, Standard Chartered Bank y Abdul Latif Jameel. En febrero, la automotriz de Scaringe recaudó otros 700 mdd en una ronda de financiamiento encabezada por Amazon, del multimillonario Jeff Bezos, como parte de una estrategia que han seguido otras firmas tecnológicas, incluida Apple, para tener un pie en los vehículos limpios. Hubo rumores del supuesto interés de invertir por parte de GM, pero eso no ha sucedido hasta el momento. “Amazon viene a ser un gran aliado para nosotros. De GM, nada qué decir: nosotros nunca hablamos de esa posibilidad de inversión”, dice, tajante, Scaringe. En Rivian dicen que, con Skateboard, las armadoras podrán ahorrarse millones de dólares en investigación y mucho tiempo de laboratorio. Hay firmas que han apostado, por años, al desarrollo propio de vehículos eléctricos, sobre todo sedanes, como Tesla, Nissan o VW, mientras que otras parecen ir tarde. Un caso es el de Ford, aunque, días después del Auto Show, anunció una inversión en Rivian de 500 mdd para diseñar en conjunto un vehículo con baterías de última generación. “Con Rivian compartimos un objetivo común de crear un futuro para nuestra industria a través de la innovación”, dijo, en un comunicado, Bill Ford, presidente ejecutivo de la automotriz. Ford tiene, entre sus planes de corto plazo, desarrollar una versión eléctrica de la camioneta F-150, de sus vehículos el más demandado, y es justo en ese segmento donde Rivian ve un campo poco explorado por las automotrices y que él quiere atender. En ese carril, México tiene un papel que jugar. Te puede interesar: Rivian Automotive va por los clientes de Tesla

RJ Scaringe llegó con una empresa propia a una industria controlada por marcas centenarias, como Ford, GM o VW. Foto: Phillip Faraone/Getty Images para Rivian.

México en la ruta Rivian está en el proceso de recepción de pedidos de clientes que quieren sus pickup modelo R1T, y SUV modelo R1S, con promesa de entrega en 2021. El costo por unidad es de 69,000 y 72,000 dólares, respectivamente. En sus planes está llegar con estas unidades a todo el mundo y apuntar con énfasis hacia Europa, pero, en los primeros años, pretende focalizar sus esfuerzos comerciales en Norteamérica, al reconocer que Estados Unidos y Canadá son mercados comprobados para autos de lujo, y que México representa una plaza interesante de explorar, sobre todo en el segmento de lujo. “Cuando analizamos opciones para colocar SUV y camionetas, vimos que México es un mercado que va a empezar a crecer en el segmento premium, lo cual representa, para nosotros, la oportunidad de crear una marca que conecte con públicos que tienen capacidad de compra de estos autos de aventura. En otras palabras, se trata de un mercado en crecimiento importante para nuestros planes”, comenta Scaringe. En efecto, las marcas de lujo fueron las que mejor se comportaron en el mercado mexicano en 2018. BMW creció 18.1% con respecto el año anterior, por ejemplo, y Mercedes-Benz lo hizo en 16%, mientras que el mercado en general vio retroceder sus ventas 7%. También en Estados Unidos, las camionetas tienen alto potencial. En 2018, por primera vez en la historia de ese país, se vendieron únicamente 5.48 millones de sedanes y hatchbacks, contra 11,78 millones de pickups y SUV. ¿Podría suceder algo similar en México? Quizá sea muy temprano para saberlo, pero, para una economía tan integrada comercialmente con la estadounidense, la posibilidad de que el mercado local siga una tendencia similar no debería desestimarse. Por lo pronto, Rivian asegura que la primera producción de los vehículos que dirigirá a México estará lista a finales de 2020. El plan es darle prioridad de entrega a las órdenes de modelos más equipados, por ejemplo, con baterías más poderosas. El plan mercadológico global de la automotriz está muy enfocado en plataformas digitales; pero, en países como México, donde el e-commerce está todavía en desarrollo y, los consumidores, acostumbrados al contacto con los vehículos en las agencias, no se descarta promover y vender autos eléctricos por canales tradicionales. “Aún estamos discutiendo y pensando cómo deben interactuar los posibles clientes potenciales de México con los autos: si en locaciones físicas o de otra forma. Estamos en ese proceso”, comenta Scaringe. Miembros de su equipo directivo, conformado por altos ejecutivos provenientes de firmas automotrices tradicionales, dijeron estar analizando estrategias para colocar pisos de ventas, administrados por ellos mismos, en las principales ciudades del país, aunque no definieron una fecha concreta para iniciar operaciones en estos lugares. Ése no es el único tema pendiente de Rivian en México. Si bien las baterías de los vehículos eléctricos pueden cargar energía casi desde cualquier punto de contacto donde se enchufan otros equipos y aparatos, la empresa estudia la posibilidad de establecer estaciones de energía en puntos clave de las ciudades. Pero, también en este caso, el tema está por definirse. En lo que hay más claridad es en los servicios de mantenimiento. “Definitivamente, se tendrá que dar mantenimiento en espacios adecuados para ello”, señala Scaringe. “La pregunta que estamos buscando resolver es si lo haremos nosotros mismos o a través de alguna sociedad con un tercero”. A diferencia de los vehículos tradicionales con motor a gasolina, que tienen cientos de componentes vinculados a la estructura motriz y que requieren mantenimiento periódico, los eléctricos carecen de ello (las unidades de Rivian no requieren de motor central y, en su lugar, hay, simplemente, un espacio vacío), además de que su software hace diagnósticos preventivos y, en algunas circunstancias, autorrepara posibles daños. Aunque “la empresa no tiene previsto dar a conocer en este momento” sus ventas por preórdenes de compra, estima comercializar, el primero año, alrededor de 20,000 unidades. Acelera, para alcanzar ese objetivo, su operación en una planta al sur de Chicago, que compró en 2017 a Mitsubishi por 16 mdd. Los directivos de Rivian saben que México se ha consolidado como una plataforma de manufactura automotriz a escala global; sin embargo, no está en sus planes fabricar vehículos en el país. Rivian no se atreve a dar un porcentaje de cuánto podrían representar las ventas en México en el total de Norteamérica, pero calcula que el margen será menor que lo que esperan de Estados Unidos y Canadá. “En México, existen personas con un alto poder adquisitivo que, si bien no son, en volumen, las mismas que en los otros países, tienen hábitos similares”. Lo importante para México, considera Scaringe, es que la firma va a contribuir con la oferta de un auto inteligente, del futuro. “Tenemos uno de los equipos de desarrollo más fuertes del mundo, con 200 proveedores que hacen las piezas que contienen nuestros autos; hemos hecho un buen equipo de socios. Estamos listos para incursionar en Norteamérica en un segmento que carece de tecnología [el de pickup y SUV]”. Te puede interesar: Autos eléctricos: el futuro que todavía no es rentable

El corazón del negocio

Diez años tardaron Scaringe y su equipo en desarrollar la plataforma eléctrica que puede ser utilizada por cualquier firma automotriz para colocar en ella su chasís. A este desarrollo, Rivian Automotive lo llama Skateboard. En lugar de tener un motor central, posee pequeños motores en cada llanta, de 200 caballos de fuerza cada uno, que le permiten ser más eficiente en su operación y, de la mano de un software propio, administrar mejor la energía. En la parte central de la plataforma, integra una serie de baterías que le dan una autonomía de 380 km y que se cargan por completo en seis u ocho horas. Tiene la capacidad de subir pendientes de hasta 45 grados y puede lograr una inmersión en agua a una profundidad de hasta un metro.

 

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