En la obtención de este compuesto químico estaría la clave para aliviar el problema energético, diversificar la industria azucarera y reducir  la dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, casi una década después del surgimiento de las primeras propuestas para producir ese carburante en República Dominicana, sólo se han emprendido dos proyectos que están en fase de evaluación.   Por María Escudero   A finales de febrero, el Instituto Dominicano de Inves­tigaciones Agropecuarias y Forestales (IDIAF) y el Ministerio de Edu­cación Superior, Ciencias y Tecnologías (MESCyT) presentaron cinco nuevos clones de caña de azúcar. Seleccionados por su alta productividad de sacarosa, de cuya fermentación se obtiene el etanol (alcohol anhidro), esos cinco clones esperan en el banco de germoplasma del IDIAF, ubicado en Palmarejo (Santo Domingo Oeste), para recibir nombre como variedad y ser comercializados. Esas futuras variedades, testeadas en cuatro diferentes zonas del país, superaron las expectativas de los investigadores: “El clon 838, al que pensamos ponerle el nombre RD IDIAF 838, es una variedad tremenda. Es resistente a las enfermedades”, afirma Juan Tomás Camejo, investigador del IDIAF en caña de azúcar y coordinador del proyecto. Esa industria se presentaba hace poco tiempo como una apuesta firme para diversificar la industria azucarera, reducir la dependencia de los combustibles fósiles, la emisión de gases invernadero y aliviar los problemas energéticos. Aunque casi 10 años después de las primeras iniciativas para ponerla en marcha, todavía no ha dado sus primeros pasos. Actualmente, los dos únicos proyectos a la vista para producir etanol combus­tible en República Dominicana son el de Suplidora Agropecua­ria Silvestre en Quisqueya (embarrancado en la tramitación de licitaciones y búsqueda de financiación), y un posible proyecto de Bunster, en Hato Mayor, todavía en fase de evaluación y estudios preliminares. Fue en 2005, durante el penúltimo gobierno de Leonel Fer­nández, cuando se sentaron las bases legales para su desarrollo, aprovechando la Ley 2071 (decretada por Trujillo en 1949, bajo una grave escasez de gasolina). El Programa Nacional de Etanol vería la luz ese mismo año, con la intención de generar un mercado interno. En aquella época, al frente de la Dirección de Energía no Convencional —ahora parte del nuevo Ministerio de Energía y Minas— estaba el ingeniero Salvador Rivas, quien relata los primeros pasos: “Veíamos la necesidad de crear el mercado local, primero porque es la garantía de que las empresas puedan invertir. Ya en 2007 se aprobaría la Ley de Incentivos a las Energías Renovables donde se instituye la mezcla obligatoria.” Esa norma, entre otras medidas, garantiza 100% de exen­ción fiscal para la importación de maquinaria y el pago por el Impuesto Sobre la Renta durante 10 años, además de prioridad de despacho y cuotas de mercado a las energías renovables. “En Estados Unidos se estableció por ley la mezcla del 10%, pero ellos producen el etanol a partir del maíz, que es menos rentable y más caro que el de caña de azúcar, y hasta cierto punto hay un choque con la industria alimentaria de allí. Por cada unidad de energía que se utiliza para obtener alcohol del maíz resultan solamente 1.4, mientras que a partir de la caña son casi ocho. Eso, hablando en condiciones de Brasil, que es la segunda potencia mundial en producción de etanol”, explica Rivas. A pesar de este paquete de iniciativas, ninguno de los proyectos de etanol carburante puestos sobre la mesa llegó a concretarse ni se ha hecho efectiva la mezcla obligatoria. “Hay que ser cuida­dosos con el etanol, ver el tema en términos comerciales. Nadie va a venir a invertir 30 o 40 millones de dólares (mdd) si no tiene un mercado. Primero hay que establecer una mezcla, autorizar importaciones y un uso intensivo en el parque vehicular”, afirma Enrique Ramí­rez, presidente de la Comisión Nacional de Energía (CNE). “Hay momentos en que los precios del etanol en el mercado internacio­nal pudieran provocar que una mezcla del 10% o 20% aumentara el precio de la gasolina. La verdad es que la sociedad dominicana no estaría preparada”, sentencia el dirigente. Otro tema importante sería el impacto de la sustitución de la gasolina en las finanzas públicas: “Se hizo un estudio para ana­lizar ese impacto, que quizá sea otro de los problemas que no motive a algunos sectores del gobierno. De acuerdo con la Ley 57-07, el etanol está exento de impuestos. Se evaluó sustituir el MTBE, un oxigenante utilizado para aumentar el octanaje, más caro que el etanol. Eso permitiría importar una gasolina más barata, mezclarla aquí con el etanol y así se obtendría un combustible local con un buen octanaje. Incluso se hicieron reu­niones con Refidomsa (Refinería Dominicana de Petróleo), para hacer ahí la mezcla”, explica Rivas. Finalmente, el plan no se materializó, coincidiendo con los años (2008-2009) en que la refinería cambió unas tres veces de dueño.   