Ya iniciado el nuevo año, son muchos los mandatarios que han comenzado a comentar y a debatir sobre los retos que enfrentan las distintas economías en este nuevo ejercicio, así como sobre la evolución de la recuperación económica que, atendiendo a los principales pronósticos, llegaría al 100% de las economías desarrolladas, de la misma forma que lo haría para casi el 80% de las economías emergentes y en desarrollo en este 2022. Reflexiones oportunas y que vienen muy a cuento, teniendo en cuenta la crisis a la que nos hemos enfrentado en estos últimos dos años.

Impulsada por los estímulos ofrecidos por Estados Unidos y el comercio exterior que del país anglosajón provenía, la economía mexicana atraviesa el 2021 con la vista puesta en 2019. Ante el “buen comportamiento” que registran las distintas economías en el mundo, México, como el resto de los países, sigue en la lucha de recuperar el nivel previo a la pandemia lo antes posible; pudiendo, de esta manera, seguir la estela de aquellas economías más avanzadas. Y hay que decir que estos esfuerzos llevaron a los analistas de la OCDE a pronosticar un crecimiento para el ejercicio 2021 que podría superar el 6%.

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Sin embargo, de la misma manera, hay que decir que, pese a los estímulos ofrecidos por Estados Unidos y el comercio exterior con el país vecino –que no ha dejado de cosechar records y más records durante esta pandemia–, hablamos de una economía que se recuperará bastante más tarde que el resto de las economías en el mundo, e incluso que el resto de las economías de América Latina. La escasa respuesta fiscal, que no alcanzaba ni el 1% del PIB, así como las propias debilidades estructurales que presenta la economía azteca condenan a los mexicanos a postergar esa recuperación de la que hablamos al año 2023.

El comportamiento de la economía mexicana no ha sido malo, pero no ha sido todo lo bueno que se esperaba. El comercio exterior se ha comportado bien, lo que, supeditando el 81% de su PIB, ha impulsado el crecimiento económico y la recuperación. De la misma forma, los estímulos ofrecidos por Estados Unidos, que rozaban el 18% de su PIB, también han tenido un impacto positivo en la economía mexicana, que se contagiaba de ellos. No obstante, numerosos riesgos, a los que se han sumado inflación y Omicrón, llevaron a la economía mexicana a registrar un menor crecimiento a final de año.

Por esta razón, los mismos analistas de la OCDE que contemplaban un crecimiento superior al 6%, ante lo sucedido, redujeron sus previsiones, situándolas finalmente en un nivel cercano al 5%. Así, hablamos de un crecimiento que, ante las nuevas previsiones, nos sitúa casi un punto porcentual por debajo del nivel esperado para este 2021, situándonos, por ende, más alejados de ese nivel previo que mostraba la economía en 2019, así como de esa recuperación económica que llegaría cuando el nivel de PIB de la economía azteca haya alcanzado el nivel de PIB que esta misma mostraba en años previos a la pandemia que hoy nos sacude tan intensamente.

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Ahora bien. Como he dicho en numerosas ocasiones, debemos ser muy cautos a la hora de definir los objetivos, de la misma forma que debemos llevar mucho cuidado con una autocomplacencia que queda más que injustificada cuando situamos el foco en dicho objetivo, en 2019. Pues debemos saber que en una crisis como la actual, recuperar el nivel previo a la pandemia es el objetivo por batir, pero cuando analizamos la situación que atravesaba la economía mexicana en 2019, esta se situaba muy lejos de ser la situación idílica para el país.

Para que nos hagamos una idea, en 2019, la economía informal en México alcanzaba a casi el 60% de la población empleada en el país. De la misma manera, en 2019, México se situaba dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en todo el mundo. Y es que, como último ejemplo de lo que era la economía mexicana en 2019 y a lo que aspiramos tras la crisis, podemos hablar de la corrupción, donde el país se sitúa muy por debajo de la media regional, como uno de los países más corruptos de América Latina.

Por tanto, podemos ser optimistas, y no nos equivocaremos, cuando hablamos de la recuperación de la economía mexicana, así como de la evolución favorable que muestra su PIB a lo largo de este año. Pero, de igual manera, es conveniente resaltar que la economía mexicana, ya antes de que llegase el COVID, era una economía con numerosas debilidades estructurales como las aquí citadas. Pues, como siempre digo, de nada sirve hablar de recuperación si, cuando alcancemos el nivel que veíamos en 2019, no aplicamos todas esas reformas que precisa el país y que garantizan el futuro de su ciudadanía.

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