La inflación se ha desacelerado fuertemente en gran parte del mundo este año, pero el trabajo sólo está a medio hacer, incluso cuando los principales bancos centrales se preparan ahora para concluir su ciclo de alzas de tasas de interés más agresivo de la historia.

La “última milla” para erradicar el crecimiento generalizado de los precios aún llevará años, por lo que relajar ahora la política monetaria parece contradictorio con el mensaje de los banqueros centrales de hace un año, según el cual la confianza de los ciudadanos exigía volver a situar la inflación en el objetivo rápidamente, incluso si eso significaba inducir una recesión.

Sin embargo, mientras los banqueros centrales de todo el mundo se reúnen en un refugio de montaña en Jackson Hole, Wyoming, para compartir ideas sobre economía, se habla de mantener las tasas en torno a donde están ahora -pero durante más tiempo de lo que quizás se había estimado anteriormente- en lugar de subirlas más.

El objetivo sería garantizar un aterrizaje suave de la economía, aunque el crecimiento de los precios siga siendo elevado, posiblemente a lo largo de 2024.

A primera vista, el cambio parece justificado, dados los sorprendentes avances en materia de inflación. El crecimiento de los precios rondaba el 10% en gran parte del mundo desarrollado a finales del año pasado y ahora se sitúa en alrededor de la mitad de esa tasa, con nuevos descensos ya previstos.

Pero esto sucede mientras el mercado laboral sigue siendo excepcionalmente tenso a ambos lados del Atlántico, una paradoja económica que lleva a algunos a preguntarse si la inflación está retrocediendo pese a la política monetaria, no a causa de ella.

Se esperaba que el mercado laboral se relajara, reduciendo la presión sobre los salarios, pero las empresas no están despidiendo trabajadores como se preveía, en parte porque disfrutan de márgenes aún elevados y por ahora pueden permitirse retener la mano de obra cualificada.

“Cuando la inflación cae, pero el desempleo se mantiene estable o disminuye, la Reserva Federal no puede estar segura de que sus políticas sean eficaces”, dijo Steve Englander, responsable de análisis de divisas del G-10 en Standard Chartered. “Puede que sólo tenga suerte de que una caída de la demanda mundial o fuerzas internas no relacionadas con las políticas monetarias estén haciendo descender la inflación”.

El desempleo en Estados Unidos se ha mantenido estable en torno al 3.5% la mayor parte de este año, y la tasa de la zona euro está en su mínimo histórico del 6.4%. Mientras, en lugares como Gran Bretaña, Australia o Nueva Zelanda, la tasa es ligeramente superior a los mínimos recientes, pero sigue estando muy por debajo de los promedios históricos.

El problema es que una desinflación seria sin una sacudida del mercado laboral es incompatible con la economía estándar y la experiencia pasada. La inflación estadounidense, por ejemplo, ha descendido 6 puntos porcentuales en el último año, de más del 9% a alrededor del 3%; la última vez que la inflación descendió tanto -a inicios de los años 80- el desempleo se disparó por encima del 10%.

Esta desconexión llevó al banco central alemán a advertir esta semana a sus pares de que las autoridades monetarias aún tienen por delante una ardua tarea.

“Se ha instalado la impresión de que, a pesar de todo, las tasas de inflación persistirán durante más tiempo por encima de las tasas fijadas como objetivo por los bancos centrales”, dijo el Bundesbank. “En particular, las elevadas presiones salariales actuales podrían dificultar la tarea de frenar la inflación”.

Sin embargo, no queda mucho apetito para subir las tasas mucho más, un sentimiento que sólo aumentará si las medidas de salud económica se deterioran, como ha ocurrido en Europa.

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Con trabajo de los bancos centrales a medio camino, debate sobre inflación cambia de rumbo

Al Banco de Inglaterra aún le queda camino por recorrer, pero la Reserva Federal y el BCE parecen estar debatiendo si es necesaria una sola subida más. El Banco de la Reserva de Australia y el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, por su parte, podrían haber terminado ya.

Esto plantea algunas dudas sobre la determinación de los responsables de política monetaria, ya que la inflación se mantendrá por sobre el objetivo hasta 2024 y posiblemente hasta 2025, el final del horizonte de previsión actual para muchos.

“Los mercados no confían en que el BCE alcance el objetivo de inflación del 2%… los mercados están valorando que el BCE acepte un rebasamiento de la inflación”, dijo Piet Haines Christiansen de Danske Bank.

De hecho, las expectativas de inflación a largo plazo para Estados Unidos y la zona euro se mantienen por encima de los objetivos del 2% de los bancos… Pero si no hay ganas de subir las tasas mucho más, lo que podría provocar una recesión y una sacudida del mercado laboral, las tasas tendrán que mantenerse altas durante más tiempo.

Es posible que Philip Lane, economista jefe del BCE, haya anticipado recientemente este planteamiento al afirmar que el objetivo no es frenar la demanda, sino limitar su crecimiento.

“El truco para nosotros es básicamente asegurarnos de que la demanda no se adicione a la oferta”, dijo Lane en un podcast. “Así que no se trata de hacer que la demanda sea profundamente negativa. Simplemente tiene que crecer más despacio que la oferta”

La mayor fuente de incertidumbre que probablemente quite el sueño a los banqueros centrales es el rápido desvanecimiento de las perspectivas de China, un hecho casi tan sorprendente como la indolora caída de la inflación en el mundo desarrollado y probable tema de debate esta semana en Jackson Hole.

La economía china, de la que se esperaba que apuntalara el crecimiento mundial en un repunte post-pandémico, sufre ahora en todos los frentes y el Banco Popular de China ya ha recortado las tasas para estimular el crecimiento.

“A nivel externo, China sufre el declive del comercio exterior. A nivel interno, su sector inmobiliario sigue en peligro, el yuan sufre episodios de deflación y cada vez es más incapaz de generar suficientes puestos de trabajo para sus licenciados”, dijo Niels Graham, del Atlantic Council.

El gobierno presentó una serie de medidas de estímulo en el último tiempo, desde el fomento del consumo de automóviles y electrodomésticos hasta la relajación de algunas restricciones a la propiedad y la promesa de apoyo al sector privado, pero los economistas consideran que se necesitará mucho más.

Gran parte de los problemas de China se derivan de un sector inmobiliario que lleva dos años mostrando señales de tensión. El principal motivo de preocupación es que cualquier quiebra importante en el sector podría aumentar el riesgo de contagio al mercado financiero y propagarse más ampliamente.

Pero incluso en el mejor de los casos, un crecimiento más débil reducirá la demanda de importaciones y complicará las perspectivas mundiales.

“La falta de una respuesta de estímulo más contundente refleja en parte una mayor tolerancia a la debilidad económica”, afirmó Julian Evans-Pritchard, de Capital Economic. “Pero también apunta a un preocupante grado de parálisis política, que sugiere que la desaceleración podría persistir durante un tiempo más”.

Con información de Reuters.

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