En 2020 las dificultades de México para controlar la pandemia del Covid-19 y la consiguiente desaceleración económica son distracciones de la actual batalla de México para contener la violencia criminal.

Como ha sucedido en casi todas las áreas de políticas públicas, en temas relacionados con la seguridad, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene problemas al convertir su ambiciosa retórica de campaña en reformas e iniciativas funcionales.

En su Informe de Gobierno del 1 de septiembre de 2020, López Obrador pintó un panorama optimista de un país listo para salir más fuerte de la pelea en contra del Covid-19. El presidente continúa urgiendo a los mexicanos a adherirse a valores familiares tradicionales y promete al público que sus programas sociales han eliminado la necesidad de colaborar con grupos del crimen organizado.

Él insiste en que el crimen es un asunto de moral al que fomenta la pobreza y, por ello, le da poca importancia cuando trata temas difíciles como empujar reformas al sistema judicial o en invertir para reconstruir las fuerzas policiales del país. Dentro de su retórica, AMLO se esfuerza en distinguirse de sus predecesores, pero cuando se trata de problemas de seguridad repite los mismos errores que las administraciones anteriores. A más de dos años de que fue electo como presidente, no parece que AMLO tenga un plan claro para mejorar la seguridad pública.

López Obrador creó una fuerza policial al estilo militar, la Guardia Nacional. Y, mientras ha adoptado el absurdo eslogan de “abrazos, no balazos” para describir su estrategia en contra del crimen, en la práctica ha implementado el mismo tipo de militarización al que favorecieron sus antecesores, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Desafortunadamente, como he argumentado previamente, el presidente de México no puede cambiar al país con palabras nada más. En 2019, México registró más asesinatos que en cualquier otro año en la historia moderna del país. En 2020, México va rumbo a un nuevo récord en homicidios. La violencia en el país se ha agravado cada año que AMLO ha estado al mando y ha continuado sin menguar inclusive durante la pandemia del Covid-19.

En los meses pasados dos incidentes destacan, incluyendo el atentado en contra del jefe de la policía de Ciudad de México en el que los atacantes utilizaron una metralleta calibre 50 montada en un camión de carga; y el video publicado por el Cartel Jalisco Nueva Generación que muestra pistoleros bien pertrechados junto a un convoy de vehículos equipados al estilo militar.

Así que lo que se ve en México es tanto una tendencia de ejemplos alarmantes de ataques de alto nivel por parte del crimen organizado como un patrón general de crecimiento en los niveles de la violencia. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo de del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el país registró 35,629 asesinatos en 2019 y va rumbo a superar esa marca en 2020.

“Él insiste en que el crimen es un asunto de moral al que fomenta la pobreza y, por ello, le da poca importancia cuando trata temas difíciles como empujar reformas al sistema judicial o en invertir para reconstruir las fuerzas policiales del país.”

En un reciente webinar con el Consejo Canadiense para las Américas yo explicaba que “el total de asesinatos en 2018 es de hecho tres veces peor que en 2006, que fue el año en que el expresidente Felipe Calderón detonó la ‘guerra contra el narco’ y los grupos criminales en México. Podemos asegurar que hay una tendencia criminal avanzando… y no se trata sólo de algunas historias en los medios que soportan una narrativa cuando no hay una tendencia subyacente…”

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Y mientras AMLO claramente soslaya los alcances de la violencia en su administración, existe la opinión de analistas políticos en EU que dicen que los incidentes recientes y las tendencias prueban que México se aproxima a ser un estado fallido. La dinámica en la realidad, sin embargo, desafía una categorización a la ligera. El problema de la violencia criminal en México no es generalizada o inclusive dominante en todas las regiones del país.  Hay ciertas áreas que resienten problemas de violencia criminal y estados que continúan reportando niveles relativamente bajos de este tipo de criminalidad.

En general, la dinámica en México es difícil de clasificar porque varía mucho de estado en estado. Ejecutivos e inversionistas que analizan proyectos potenciales en México necesitan entender los factores de riesgo político que surgen de la violencia y la actividad del crimen organizado a niveles estatales y locales.

En 2020, tres puntos conflictivos de actividad para el crimen violento son Chihuahua, Guanajuato y Michoacán. En cada uno de estos estados se reportaron más de 2,000 asesinatos en 2019 y sufren de tasas de crecimiento a doble dígito en lo que va de 2020. Estos tres estados tienen una amplia actividad exportadora, pero los empleos en sectores de alto valor en productos de agricultura no tradicional y manufacturas no han eliminado los problemas persistentes de violencia criminal. Guanajuato va rumbo a un récord de más de 4,000 asesinatos en 2020 y el crecimiento en homicidios en Michoacán superaría el 20% este año.

“El problema de la violencia criminal en México no es generalizada o inclusive dominante en todas las regiones del país”. 

A pesar de los datos decepcionantes que se han presentado este año, en su mensaje del informe de gobierno de 2020 AMLO se jactó de que “México es un país, sin duda, con porvenir y un ejemplo mundial de cómo hacer realidad el progreso con justicia”. Sin embargo, en relación a la violencia criminal (y en casi cualquier otro logro que AMLO pregona), los datos cuentan una historia distinta. En su informe, López Obrador aseguró al público que “Estamos avanzado en el combate a la delincuencia. Hemos establecido una nueva estrategia…” Pero, mientras AMLO continúa argumentando que sus programas de empleo, la entrega de recursos directos, becas y programas para becarios ya están ayudando a reducir los problemas con el crimen, su dicho contrasta con los datos de homicidios que ocurren en el país.

Yo he explicado que “más que privilegiar una reforma policial como centro de sus políticas públicas (el expresidente) Peña Nieto abandonó su promesa de construir nuevas fuerzas policiales en el país. El fracaso del gobierno federal para crear, financiar, y entrenar policías efectivas ha creado un ambiente promisorio para el crimen organizado”. Como sus antecesores, AMLO enfoca su atención en soluciones de corte militar y no parece dispuesto a involucrarse en el difícil trabajo de reformar y reconstruir los sistemas policiales y judiciales del país. Todo líder quiere mejorar la seguridad pública, pero pocos parecer tener la preparación para hacer el trabajo duro.

Los caricaturistas políticos de México dibujan a AMLO como un ganso. En la naturaleza, un ganso puede emerger como un líder y volar junto con su parvada en formación V rumbo a un nuevo destino. Pero, en lo que concierne a enfrentar los problemas de seguridad de siempre, pareciera que  López Obrador simplemente chacualea sin objetivo, graznando sin cesar y fallando a la hora de liderar a México a un nuevo destino. 

El autor es un analista político especialista en temas de América Latina. Su libro Searching for Modern Mexico se publicó en 2019. Además de Forbes, ha colaborado con artículos y editoriales sobre negocios, crimen organizado y política en The Atlantic, Foreign Affairs, Americas Quartertly, Fortune, entre otras.

Contacto: @NathanielParish

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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