Por: Mauricio Brizuela Arce

Estar al frente de una empresa es un compromiso muy demandante. El puesto de CEO da muy poca tregua a la persona que lo ocupa, así que no es sencillo que cualquiera pueda desconectarse del trabajo durante más de unas horas, no importa si es fin de semana o momento para dedicarse a descansar. Es decir, el cerebro de quien está en la dirección está siempre alerta, con los niveles de cortisol activados, sin darle tregua al cuerpo que necesita recuperar energía.

Pero hay más detrás de eso. La idea de que un buen CEO no descansa nunca tiene que ver con esa “mentalidad de tiburón” que tomó la moraleja de la cigarra y de la hormiga, y la llevó hacia el otro extremo. Ya no se trataba solamente de trabajar para prepararse para el invierno, sino de no parar porque todo depende de una sola persona. Todavía podemos encontrar artículos en donde se destaca que gente como Elon Musk prefiere no tomar vacaciones o que los días libres son para quienes tienen miedo al éxito. Sin embargo, hay nuevas aproximaciones al papel que toma el descanso en la vida de las personas que tienen exigencias constantes.

Por ejemplo, llama la atención una situación que parece repetirse entre CEOs en todo el mundo: en cuanto comienzan sus vacaciones, enferman de gripe, complicaciones estomacales o fiebre, que en el menor de los problemas agregan un elemento de incomodidad, o de plano llevan al hospital. Una vez que es momento de regresar a la oficina, el asunto desaparece.

Esto no se trata de una desafortunada coincidencia, apunta más bien a un asunto emocional relacionado con el estrés. El psicólogo holandés Ad Vingerhoets le puso un nombre: enfermedad del ocio. Aunque todavía no existen suficientes estudios clínicos como para darle un espacio en la literatura médica, sí hay registro de pacientes que comparten que la etapa vacacional es también cuando más se enferman.

Se han considerado ciertos elementos que pueden influir en esto:

Antes de abandonar el trabajo para descansar, la gente suele invertir tiempo extra para “dejar todo en orden”.

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Los niveles de cortisol y la adrenalina del estrés previo a las vacaciones distraen de los síntomas que anuncian una enfermedad que no se trata a tiempo.

Al darle más importancia al trabajo, la persona puede tener una deficiencia en su alimentación o sistema inmunológico, lo que la hace más propensa a contagiarse de un pasajero en el avión o un virus en una ciudad de clima distinto.

En lo que acabo de mencionar existe una constante: poner en segundo plano el descanso y priorizar las obligaciones. En papel suena hasta loable, pero en la práctica se convierte en una bomba de tiempo. El estrés del trabajo es uno de esos enemigos silenciosos que, con el paso del tiempo, comienza a llamar la atención a gritos con señales que van de lo que comprende la enfermedad del ocio, hasta afecciones más delicadas, como problemas cardiovasculares o de salud mental.

Las vacaciones no son únicamente la oportunidad de conocer un sitio nuevo, probar experiencias o alimentar las redes sociales con paisajes de ensueño, es una necesidad que permite recargar energías y, por lo tanto, seguir dando lo mejor de sí en las actividades diarias. Si esto es importante para alguien en cualquier puesto operativo en una empresa, en la directiva es primordial. La distracción y la desconexión de lo que ocurre en la compañía ayudan a adoptar puntos de vista más frescos a retos que parecen difíciles de resolver y a regresar a la rutina con bríos.

Un estudio de 2015 de la Harvard Business Review puso sobre la mesa un dato que no siempre nos dicen en las escuelas de negocios: la gente que toma vacaciones tiene más posibilidades de obtener un aumento o ascenso. Al final, los puntos a favor del descanso llegan al mismo punto: cuando nos desconectamos del trabajo por unos días, el cerebro funciona mejor. Todos necesitamos tiempo para distraernos, ejercitar otras habilidades (como las físicas, las creativas y las sociales) sin la presión de que sea a favor de conseguir resultados, como atender un problema de producción o ventas, o lograr un nuevo contrato con un cliente. 

Es decir, a nadie le sirve que la empresa tenga una persona agotada como CEO, porque eso significa menos capacidad para tomar decisiones rápidas, poca concentración en los objetivos, nula energía para poner atención a las tendencias de su mercado y, a la larga, se traducirá en malos resultados para toda la organización.

Por eso es una buena noticia que existan CEOs que, además de tomarse en serio sus vacaciones, lo convierten en una política de la empresa para todo el personal. Vale la pena poner atención a quienes critican el aumento de los días de descanso en México: no solo le restan importancia al bienestar de la gente que dedica su talento a la empresa, lo más seguro es que tampoco lo hagan con la propia. ¿Es ese el tipo de líderes que necesitamos?

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Contacto:

Presidente del Consejo de Administración y Socio Director de Salles Sainz Grant Thornton

Twitter: @SallesSainz

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