Todos hemos visto con asombro la destrucción que ha dejado Otis en el querido puerto de Acapulco. La nobleza de dicho destino turístico ha hecho que sobreviva a cualquier crisis. Para los que vivimos en la Ciudad de México, Acapulco significa recuerdos y añoranzas, es algo más que un destino de playa. “La bahía más hermosa del mundo” comenzaba a carcomerse por el cáncer del crimen organizado, la desorganización urbana y el crecimiento de negocios de bajo perfil. La bahía era cobijada por el abandono y la mediocridad de negocios que, en su mayoría, poco ayudaban a sostener ese título de hermosura.

Es verdad que el huracán ha dejado una devastación y es lamentable en primerísimo lugar, la pérdida de vidas humanas, pérdidas de la gente noble que, con su trabajo, ha dado una dimensión especial al término «hospitalidad»; asimismo, las cuantiosas pérdidas económicas suponen un reto en el corto y mediano plazo para restaurar la vida del puerto.

Sin embargo, Otis representa también una oportunidad que, bien aprovechada, puede dar una nueva vida y renovar un puerto que comenzaba a anquilosarse. Debemos ser pragmáticos y saber que no podemos cambiar lo que ha sucedido, pero sí puede controlarse el futuro de Acapulco si la reconstrucción se hace con una visión integral de futuro. La nobleza del puerto necesita de los gobiernos y los empresarios para renovarse con vitalidad y pujanza. Hoy día Acapulco tiene una oportunidad única de reconstruirse o quedarse en el abandono.

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André Kostolany (1906-1999), un experto en bolsa mundialmente reconocido, decía que “no hay boom que no tenga su crisis subsiguiente, ni crisis sin boom previo”. La oportunidad por tanto para Acapulco ha llegado y estamos en la antesala de ver la grandeza de quienes pueden decidir un futuro que podría ser trascendental para el futuro del mismo

La persona humana es única, cada uno es irrepetible y de allí viene, entre otras cosas, su valor y dignidad, es por ello que la creación que viene del ser humano tiene un valor que poco se podría cuantificar. Acapulco no es solamente la belleza natural del puerto sino su gente y es ahora cuando necesita de nuestra solidaridad y cariño. La vida de este destino, enclavado en el Pacífico mexicano, depende en gran medida del turismo. Las personas no sólo se han quedado sin hogar sino también sin trabajo, llegó la hora de corresponder a esa hospitalidad. Llegó la hora de abrir la puerta de nuestros corazones y buscar dar tiempo y vida a quienes nos han entregado el suyo a lo largo de los años. Meseros, cocineros, taxistas, hoteleros, camareras y un largo etcétera, esperan hoy la propina más grade de su historia, no es caridad, es reconocer el trabajo de quienes han puesto en alto el nombre de México y de Acapulco en el mundo entero, de quienes han dedicado su vida al servicio del turista. 

Acapulco y su gente sólo necesitan tiempo para permitir la reconstrucción de sus lugares de trabajo, sepamos ahora servir a quienes nos sirven, cocinar a quienes nos cocinan, reconstruir el hogar de quienes nos enseñan el valor de la hospitalidad. Hagamos de este México en pro de Acapulco un ejemplo mundial de solidaridad y reconocimiento. Ayudemos a reconstruir la grandeza de Acapulco. ¡Que así sea!

Contacto:

Luis Javier Álvarez Alfeirán, MA, es director de Le Cordon Bleu-Anáhuac.

Correo: [email protected]

Twitter: @DirectorLCBMx

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