Comenzando el nuevo milenio, fuimos testigos de una de las mayores burbujas en la historia de los mercados financieros: la fi. El acelerado desarrollo de internet, en los años previos, fue impresionante. La plataforma, en efecto, llegaría a revolucionar nuestra experiencia en el mundo; pero, en su momento, aún existía demasiada incertidumbre sobre los modelos de negocios viables. No obstante, nada detuvo la especulación. Miles de páginas nacían cada tanto y, cuando salían a bolsa, obtenían grandes valuaciones en el mercado, a pesar de no generar utilidades. Entre 1995 y 2000, el índice Nasdaq prácticamente se quintuplicó. Sin embargo, la burbuja terminó por reventar, porque, con el tiempo, cantidades considerables de estas empresas fueron incapaces de generar ganancias. De su máximo, en marzo de 2000, a octubre de 2002, el índice Nasdaq cayó 77%, y tardaría otros 15 años en regresar al nivel que alcanzó durante la burbuja. La principal razón por la que estas empresas podían obtener valuaciones extraordinarias era que algunos inversionistas creían que, con la llegada de internet, se había creado un nuevo paradigma en el que los métodos tradicionales de valuación ya no les servirían a las empresas digitales. Hoy, nos encontramos ante una nueva ola de colocaciones en bolsa: llegan empresas con modelos disruptivos. Inversionistas y publicaciones de gran prestigio están haciendo comparaciones entre éstas y las colocaciones del dotcom. Hablo de firmas como Lyft, Uber, WeWork, Spotify o Snapchat. En los últimos años, estas empresas han podido expandirse gracias a un acceso sin precedentes al financiamiento privado, a través de los llamados venture funds. Hoy, algunas ya han salido a bolsa y otras están preparando sus colocaciones. El problema, sin embargo, resuena: se están haciendo públicas sin tener un solo dólar de utilidad. Según The Economist, sólo 12 de estos unicornios (empresas nuevas de tecnología con valuaciones superiores a los 1,000 millones de dólares) reportaron pérdidas, y éstas acumulan 47,000 millones de dólares, un monto que representa más del doble de todas las utilidades de las empresas del IPC. Una premisa básica de cualquier inversionista es que el valor de una inversión son los flujos futuros traídos a valor presente, descontados por una tasa de interés que represente el costo de oportunidad. Pero ¿cómo valuamos a las empresas de tecnología que no sólo no generan flujos, sino que no tienen siquiera (muchas de ellas) una proyección de cuándo van a empezar a generarlos? Hasta el momento, las valuaciones de estas firmas se han basado en otras métricas, como el número de viajes (en el caso de Uber y Lyft) o en el número de metros cuadrados (en el de WeWork). Es decir, a primera vista parecería que se están repitiendo los errores que se cometieron hace 20 años, en la burbuja del dotcom: se están justificando inversiones en empresas que pierden dinero con métricas de valuación no tradicionales. Sin embargo, existen varias diferencias importantes entre ambos fenómenos. Por supuesto, la más relevante es la naturaleza de las empresas en cuestión. Unicornios como Uber, Spotify y WeWork son compañías que no sólo han transformado sus industrias… y nuestras vidas, sino que generan miles de millones de dólares, al menos, en ventas. Pero ¿cómo podemos saber cuáles de estos unicornios realmente lo son? Recordemos que muchas de las empresas que revolucionan las industrias con una nueva tecnología no son las que logran capitalizar todo su potencial; por ejemplo, Apple no creó el primer smartphone; ni Ford, el primer automóvil. Cierro con una anécdota: Alguna vez escuché a un gran inversionista estadounidense decir que, cuando la mayoría asegura que no es un buen momento para usar las métricas tradicionales de valuación, sin duda ése es el mejor momento para usar las métricas tradicionales de valuación. ¿Estamos ante una nueva burbuja o viendo el nacimiento de una nueva forma de capitalizar empresas de tecnología? Veremos.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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