Balance agrícola-industrial Desde la Dirección de Energía no Convencional se calcula que en el país hay unas 300,000 hectáreas potenciales para sembrar caña para producción de etanol, tierras que son propiedad del Estado y de colonos, destinadas a este cultivo, que actualmente están abandonadas o con bajo rendimiento. “Somos totalmente dependientes de la importación de combustibles, pero hay terreno suficiente para desarrollar un proyecto de etanol para sustituir como mínimo 25% de la gasolina que consumimos a nivel nacio­nal, además de exportar etanol aprovechando las ventajas de los mercados preferenciales de Estados Unidos y Europa”, afirma tajante Rivas. Para mantener el mercado local con una mezcla de 25% y previsiones actuales, el ingeniero José Núñez —encargado de Biocombustibles de la Dirección de Energía no Convencional— calcula que en 2018 serían necesarios 77.400,748 galones de etanol, ahorrando esa misma cifra de los 309.602,958 galones de gasolina que se proyecta será la demanda del país ese año. Para producir esa cantidad de etanol sería necesaria la instalación de cuatro destilerías autónomas, 3.870,037 toneladas métricas (Tm) de caña con un rendimiento industrial de 20 gal/Tm y un área cultivada de 77,400 hectáreas (ha) con una productividad agrí­cola de 50 Tm/ha. Para atender esa nueva industria, que conjuga­ría la producción agrícola y la industrial, podrían generarse cerca de 100,000 empleos, según estimaciones de Núñez. La modernización de los ingenios, las tierras y la producti­vidad son puntos clave para la viabilidad de esta industria, y a la vez los más problemáticos por las fuertes inversiones que implican. Para ilustrar las diferencias en la productividad, Núñez señala que actualmente la de los colonos que suministran al Inge­nio Porvenir (operado por el Consejo Estatal del Azúcar-CEA) es de 38 Tm/ha, mientras que la de los ingenios privados tiene un promedio de 62 Tm/ha. “Cuando se hace una empresa de etanol se requiere una parte de tierra propia para tener un abasteci­miento firme. Algunos ingenios no tienen la suficiente cantidad de terreno, así que deberían alquilar para autoabastecerse; otros ya han arrendado sus tierras… Hay mucha dispersión en ese mercado”, explica Rivas. En el mismo sentido se manifiesta el empresario Julio César Núñez Silvestre, al frente del proyecto Suplidora Agropecuaria Silvestre, en Quisqueya: “Se necesita incorporar más tierras al proyecto de etanol y biocombustibles, tanto para venta como para arrendar. El gobierno debe volver a mirar hacia esta industria y apoyar su desarrollo.” El proyecto de Silvestre, que en una primera etapa contem­pla una destilería con capacidad para producir 250,000 litros diarios de alcohol anhidro y una planta de cogeneración de 50 MW para vender el excedente de energía, está varado a la espera de la concesión de las últimas licencias y en la búsqueda de recursos financieros. Además de las dificultades para encon­trar financiación, quizá otro de los principales escollos sea el mercado preferencial del azúcar con Estados Unidos y Europa, más rentable para los productores, tal y como argumenta el ingeniero Rivas: “Los [empresarios] nacionales se han acomodado más al mercado del azúcar que ya está estable­cido, que cuenta con una demanda insatis­fecha incluso nacional y se exporta a los mercados preferenciales. Pero nosotros entendemos que hay cabida para los dos sectores.” Por otro lado, González Bunster, presidente y consejero delegado de InterEnergy Holdings, próximamente podría añadir a su cartera de negocios energéticos un proyecto de etanol ubicado en Hato Mayor: “Todavía estamos en la etapa de evaluación, pero ya tenemos localizadas unas 15,000 hectáreas en la zona de Hato Mayor que podrían producir alrededor de 1.400,000 Tm de caña, lo que significaría 35 millones de galones de etanol al año.” Según González Bunster, la inversión requerida para un pro­yecto de esta envergadura rondaría los 250 mdd.   Alternativa biomasa Si se cumplieran las metas planteadas por el Programa Nacional de Etanol, con el bagazo generado por la molienda de la caña para producir 80 millones de galones podrían suplirse unos 100 MW de energía adicional a la red eléctrica, ayudando a aliviar otro de los problemas endémicos del país. “El gobierno está abocado ahora en sustituir combustible caro como el petróleo por otro más barato como el carbón o gas natural. En este caso podríamos incorporar también como energía renovable ese bagazo, un tema importantí­simo porque entramos a sustituir la importación de combustible para la generación de energía”, apunta Rivas. La vinaza, un residuo muy dañino de la destilación de etanol, puede también reutilizarse: “Por cada litro de etanol producido, la vinaza puede representar aproximadamente 14 litros. Hay que darle un tratamiento especial para poder utilizarla como abono, porque le devuelve al suelo algunos nutrientes, y otra parte puede utilizarse para la producción de biogás. Por ejemplo, en la destilería Brugal tienen un biodigestor que usa la vinaza y con ésta suplen 30% de la energía necesaria para el proceso de pro­ducción de etanol”, explica el ingeniero. “El residuo que queda en el biodigestor también puede usarse como abono o comida para peces. En la industria de la caña puede aprovecharse prácticamente todo”, añade José Núñez. Sólo en 2013 el valor total de las importaciones de petróleo y derivados ascendió a 4,355 mdd, según datos del Banco Central de la República Dominicana. Con una creciente demanda energética 2.9% por año, llegando hasta los 15,562.5 GWh en 2016 —según previsiones del organismo coordinador del Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI)—, y una demanda pro­yectada de 298,513,908 galones de gasolina para ese mismo año (cifra suministrada por la Dirección de Energías no Convencio­nales), la búsqueda de alternativas es apremiante. azucar1

 

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