La reducción del precio de la electricidad, uno de los objetivos de la reforma energética del gobierno mexicano, pone el pie a las energías renovables y deja en entredicho las metas de cambio climático.   ¿Qué incentivos tiene hoy el gobierno mexicano para apostar por producir energía eléctrica con fuentes renovables y no con hidrocarburos? Al parecer, no muchos. La caída de más de 50% de los precios del crudo durante los últimos 12 meses hace más barato producir electricidad a través de gas y otros hidrocarburos, desde el petróleo hasta el diesel. En  julio de este año, los precios pasaron de 55 a 46 dólares por barril, cuando en 2008 rebasaban los 120 dólares.  El verdadero compromiso del gobierno es crear un mercado eléctrico competitivo, que no es sinónimo de precios más bajos, sino que el costo de la electricidad sea adecuado para el mercado y que los generadores puedan garantizar retornos de inversión, tanto en energías convencionales como renovables, explica en entrevista Alejandro Martí, director de Solarcentury. El problema es que en el mediano y largo plazos las energías renovables suelen meterse “como con calzador”, descontextualizadas de una visión integral de política energética, opina Miriam Grunstein, académica e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de Nuevo León. Durante su Tercer Informe de Gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto también habló sobre la relación “dinámica” con Estados Unidos en el ámbito energético, pero enfocada a las energías fósiles, no a las renovables: “Con visión estratégica hemos impulsado (…) innovadores proyectos energéticos, incluyendo la ampliación de los gasoductos binacionales, una mayor interconexión eléctrica y, más recientemente, el intercambio de hidrocarburos.” Así, el entorno se vuelve aún más complejo cuando las autoridades tienen una “fijación tan fuerte” con el gas, dice Grunstein. El 22 de junio, el titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Enrique Ochoa Reza, anunció la licitación para construir cinco nuevos ductos, con el propósito de incrementar en 75% el sistema nacional de gasoductos hasta 2018, con una inversión requerida para los gasoductos y otros 19 proyectos eléctricos de 9,836 millones de dólares (mdd). El gas, una energía fósil considerada como limpia por las autoridades, aunque no renovable, genera emisiones de gases de efecto invernadero menores al resto de los hidrocarburos, pero este efecto secundario puede desencadenar que en el largo plazo sea necesario incorporar tecnología que capture las emisiones de carbono, advierte Grunstein.    Más barato, pero… La política energética del gobierno federal ha reducido los costos de electricidad en México. Sin embargo, esta estrategia representa un freno para las energías renovables, pues en materia de generación eléctrica, el gas y petróleo todavía son la prioridad. También durante su tercer informe, Peña Nieto recordó que las tarifas eléctricas de septiembre, comparadas con las del mismo mes de 2014, bajaron hasta 8% para hogares de alto consumo, 18% para los comercios y hasta 30% para el sector industrial. La reforma energética y la creación del mercado eléctrico mayorista, dijo Peña Nieto, permitirán que la CFE y nuevas empresas generen electricidad y se reduzcan “aún más las tarifas”. El problema con una política de bajos precios es que se incentiva el uso de electricidad y 80% viene de energías fósiles, advierte la directora del Instituto Global para la Sostenibilidad, EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey, Isabel Studer. Esta estrategia de bajos costos promueve un mayor consumo, pero sin los incentivos necesarios para hacerlo eficiente, como una renovación tecnológica que utilice menos energía, destaca, por su parte, Miriam Grunstein.   La última esperanza Para equilibrar la apertura del sector energético en materia de energías fósiles, el gobierno propuso al Congreso la Ley de Transición Energética como la base para establecer mecanismos y órganos que promuevan la producción eléctrica mediante energías limpias. En 2014 se espera reducir a 65% la electricidad generada por hidrocarburos. No obstante, hasta el cierre de sesiones legislativas en abril de 2015, la ley no fue aprobada. Uno de los ejes de la reforma energética es la sustentabilidad, pero el único resultado concreto fue la ley de geotermia, en la que México tiene un potencial muy importante, pero menor al de la energía solar y de viento, recuerda la catedrática del Tecnológico de Monterrey. Tabla: ProMéxico El gobierno estima que en 2028 la capacidad instalada para la generación de electricidad a partir de energías renovables se incremente en 19,761 megavatios, de los cuales las fuentes de energía eólica e hidráulica tendrán la mayor participación, con 59% y 21%, respectivamente. Esta ley secundaria, que detallará los lineamientos para las energías renovables, se encuentra en el Senado, y los especialistas, aunque difieren en el panorama y resultados, confían en que esté lista en el segundo periodo de sesiones legislativas de 2015. “Hay mucha incertidumbre en el sector. La ley podría quedar sin las condiciones necesarias para que los proyectos de energías renovables sean realmente viables”, dice Grunstein. Martí, con una perspectiva más optimista, considera que  el compromiso de reducir a 65% la generación eléctrica con fuentes fósiles en 2024 es ambicioso, pero si el mercado funciona de manera correcta, totalmente alcanzable. “La reforma viene a cambiar el esquema de generación eléctrica. Los tiempos en que se han publicado las leyes y las bases del mercado mayorista no son precisamente los mejores. Aun así tenemos la intención de arrancar el mercado en 2016, y eso va a estabilizar los tiempos para cumplir con los objetivos.”

 

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