Siempre que hablamos de la riqueza me viene a la mente esta breve historia: Dos peces están nadando juntos cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y les dice, “Buen día, muchachos. ¿Cómo está el agua?”. Ninguno de los dos peces responde. Siguen nadando hasta que, después de un tiempo, uno voltea hacia el otro y le pregunta, “¿Qué demonios es el agua?”.

Moraleja: las realidades más obvias e importantes con frecuencia son las más difíciles de ver.

Hoy se habla mucho sobre los secretos o los atajos para crear riqueza, pero rara vez se explora el camino completo que nos lleva a ella. Y aunque es un concepto que pareciera complejo, en realidad la creación de riqueza es más simple de lo que parece.

Empecemos por el principio: ¿Cómo definir a la riqueza? Se es rico según quién o con base en qué, ¿por tener 100 mil en tu cuenta o un millón?, ¿hablamos de dólares?, ¿pesos? Para cada persona el concepto de riqueza puede ser muy distinto.

Desde mi punto de vista, la mejor definición es más pragmática: la riqueza es generar ingresos pasivos que sean mayores al gasto.

Veamos los componentes de esta definición: 

  • El ingreso pasivo se refiere al ingreso que generas sin tener que trabajar; aquel que se produce mientras estás realizando otras actividades o dicho de forma coloquial, el ingreso que generas mientras duermes. 
  • El gasto se refiere a todos los egresos que tenemos.

Ahora viene la pregunta importante: ¿Cómo generamos este ingreso pasivo? De nuevo dos respuestas simples y contundentes: con dinero y empleando gente.

Históricamente estos dos conceptos han sido las fuentes de riqueza de la humanidad y, hasta la fecha, siguen siendo fundamentales en nuestro sistema económico. ¿Por qué? Porque a través del dinero puedes contratar a empleados que te pueden generar ingresos mientras tú “duermes”.

En el mundo moderno, sin embargo, existen otras maneras de generar ingresos pasivos. El código, los algoritmos, los medios de comunicación y las redes sociales son las más comunes; todas son formas de apalancamiento con cero costos marginales.

¿A qué se refiere esto? Todas estas herramientas aprovechan la abundancia que el mundo digital permite gracias a la tecnología, el software y el internet. El esfuerzo de programar, construir un sitio o invertir en una pauta digital se realiza una sola vez, pero cada vez que una persona use tu aplicación, escuche tu podcast o visite tu blog, el costo que a ti te representa es básicamente cero. 

Además, estas herramientas están disponibles para cualquier persona del mundo que tenga acceso a un dispositivo y conexión a Internet. Impresionante, ¿no crees?

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Un tema importante a resaltar sobre la creación de riqueza es que no vamos a crearla rentando nuestro tiempo. Necesitamos ser dueños de los proyectos, del contenido o del software; ser accionistas y no necesariamente ejecutores de los negocios en los que participamos. El costo de cualquier cosa no es el dinero, sino la cantidad de tiempo que inviertes en ella. 

Pero el dinero, por supuesto, no crece en los árboles y las buenas ideas toman tiempo. Por eso, la visión a largo plazo y la mejora continua son fundamentales para la creación de riqueza. Los verdaderos retornos se dan a través del interés compuesto, el que se va sumando al capital inicial y sobre el que se van generando nuevos intereses.

Una asociación común, pero equivocada, es confundir la riqueza con el estatus. En realidad son conceptos muy distintos entre sí, pues el estatus no es más que la posición jerárquica que uno ocupa en la sociedad. Pocas veces tiene que ver con la riqueza, ya que generalmente se gana estatus al destruirla; es decir, al “gastar”. Las apariencias engañan. Como dice el conocido inversionista y escritor Robert Kiyosaki, “Los ricos invierten su dinero y gastan lo que les queda; los pobres gastan su dinero e invierten lo que les queda.” 

Los dejo con un dato curioso sobre la riqueza en el mundo: el común denominador de las personas más ricas. Todas las personas en la conocida lista de Forbes son empresarios o inversionistas, con una excepción: Michael Jordan, considerado por algunos como el mejor atleta de la historia reciente.

Pero el exbasquetbolista pertenece a esta lista no por el dinero que creó gracias a sus dotes atléticas, sino por su faceta como inversionista y empresario. Ha sabido capitalizar su imagen y ha tomado buenas decisiones que le permiten recibir regalías o intereses. Jordan deja clara una lección: si quieres construir riqueza, no busques estatus ni fama. Busca generar ingresos pasivos.

Así que recuerda la historia de los peces cuando pienses en hacerte rico: a veces las cosas más simples de la vida son las más difíciles de ver. A generar riqueza, pues.

Contacto:

Javier Martínez Morodo, Chief Strategy Officer en GBM*

Twitter: @javiermtzmorodo

LinkedIn: Javier Martínez Morodo

Blog: javiermtzmorodo.com

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