Por Claudia García Mancilla* Venezuela quizá fue uno de los países más ricos del mundo, debido a que, más allá del petróleo, está dotado de una gran cantidad de recursos naturales. Resultado del auge de este hidrocarburo, esta nación experimentó un crecimiento económico envidiable antes de la crisis energética de la década de los años 80. Dado que es una de las naciones con las mayores reservas de petróleo a nivel mundial, así como de gas natural y oro, Venezuela pudo ser uno de los territorios más poderosos de Latinoamérica, de no haber sido por una serie de decisiones políticas que han tenido como resultado una situación económica y política precaria. Por ejemplo, en el año 2004 ese país experimentó un crecimiento de 17% del Producto Interno Bruto (PIB), uno de los más altos del mundo, de acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional. Pero a diferencia de lo ocurrido hace poco más de una década, actualmente Venezuela está en caída libre, hasta cerrar con un PIB de -10%. La baja de los precios del petróleo ha afectado considerablemente la economía del país, dado que éste depende en gran medida de la exportación de este bien. Asimismo, enfrenta una crisis cambiaria en donde la moneda ha sufrido una apreciación seria frente el dólar, cifra que cambia todos los días. En otra vertiente, la situación política, tensa e inestable, ha ocasionado la salida de las inversiones extranjeras, el cierre de empresas nacionales e internacionales que han tenido que dejar de operar como respuesta al entorno político, social y económico que se vive. Como consecuencia, todos estos factores agravan la situación de su población, que día con día enfrenta una crisis social significativa. Uno de los efectos más señalados en esta problemática es la falta de alimentos y productos de uso diario; por ejemplo, podemos mencionar alimentos básicos como el arroz, la harina, el maíz, los huevos y el azúcar, entre otros. Además, el gobierno ha regulado y entrega de forma racionada a los ciudadanos artículos de aseo personal y medicamentos. Ante estas prácticas, el contrabando se ha convertido en una medida de subsistencia reglamentaria. Para el cierre de 2016, se afirmaba que Venezuela tenía un saldo de desempleo de 69% y de pobreza de 73%. A pesar de que las estadísticas oficiales son todo menos algo confiables, es probable que la crisis que azota a ese país realmente esté generando tales indicadores. Los venezolanos han experimentado una pérdida del poder adquisitivo de su moneda y una escasez de alimentos y de bienes y servicios básicos, así que no es de extrañarse tales niveles de desempleo y pobreza. Debido a esta situación, la producción de las pocas empresas que pueden quedar es inferior, por lo que los puestos de empleo son insostenibles. La crisis que está viviendo el pueblo venezolano es un conflicto de intereses políticos y económicos de un país que pudo haber sido cualquier cosa menos pobre. Depender de un solo recurso natural, ante la cantidad de recursos disponibles fue poco acertado, pues la crisis del petróleo ha agravado la situación actual. Pero más allá de las cifras y los datos estadísticos, la realidad es que la población está sufriendo. A esto hay que agregar que las fronteras se están cerrando y las opciones se están agotando. Hace tan sólo una década muchos países de la región latinoamericana, incluso Estados Unidos, se veían beneficiados de los ofrecimientos del petróleo venezolano subsidiado. Sin embargo, a raíz de la crisis algunos países temen las consecuencias de la caída de Venezuela. *Claudia García Mancilla es economista investigadora de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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